27 de noviembre
de 20
Acabando
Con El Mundo
ƒxodo
11:1-10
Ahora tenemos un capitulo bien corto. El primero de tres, sobre la ultima plaga. Y esa ultima plaga, ser‡ la mas
importante, y sobre todo, la mas potente.
De echo, era la primera anunciada muy temprano en el libro.
Aun antes de empezar a regresar a Egipto, cuando MoisŽs estaba en el
desierto, vimos esto.
ƒxodo 4:20-23 Entonces
MoisŽs tom— su mujer y sus hijos, y
los puso sobre un asno, y volvi— a
tierra de Egipto. Tom— tambiŽn MoisŽs la vara de Dios en su mano.
Y dijo Jehov‡ a MoisŽs: Cuando hayas
vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Fara—n todas las maravillas que he
puesto en tu mano; pero yo endurecerŽ su coraz—n, de modo que no dejar‡ ir al
pueblo.
Y dir‡s a Fara—n: Jehov‡ ha dicho as’:
Israel es mi hijo, mi primogŽnito.
Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo,
para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aqu’ yo voy a matar a tu
hijo, tu primogŽnito.
Israel era, en un sentido metaf—rico, el primogŽnito de Dios.
Y claro, de ellos iba a salir el Cristo, siglos mas tarde. Pero era claro desde el principio, que
no era nada injusto para Dios, matar al pr’ncipe, o sea al primogŽnito de
Fara—n.
Y Dios estaba planeando sacrificar a su primogŽnito, para acabar con
el pecado destructivo en nosotros.
Cosa que siempre celebramos como Cristianos. pausa
Pero la ultima plaga ser‡ la mas significante, porque es una gran
redenci—n de la esclavitud, que representa a nuestra redenci—n, de la garras
del mundo, y de la tiran’a del diablo.
Terminando el ultimo capitulo el tirano amenazaba a MoisŽs con la
muerte.
ƒxodo 10:28 Y
le dijo Fara—n: Ret’rate de m’; gu‡rdate que
no veas m‡s mi rostro, porque en cualquier
d’a que vieres mi rostro, morir‡s.
Y esto es lo que Dios dir‡ mas tarde en el libro, que nadie puede
mirar a su cara, sin morir.
Pero si el Fara—n quiere invocar la muerte, la muerte tendr‡.
1) Jehov‡ dijo a MoisŽs: Una plaga
traerŽ aœn sobre Fara—n y sobre Egipto, despuŽs de la cual Žl os dejar‡ ir de
aqu’; y seguramente os echar‡ de aqu’ del todo.
Garantizado, esa plaga va a funcionar. Finalmente, todos iban a ver, con claridad quŽ peligroso, y
que destructivo es el pecado.
Los egipcios ya estaban hartos, y para ellos ese gran rey era una
carga insoportable.
ƒxodo 10:7 Entonces los siervos
de Fara—n le dijeron:
ÀHasta cu‡ndo ser‡ este hombre un lazo
para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehov‡ su Dios.
ÀAcaso no sabes todav’a que Egipto est‡ ya destruido?
El lazo verdadero era el rey, no MoisŽs. Pero nadie atrev’a a decir esto.
Pero poco a poco podemos entender porquŽ era tan necesario acabar con el mundo en los tiempos de
NoŽ. En vez de arrepentir se y
prestar atenci—n, como se hac’an en N’nive, bajo la predicaci—n de Jon‡s, se
pusieron duros, hasta al extremo, con la violencia como en nuestros tiempos.
2) Habla ahora al pueblo, y que cada
uno pida a su vecino, y cada una a su vecina, alhajas de plata y de oro.
Esto tambiŽn fue revelado antes.
Es que no se iban a salir con las manos vac’as. Y esto fue justo por varias razones.
DespuŽs de muchos a–os de salarios robados, los trabajadores iban a
recibir su recompensa. Es mas,
todo el dinero del mundo, en realidad, es propiedad de Dios, y Žl puede hacer
lo que quiere, con los suyo.
Y Dios tenia planes en el destierro de construir un tabern‡culo, que
iban necesitar metales preciosos.
Los que conocen la historia, saben que el pueblo de Dios iba a emplear
estos tesoros para formar un becerro de oro. Y esto es la prueba de que el pueblo hebreo, no era mucho
mas santo, a estas alturas, que los egipcios. pausa Por esto, cuando sean redimidos, ser‡n redimidos por la
sangre, s’mbolo del sacrificio de Cristo.
3) Y Jehov‡ dio gracia al pueblo en
los ojos de los egipcios. TambiŽn MoisŽs era tenido por gran var—n en la tierra
de Egipto, a los ojos de los siervos de Fara—n, y a los ojos del pueblo.
Viendo la manera en que MoisŽs regresaba una y otra vez, sin temor
para amonestar al rey, y despuŽs orar por una cesaci—n de la plaga, MoisŽs,
poco a poco ganaba el respeto de todos, menos Fara—n.
Por su orgullo, y por la maldici—n de confiar en los hechiceros por
gran parte de su vida, ese rey no iba a entender que con MoisŽs, el hombre de
Dios, estaba derrotado.
3) Y Jehov‡ dio gracia al pueblo en
los ojos de los egipcios. TambiŽn MoisŽs era tenido por gran var—n en la tierra
de Egipto, a los ojos de los siervos de Fara—n, y a los ojos del pueblo.
Y cuando se pidieron la plata el oro, y la ropa costosa de sus
vecinos, no hab’a nada de resistencia.
Dios estaba inclinando sus corazones a la generosidad, y ellos deseaban
mostrar que ahora no querr’an ofender el gran Dios aun mas.
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Y aqu’ parece que MoisŽs aun estaba en la presencia de Fara—n, para
darle unas condenaciones mas.
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4-5) Dijo, pues, MoisŽs: Jehov‡ ha
dicho as’: A la medianoche yo saldrŽ por en medio de Egipto, y morir‡ todo
primogŽnito en tierra de Egipto, desde el primogŽnito de Fara—n que se sienta
en su trono, hasta el primogŽnito de la sierva que est‡ tras el molino, y todo
primogŽnito de las bestias.
Lo curioso aqu’, es que Dios no dice que iba mandar a su ‡ngel, como
en las pel’culas, sino que dice que Dios mismo iba a llevar acabo las ejecuciones,
como en el diluvio de Noe.
Aqu’ otros han cre’do que esto parece un poco injusto, matar al
primogŽnito de todos, en vez de simplemente castigar al Fara—n. pausa
Pero no es as’, aparte de la sangre de Cristo, la inocencia no
existe. Esto es un mito. Durante el gran diluvio, Dios mataba a
todos. TambiŽn en la tierra de
Sodoma y Gomorra.
La Biblia no dice que el ni–o muy peque–o es de alguna manera
inocente, si no tiene por lo menos uno de sus padres, salvado por la fe.
1 Corintios 7:14 Porque
el marido incrŽdulo es santificado
en la mujer, y la mujer incrŽdula en
el marido; pues de otra manera vuestros hijos ser’an inmundos, mientras que
ahora son santos.
Si esto te parece extra–o, que haya hijos santos e hijos inmundos, pausa, posiblemente aun tienes problemas
pensando en tŽrminos del pacto de Dios.
Y este texto est‡ en el nuevo testamento. Tal vez debes de tomar esto de 1 Corintios 7:14, y meditar
en el pasaje, en casa.
6) Y habr‡ gran clamor por toda la
tierra de Egipto, cual nunca hubo, ni jam‡s habr‡.
Todas las familias, menos las del pueblo del pacto, pero todos los
dem‡s iban a sufrir la perdida, de uno, o de unos seres queridos, en la media
noche.
Y los que no ten’an primogŽnitos, o no eran primogŽnitos, por los
menos iban a perder animales.
Porque como en el gran diluvio, hasta los animales iban a sufrir.
7) Pero contra todos los hijos de
Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro mover‡ su lengua, para que
sep‡is que Jehov‡ hace diferencia entre los egipcios y los israelitas.
ÀY cual ser‡ el s’mbolo de la diferencia?
Veremos en los cap’tulos que sigan, que la diferencia ser‡ la sangre
sobre la puerta de los redimidos.
Todos los que iban a estar redimidos, iban a tener esa marca, la sangre
de la redenci—n. Era la œnica
manera de escapar.
Ahora, MoisŽs hablandoÉ
8) Y descender‡n a m’ todos estos tus
siervos, e inclinados delante de m’ dir‡n: Vete, tœ y todo el pueblo que est‡
debajo de ti; y despuŽs de esto yo saldrŽ. Y sali— muy enojado de la presencia
de Fara—n.
Es que mas y mas, Fara—n estaba perdiendo su credibilidad y su
autoridad. Los otros lideres iban a
tomar cartas en el asunto.
Si Dios acababa con los primogŽnitos, se pudiera acabar con el mundo entero, como en el diluvio, Egipto siendo
s’mbolo del mundo ca’do y lleno de ’dolos. pausa
Pero en realidad, esa guerra no ha terminado, porque Fara—n, tiene
mucho mas que perder. Es que Dios
estaba acabando con su mundo.
9) Y Jehov‡ dijo a MoisŽs: Fara—n no
os oir‡, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto.
De una manera u otra Dios iba a recibir su gloria de esa situaci—n,
esto es, como siempre, lo mas importante.
Pero podemos sacar mucha doctrina de este hombre con el coraz—n
endurecido.
10) Y MoisŽs y Aar—n hicieron todos
estos prodigios delante de Fara—n; pues Jehov‡ hab’a endurecido el coraz—n de
Fara—n, y no envi— a los hijos de Israel fuera de su pa’s.
Este rey jam‡s se humillaba delante de Dios, y se trataba de mantener
su autoridad como magistrado. Pero
esto era su gran error, y como veremos en los cap’tulos que sigan, Dios estaba acabando con su mundo.
========================= Aplicaci—n ======================
Muchos estudiando esa vida del gran rey de Egipto, concluyen que su
caso era excepcional, algo raro, algo que casi nunca se ve. pausa
Pero no es cierto. En
realidad, esto es el caso normal del pecado. Esto ser‡ la historia de pueblo hebreo, en la temporada de
los profetas.
DespuŽs de David y Salom—n, los reyes eran mayormente corrompidos, y
leyendo a Jerem’as, a Isa’as o a Ezequiel, se ve a los profetas de Dios,
amonestando a los reyes de Israel, y de Jud‡, llamando les al arrepentimiento.
Pero ellos, casi todos, se pusieron duros, a veces atacando a los mismos
profetas, hasta que como en este capitulo, Dios tenia que acabar con su mundo, con el cautiverio a Babilonia.
La historia de Fara—n no es nada rara, nada fuera del normal para el
coraz—n rebelde.
Vimos en el principio de Isa’as, como Dios estaba convencido de los
corazones duros, en su pueblo.
Isa’as 6:8-10 DespuŽs o’ la
voz del Se–or, que dec’a: ÀA
quiŽn enviarŽ, y quiŽn ir‡ por
nosotros? Entonces respond’ yo: Heme aqu’, env’ame a m’.
Y dijo: Anda, y di a este pueblo: O’d
bien, y no entend‡is; ved por cierto, mas no comprend‡is.
Engruesa el coraz—n de este pueblo, y
agrava sus o’dos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con
sus o’dos, ni su coraz—n entienda, ni se convierta, y haya para Žl sanidad.
Y esto es lo que pasaba durante toda la Žpoca de los profetas grandes,
y tambiŽn con los menores. Y por
esto, Dios tenia que acabar con su mundo,
arrastrando casi todos a Babilonia, con mucha vergŸenza y con mucho
sufrimiento.
Por esto dice enÉ
Hebreos 3:15 Si
oyereis hoy su voz,
No endurezc‡is vuestros corazones,
como en la provocaci—n.
Pero por la misericordia de Dios, durante el tiempo de Esdras, y de
Nehem’as, el pueblo recibi— otro Žxodo, y se regresaron a la tierra prometida,
para tener otra oportunidad.
Pero cuando Cristo finalmente llegaba, era casi el mismo.
La gran mayor’a, y los del liderazgo, no escucharon a Cristo, sino que
estaban en su contra. Juan hasta
citaba otra vez este texto de Isa’as.
Juan 12:39-40 Por esto no
pod’an creer, porque tambiŽn dijo
Isa’as: Ceg— los
ojos de ellos, y endureci— su
coraz—n; Para que
no vean con los ojos, y
entiendan con el
coraz—n, Y se conviertan, y
yo los sane.
Claro hasta algunos de los lideres se creyeron, pero la mayor’a
rechazaban a Cristo. Y en el a–o
70, dŽcadas despuŽs de la resurrecci—n, Dios tenia que acabar son su mundo.
Y Cristo lo anunciaba muchas veces.
Mateo 24:1-2 Cuando
Jesœs sali— del templo y se iba, se
acercaron sus disc’pulos para
mostrarle los edificios del templo.
Respondiendo Žl, les dijo: ÀVeis todo
esto? De cierto os digo, que no quedar‡ aqu’ piedra sobre piedra, que no sea
derribada.
Cristo hasta lloraba sobre la cuidad, por su coraz—n duro.
Lucas 19:41-44 Y cuando lleg—
cerca de la ciudad, al verla,
llor— sobre ella, diciendo: !!Oh, si
tambiŽn tœ conocieses, a lo menos en este tu d’a, lo que es para tu paz! Mas
ahora est‡ encubierto de tus ojos.
Porque vendr‡n d’as sobre ti, cuando
tus enemigos te rodear‡n con vallado, y te sitiar‡n, y por todas partes te
estrechar‡n,
y
te derribar‡n a tierra, y a tus hijos dentro
de ti, y no dejar‡n en ti piedra sobre
piedra, por cuanto no conociste el tiempo de tu visitaci—n.
Muchos, como Fara—n, creen que es poca cosa, ignorar o rechazar la
palabra de Dios, pero no es cierto.
Rechazar las amonestaciones de Dios puede ser catastr—fico.
Ahora cerrando, vamos a considerar lo que Cristo dijo a las mujeres
que lloraban para Žl, en su v’a dolorosa.
Lucas 23:26-31 Y llev‡ndole,
tomaron a cierto Sim—n de
Cirene, que ven’a del campo, y le
pusieron encima la cruz para que la llevase tras Jesœs.
Y le segu’a gran multitud del pueblo,
y de mujeres que lloraban y hac’an lamentaci—n por Žl.
Pero Jesœs, vuelto hacia ellas, les
dijo: Hijas de JerusalŽn, no llorŽis por m’, sino llorad por vosotras mismas y
por vuestros hijos.
Porque he aqu’ vendr‡n d’as en que
dir‡n: Bienaventuradas las estŽriles, y los vientres que no concibieron, y los
pechos que no criaron.
Entonces comenzar‡n a decir a los
montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.
Porque si en el ‡rbol verde hacen
estas cosas, Àen el seco, quŽ no se har‡?
Como MoisŽs estaba enojado, sabiendo cuan destructivo seria el
resultado de las decisiones del Fara—n, Cristo estaba triste, sabiendo lo que
iba a pasar con el pueblo Jud’o, por las decisiones de los fariseos.
ÀCu‡l es el punto de todo esto ya cerrando? Cuando te escuches la voz de Dios, llamando te al
arrepentimiento, sin demora, tienes que responder.
Hebreos 3:15 Si
oyereis hoy su voz,
No endurezc‡is vuestros corazones,
como en la provocaci—n.
Y si tu quieres pedir la ayuda de Dios para recapacitar, antes de que
sea muy tarde, antes que Dios tenga que acabar
con tu mundo, pausa, puedes pasar
al frente en unos momentos y oraremos para ti.
Vamos a Orar