17 de enero de 21
Juzgando Los Jueces
Hechos 7:1-60
En los cap’tulos tempranos
del libro de Hechos, los hermanos estaban, muchas veces, arrastrados delante de
la corte suprema de su pa’s.
El mismo grupo de jueces,
que ordenaban la muerte de Cristo, deseaban tambiŽn matar a sus seguidores, o
sea, a nosotros.
En el ultimo estudio,
Esteban, un diacono, estaba detenido con muchas cargas graves en su contra.
Hechos 6:11-14 Entonces sobornaron a unos para que dijesen
que
le hab’an o’do hablar palabras blasfemas contra MoisŽs y contra Dios.
Se pagaban dinero, para
levantar testigos falsos.
12
Y soliviantaron al pueblo, a los ancianos y a los escribas; y arremetiendo, le
arrebataron, y le trajeron al concilio.
Y
pusieron testigos falsos que dec’an: Este hombre no cesa de hablar palabras
blasfemas contra este lugar santo y contra la ley;
pues
le hemos o’do decir que ese Jesœs de Nazaret destruir‡ este lugar, y cambiar‡
las costumbres que nos dio MoisŽs.
Y ahora, tenemos su
defensa, y es una defensa cl‡sica.
1-3) El
sumo sacerdote dijo entonces: ÀEs esto as’?
Y
Žl dijo:
Varones hermanos y padres, o’d: El Dios de la gloria
apareci— a nuestro padre Abraham, estando en Mesopotamia, antes que morase en
Har‡n, y le dijo: Sal de tu tierra y de tu parentela, y ven a la tierra que yo
te mostrarŽ.
Se empieza de manera
extra–a, citando la historia del pueblo.
Es que ese joven tiene la Biblia pr‡cticamente memorizada.
Ellos van a escuchar, casi
hipnotizado, observando su conocimiento, y su sabidur’a. Pero Esteban no estaba solamente
hablando de su historia, sino el lugar de ellos en la historia.
Y Estaban va a terminar,
como Pedro y Juan antes, pausa, se va
a terminar, juzgando a los jueces.
4-6) Entonces sali— de la tierra de los caldeos y
habit— en Har‡n; y de all’, muerto su padre, Dios le traslad— a esta tierra, en
la cual vosotros habit‡is ahora.
Y no le dio herencia en ella, ni aun para asentar un
pie; pero le prometi— que se la dar’a en posesi—n, y a su descendencia despuŽs
de Žl, cuando Žl aœn no ten’a hijo.
Y le dijo Dios as’: Que su descendencia ser’a
extranjera en tierra ajena, y que los reducir’an a servidumbre y los
maltratar’an, por cuatrocientos a–os.
A lo mejor, nadie
escuchando tenia el conocimiento de las escrituras, como Esteban, aparte de San
Pablo, que, como veremos estaba escuchando todo.
Pero San Pablo aun tenia
el nombre Saulo, y era enemigo de la iglesia.
7) Mas yo juzgarŽ, dijo Dios, a la naci—n de la cual
ser‡n siervos; y despuŽs de esto saldr‡n y me servir‡n en este lugar.
Veremos en esa
introducci—n de su serm—n, muchos de los detalles que hemos visto en GŽnesis y
en los estudios presentes de ƒxodo.
Ahora habla de la manera
en que Abraham sabia que su descendencia iba a servir como esclavos, casi medio
milenio.
8) Y le dio el pacto de la circuncisi—n; y as’
Abraham engendr— a Isaac, y le circuncid— al octavo d’a; e Isaac a Jacob, y
Jacob a los doce patriarcas.
Este punto es
importante. Antes de la
circuncisi—n, Abraham estaba justificado por su fe. No era la circuncisi—n que salvaba.
9-10) Los patriarcas, movidos por envidia, vendieron
a JosŽ para Egipto; pero Dios estaba con Žl, y le libr— de todas sus
tribulaciones, y le dio gracia y sabidur’a delante de Fara—n rey de Egipto, el
cual lo puso por gobernador sobre Egipto y sobre toda su casa.
No toda la historia del
pueblo era buena.
Los patriarcas, o sea los
hermanos de JosŽ, eran muy celosos de Žl.
Y esto es algo que Esteban va a aplicar en su serm—n.
JosŽ fue levantado, como
un redentor, con dones especiales, para rescatar a su pueblo. En un sentido era como Cristo, pero sus
hermanos se le rechazaban.
El gran concilio, de la
corte suprema, hizo el mismo con Cristo.
Esto era la verdad, pausa,
pero ser‡ una verdad insoportable para los oyentes de este serm—n. Pero el Esp’ritu Santo de Dios estaba
ayudando a Esteban, juzgar a los jueces.
11-14) Vino entonces hambre en toda la tierra de
Egipto y de Cana‡n, y grande tribulaci—n; y nuestros padres no hallaban
alimentos. Cuando oy— Jacob que
hab’a trigo en Egipto, envi— a nuestros padres la primera vez.
Y en la segunda, JosŽ se dio a conocer a sus
hermanos, y fue manifestado a Fara—n el linaje de JosŽ. Y enviando JosŽ, hizo venir a su padre
Jacob, y a toda su parentela, en nœmero de setenta y cinco personas.
Por muchos a–os, hab’a
gran divisi—n entre JosŽ y sus hermanos, pero llegando al fin del libro de
GŽnesis, cuando sus hermanos estaban bien arrepentidos, hubo una reconciliaci—n.
Pero sin un
arrepentimiento, no hay perd—n.
Ese serm—n va a ayudar en producir el arrepentimiento en algunos, como
Saulo, pero no en todos.
15-20) As’ descendi— Jacob a Egipto, donde muri— Žl,
y tambiŽn nuestros padres; los cuales fueron trasladados a Siquem, y puestos en
el sepulcro que a precio de dinero compr— Abraham de los hijos de Hamor en
Siquem.
Pero cuando se acercaba el tiempo de la promesa, que
Dios hab’a jurado a Abraham, el pueblo creci— y se multiplic— en Egipto, hasta
que se levant— en Egipto otro rey que no conoc’a a JosŽ.
Este rey, usando de astucia con nuestro pueblo,
maltrat— a nuestros padres, a fin de que expusiesen a la muerte a sus ni–os,
para que no se propagasen. En
aquel mismo tiempo naci— MoisŽs, y fue agradable a Dios; y fue criado tres
meses en casa de su padre.
Esa parte ser‡ muy
relevante al caso de Esteban.
Porque recuerde, estaba acusado de hablar mal de MoisŽs. Pero Esteban va a probar dos cosas.
Antes que nada, Esteban es
un experto en la historia de MoisŽs, aunque, a lo mejo no fue a ninguna
universidad.
Pero cuando uno est‡ lleno
del Esp’ritu Santo de Dios, tarde o temprano, su mente ser‡ saturada con las
Santas Escrituras.
Y en segundo lugar,
Esteban va a mostrar que Žl mismo era mas amigo de MoisŽs, que ninguno de
ellos.
Esto era la verdad, pero
era una verdad que ellos no podr‡n soportar.
21-22) Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de
Fara—n le recogi— y le cri— como a hijo suyo. Y fue ense–ado MoisŽs en toda la sabidur’a de los egipcios;
y era poderoso en sus palabras y obras.
Se presente la historia de
MoisŽs, exactamente como es en la Biblia, y muchos de ustedes saben que es
verdad, porque hemos estado estudiando el mismo en los viernes.
23-25) Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta
a–os, le vino al coraz—n el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel.
Y al ver a uno que era maltratado, lo defendi—, e
hiriendo al egipcio, veng— al oprimido.
Pero Žl pensaba que sus hermanos comprend’an que Dios les dar’a libertad
por mano suya; mas ellos no lo hab’an entendido as’.
Esto tambiŽn era muy
relevante a la defensa de Esteban.
MoisŽs, como JosŽ, era un redentor, en un sentido un salvador, pero de
Egipto. Era un tipo, una sombra de
Cristo, y era muchas veces rechazado por su propio pueblo.
El pueblo jud’o se portaba
muy mal con MoisŽs, en el pasado, y el pueblo jud’o se portaba muy mal con
Cristo. pausa
Los jueces, aun
estaban escuchando con interŽs, pero en poco tiempo, estos jueces
poderosos, iban a dar cuenta, de que no era Esteban, sino ellos mismos que
estaban siendo juzgados.
26) Y al d’a siguiente, se present— a unos de ellos
que re–’an, y los pon’a en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, Àpor quŽ os
maltrat‡is el uno al otro?
27) Entonces el que maltrataba a su pr—jimo le
rechaz—, diciendo: ÀQuiŽn te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?
Y esto es exactamente lo
que estos jueces hicieron, rechazando a Cristo. La historia se repet’a, y no era
Esteban, sino estos jueces, que estaban en contra de MoisŽs, y en poco
tiempo, ser‡n ellos, los juzgados en la gran corte.
28) ÀQuieres tœ matarme, como mataste ayer al
egipcio?
Estos jud’os antiguos se
faltaban respeto al MoisŽs antiguo, como estos jueces faltaban el respeto
a Cristo, quien era el MoisŽs mas moderno, en un sentido.
29-32) Al o’r esta palabra, MoisŽs huy—, y vivi—
como extranjero en tierra de Madi‡n, donde engendr— dos hijos.
Pasados cuarenta a–os, un ‡ngel se le apareci— en el
desierto del monte Sina’, en la llama de fuego de una zarza.
Entonces MoisŽs, mirando, se maravill— de la visi—n;
y acerc‡ndose para observar, vino a Žl la voz del Se–or:
Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob. Y MoisŽs, temblando, no se atrev’a a mirar.
Esteban contaba la
historia de MoisŽs con perfecci—n.
Ese joven ha pasado mucho tiempo en las escrituras, y el Esp’ritu Santo
de Dios, le ayudaba a presentar una defensa sin defecto.
Ser‡ la verdad. Pero a estos jueces juzgados,
ser‡ una verdad totalmente insoportable.
Hasta San Pablo ser‡ en su
contra, pausa, por un rato. Pero despuŽs de este Serm—n cl‡sico de
Esteban, el joven Saulo, jam‡s ser’a el mismo.
Tomar‡ tiempo de germinar,
pero este discurso perfecto de Esteban, plant— la semilla en San Pablo. Y con el mismo Esp’ritu Santo, San
Pablo cambiar‡ al mundo.
33-34) Y le dijo el Se–or: Quita el calzado de tus
pies, porque el lugar en que est‡s es tierra santa. Ciertamente he
visto la aflicci—n de mi pueblo que est‡ en Egipto, y he o’do su gemido, y he
descendido para librarlos. Ahora, pues, ven, te enviarŽ a Egipto.
Esteban estaba al lado de MoisŽs,
pausa, no estaba nada en su
contra. Pero como veremos, estos religiosos
s’ estaban en su contra. Como
vimos en el libro de San Juan.
Juan 5:44-47 ÀC—mo podŽis vosotros creer, pues
recib’s
gloria
los unos de los otros, y no busc‡is la gloria que viene del Dios œnico?
No
pensŽis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, MoisŽs, en
quien tenŽis vuestra esperanza.
Porque
si creyeseis a MoisŽs, me creer’ais a m’, porque de m’ escribi— Žl.
Pero
si no creŽis a sus escritos, Àc—mo creerŽis a mis palabras?
Hasta debajo del
ministerio de Cristo, estos jueces estaban juzgados.
35-37) A este MoisŽs, a quien hab’an rechazado,
diciendo: ÀQuiŽn te ha puesto por gobernante y juez?, a Žste lo envi— Dios como
gobernante y libertador por mano del ‡ngel que se le apareci— en la zarza.
Este los sac—, habiendo hecho prodigios y se–ales en
tierra de Egipto, y en el Mar Rojo, y en el desierto por cuarenta a–os.
Este MoisŽs es el que dijo a los hijos de Israel:
Profeta os levantar‡ el Se–or vuestro Dios de entre vuestros hermanos, como a
m’; a Žl oirŽis.
El profeta de que MoisŽs
hablaba, era Cristo Jesœs, con esto el caso de Esteben estaba ganado.
Y Cristo, como el segundo
MoisŽs, en un sentido, tenia todo el derecho de cambiar costumbres, o leyes,
para eliminar los sacrificios, y para ordenar la destrucci—n del templo.
Esteben no estaba en
contra de MoisŽs, sino estos jueces juzgados estaban plenamente en
contra de MoisŽs.
38) Este es aquel MoisŽs que estuvo en la
congregaci—n en el desierto con el ‡ngel que le hablaba en el monte Sina’, y
con nuestros padres, y que recibi— palabras de vida que darnos;
39) al cual nuestros padres no quisieron obedecer,
sino que le desecharon, y en sus corazones se volvieron a Egipto,
Esto es lo que vamos a ver
muchas veces en el libro de ƒxodo.
Los jud’os estaban siempre
rechazando a la autoridad de MoisŽs, y estos jueces juzgados estaban
continuando su tradici—n malvada, pero con Cristo.
40) cuando dijeron a Aar—n: Haznos dioses que vayan
delante de nosotros; porque a este MoisŽs, que nos sac— de la tierra de Egipto,
no sabemos quŽ le haya acontecido.
Esteban efectivamente juzgaba
a los jueces. El pueblo jud’o,
era mayormente comprometido a la idolatr’a. Esteben sabia esto porque Esteban actualmente estudiaba su
Biblia. ÀY tu?
41) Entonces hicieron un becerro, y ofrecieron
sacrificio al ’dolo, y en las obras de sus manos se regocijaron.
Esta era la identidad
verdadera del pueblo jud’o, en contra de MoisŽs, y dedicado a los ’dolos.
Esto era la verdad. Pero como veremos en poco, era una verdad
insoportable.
42) Y Dios se apart—, y los entreg— a que rindiesen
culto al ejŽrcito del cielo; como est‡ escrito en el libro de los profetas:
ÀAcaso me ofrecisteis v’ctimas y sacrificios
En el desierto por cuarenta a–os, casa de Israel?
43) Antes bien llevasteis el tabern‡culo de Moloc,
Y la estrella de vuestro dios Renf‡n,
Figuras que os hicisteis para adorarlas.
Os transportarŽ, pues, m‡s all‡ de Babilonia.
Para los corruptos, es
sumamente peligroso, discutir con alguien que actualmente conoce las
escrituras.
44) Tuvieron nuestros padres el tabern‡culo del
testimonio en el desierto, como hab’a ordenado Dios cuando dijo a MoisŽs que lo
hiciese conforme al modelo que hab’a visto.
El tabern‡culo era como
una iglesia port‡til. Esto exist’a
antes del templo. Era posible
adorar a Dios sin ningœn templo.
45-46) El cual, recibido a su vez por nuestros
padres, lo introdujeron con JosuŽ al tomar posesi—n de la tierra de los
gentiles, a los cuales Dios arroj— de la presencia de nuestros padres, hasta
los d’as de David. Este hall—
gracia delante de Dios, y pidi— proveer tabern‡culo para el Dios de Jacob.
David tenia en su coraz—n,
construir un templo para Dios.
Pero para esto, Dios no tenia prisa, porque un templo no es algo que
Dios necesita.
47-50) Mas Salom—n le edific— casa;
si bien el Alt’simo no habita en templos hechos de
mano, como dice el profeta:
El cielo es mi trono,
Y la tierra el estrado de mis pies.
ÀQuŽ casa me edificarŽis? dice el Se–or;
ÀO cu‡l es el lugar de mi reposo?
ÀNo hizo mi mano todas estas cosas?
Ahora, los jueces
sab’an, que han sido juzgados.
Esteban estaba acusado de decir cosas malas en contra del templo, pero
ahora ha comprado, B’blicamente, que el templo jam‡s ha sido necesario.
Los jueces ya
sab’an, que han sido juzgados.
Y ahora Esteban tenia que
apurar se un poco, porque siendo tan severamente juzgados, estos jueces
no iban a tolerar mas.
Ahora, completamente lleno
del Esp’ritu Santo de Dios, dice Esteban enÉ
51) !!Duros de cerviz, e incircuncisos de coraz—n y
de o’dos! Vosotros resist’s siempre al Esp’ritu Santo; como vuestros padres,
as’ tambiŽn vosotros.
Ahora el acusado, con el
poder de Dios, dejaba sus jueces, juzgados.
52) ÀA cu‡l de los profetas no persiguieron vuestros
padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de
quien vosotros ahora habŽis sido entregadores y matadores;
Los jueces ya
estaban hartos de estar acusados de la Sangre de Cristo. Pero ellos lo buscaban, porque como
vimos enÉ
Mateo 27:24-25 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se
hac’a
m‡s alboroto, tom— agua y se lav— las manos delante del pueblo, diciendo:
Inocente soy yo de la sangre de este justo; all‡ vosotros.
Y
respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre
nuestros hijos.
Ahora el punto finalÉ
53) vosotros que recibisteis la ley por disposici—n
de ‡ngeles, y no la guardasteis.
Esteban los dejaban
condenados como criminales y como rebeldes.
54) Oyendo estas cosas, se enfurec’an en sus corazones,
y cruj’an los dientes contra Žl.
Ya van a convertirse casi
en bestias. Y esto es lo que puede
pasar a los que tienen algo de la religi—n, pero no creen la palabra de Dios.
55-56) Pero Esteban, lleno del Esp’ritu Santo,
puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesœs que estaba a la
diestra de Dios, y dijo: He aqu’, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre
que est‡ a la diestra de Dios.
Esteban no tenia temor
alguno. Los disc’pulos tempranos
eran as’, sin cobard’a alguna.
En nuestros tiempos, la
iglesia es cada vez mas dŽbil, porque la mayor’a de nosotros, somos cobardes.
Pero no eran as’ en la
iglesia temprana.
Por esto, siempre dejaron
su impacto, en todos lados.
57) Entonces ellos, dando grandes voces, se taparon
los o’dos, y arremetieron a una contra Žl.
Esto es lo que dije. El testimonio de Esteban era la verdad,
pero era una verdad totalmente insoportable.
58) Y ech‡ndole fuera de la ciudad, le apedrearon; y
los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
ÁAh! por fin tenemos la
apariencia de San Pablo. Lucas es
el autor del libro de hechos, y se viajaba mucho con San Pablo.
A lo mejor Pablo ayudaba a
Lucas, con muchos de estos detalles. Detalles que cambiaban la vida de Pablo, para siempre.
59-60) Y apedreaban a Esteban, mientras Žl invocaba
y dec’a: Se–or Jesœs, recibe mi esp’ritu.
Y puesto de rodillas, clam— a gran voz: Se–or, no les tomes en cuenta
este pecado. Y habiendo dicho esto, durmi—.
Esteban muria depuesto a
perdonar a sus jueces. Y
esto era como Cristo cuando dijo, desde la cruz.
Lucas 23:34 Padre, perd—nalos,
porque
no saben lo que hacen.
Pero orar por el perd—n no
es el mismo que perdonar. Algunos
de los que estaban presentes a la muerte de Cristo, creyeron y se arrepintieron,
y esto tiene que venir antes del perd—n.
Y hay un verso mas que
tememos que incluir, del capitulo que sigue.
Hechos 8:1 Y Saulo consent’a en su muerte. En aquel d’a
hubo
una gran persecuci—n contra la iglesia que estaba en JerusalŽn; y todos fueron
esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los ap—stoles.
El diablo estaba enojado,
y Saulo aun estaba al lado del diablo.
Pero esto va a cambiar. Y
si quieres ver c—mo, ser‡ necesario, regresar para los pr—ximos, episodios.
========================== Conclusi—n ======================
Es posible tener algo de
religi—n, y aun estar muy, pero muy malvado. Lo importante es tener la verdad de Cristo, y el Esp’ritu
Santo viviendo en tu ser.
Si es tu deseo, servir
como Esteban, y no solamente existir como otro cobarde, como la gran mayor’a en
las iglesias modernas, puedes pasar y oraremos contigo, por el poder del Esp’ritu
Santo en tu vida.
Vamos a orar