30 de octubre de 2020

 

Confiando En Los Hechiceros

ƒxodo 7:1-25

 

En los œltimos cap’tulos, Dios tenia que soportar mucha resistencia, de parte de MoisŽs, como tal vez tiene que soportar la resistencia tuya, cuando desea hacer algo grande en tu vida, pausa, pero ahora, por fin, MoisŽs estaba bien preparado para la gran batalla.

 

1) Jehov‡ dijo a MoisŽs: Mira, yo te he constituido dios para Fara—n, y tu hermano Aar—n ser‡ tu profeta.

 

Cuando dice ÒdiosÓ, est‡ con ÒdÓ minœsculo, como Dios llamaba dioses a los magistrados en el Salmo 82.

 

ÀPero en quŽ sentido era MoisŽs un dios para fara—n?

 

Veremos, en los cap’tulos que sigan, que MoisŽs es en verdad, superior a Žl.

 

á      MoisŽs le dar‡ ordenes.

á      DespuŽs MoisŽs le va a castigar por no obedecer sus ordenes.

á      Cuando ese rey famoso se siente realmente apretado, se va a orar a MoisŽs, pidiendo que se quita esa o aquella plaga.

á      Y finalmente, MoisŽs se mostrar‡ capacitado con poderes sobrenaturales.

 

As’ que era un hecho, una realidad, MoisŽs era un ÒdiosÓ, con ÒdÓ minœsculo, pero solamente a un hombre, pero era un dios en el sentido de su gran poder.

 

2) Tœ dir‡s todas las cosas que yo te mande, y Aar—n tu hermano hablar‡ a Fara—n, para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel.

 

MoisŽs y Aaron, ten’an que estar fieles a la palabra de Dios, y esto aplica a todo predicador, o pastor, o hasta a los padres, tenemos que decir a la gente, lo que Dios ha proclamado en su palabra.

 

Aun, cuando la palabra no est‡ muy de acuerdo con los tiempos en que estamos viviendo.

Proverbios 3:5-6     F’ate de Jehov‡ de todo tu coraz—n,

Y no te apoyes en tu propia prudencia.

 

Recon—celo en todos tus caminos,

Y Žl enderezar‡ tus veredas.

 

3) Y yo endurecerŽ el coraz—n de Fara—n, y multiplicarŽ en la tierra de Egipto mis se–ales y mis maravillas.

 

Otra vez dice que no ser’a f‡cil, con Dios a cada rato endureciendo el coraz—n de Fara—n.  Pero Dios tenia sus razones.

 

Muchos ten’an que aprender de la grandeza de Dios.  Sabemos por otras escrituras, que ya muchos de los jud’os, han adoptado algo del paganismo de Egipto.   Estos ten’an que ver y entender el poder de Jehov‡.

 

Y hasta personas de otros pa’ses iban a escuchar de lo que pasaba entre MoisŽs y Fara—n, y creyendo lo, se iban a estar salvadas.

 

Tenemos un caso en particular, en Jeric—, de una hermana, que antes era ramera, pero se terminaba en el linaje actual de la familia de Cristo Jesœs.

 

JosuŽ 2:9-11   SŽ que Jehov‡ os ha dado esta tierra; porque

el temor de vosotros ha ca’do sobre nosotros, y todos los moradores del pa’s ya han desmayado por causa de vosotros.

 

Porque hemos o’do que Jehov‡ hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habŽis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jord‡n, a Seh—n y a Og, a los cuales habŽis destruido.

 

Oyendo esto, ha desmayado nuestro coraz—n; ni ha quedado m‡s aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehov‡ vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra.

 

As’ que por muchas razones justas, Dios andaba endureciendo el coraz—n a Fara—n, a cada cuando.

 

4) Y Fara—n no os oir‡; mas yo pondrŽ mi mano sobre Egipto, y sacarŽ a mis ejŽrcitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios.

 

Interesante aqu’ la manera en que Dios dice que vio el pueblo de los jud’os, como su ejercito.

 

Estos eran esclavos, mayormente trabajando en la construcci—n. pausa  Pero Dios vio en ellos un gran ejercito. 

 

ÀPero por que?  pausa   Bueno, hay muchas razones pero una muy relevante al estudio de hoy, es que despuŽs de pasar por el desierto, los hebreos iban a atacar y a aplastar a la gente que moraba en la tierra prometida, porque eran sumamente contaminadas.

 

Y gran parte de su contaminaci—n era por la confianza que ten’an en los hechiceros.

 

Deuteronomio 18:9-14 Cuando entres a la tierra que Jehov‡

tu Dios te da, no aprender‡s a hacer segœn las abominaciones de aquellas naciones.

 

No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinaci—n, ni agorero, ni sort’lego, ni hechicero, ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos.

 

Porque es abominaci—n para con Jehov‡ cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehov‡ tu Dios echa estas naciones de delante de ti.

 

Perfecto ser‡s delante de Jehov‡ tu Dios.

 

Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehov‡ tu Dios.

 

En fin Dios ve’a un ejercito entre los hebreos, que iba a destruir estas naciones, que andaban confiando en los hechiceros.

 

5) Y sabr‡n los egipcios que yo soy Jehov‡, cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos.

 

Dios estaba produciendo gloria para si mismo.  Es malo para nosotros glorificar a nosotros mismos, pero para Dios es bueno, y es correcto.

 

6) E hizo MoisŽs y Aar—n como Jehov‡ les mand—; as’ lo hicieron.

 

Esto es una evidencia de que MoisŽs y su hermano iban a tener un gran Žxito, por fin se obedec’an lo que Dios mandaba.

 

7) Era MoisŽs de edad de ochenta a–os, y Aar—n de edad de ochenta y tres, cuando hablaron a Fara—n.

 

Aqu’ podemos atacar con todo empe–o, la doctrina sat‡nica de la jubilaci—n.  Hermanos, mientras Dios nos da fuerzas, tenemos que continuar en su servicio.  Siempre hay algo que podemos hacer, en la lucha.

 

Y hablando de tomar la tierra prometida, hab’a otro hŽroe que tenia ochenta y cinco a–os de edad.  Se llamaba Caleb hijo de Jefone.

 

JosuŽ 14:10-13 Ahora bien, Jehov‡ me ha hecho vivir, como Žl

dijo, estos cuarenta y cinco a–os, desde el tiempo que Jehov‡ habl— estas palabras a MoisŽs, cuando Israel andaba por el desierto; y ahora, he aqu’, hoy soy de edad de ochenta y cinco a–os.

 

Todav’a estoy tan fuerte como el d’a que MoisŽs me envi—; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar.

 

Dame, pues, ahora este monte, del cual habl— Jehov‡ aquel d’a; porque tœ o’ste en aquel d’a que los anaceos est‡n all’, y que hay ciudades grandes y fortificadas. Quiz‡ Jehov‡ estar‡ conmigo, y los echarŽ, como Jehov‡ ha dicho.

JosuŽ entonces le bendijo, y dio a Caleb hijo de Jefone a Hebr—n por heredad.

 

Entonces, hermano, jam‡s puedes pensar que cuando te avances algo en tu edad, que ser‡n tiempos de solamente descansar.

 

8-9) Habl— Jehov‡ a MoisŽs y a Aar—n, diciendo: Si Fara—n os respondiere diciendo: Mostrad milagro; dir‡s a Aar—n: Toma tu vara, y Žchala delante de Fara—n, para que se haga culebra.

 

Es que el Fara—n, solamente respetaba el poder, se viv’a por el poder y no iba a responder a nada mas que el poder.

 

10) Vinieron, pues, MoisŽs y Aar—n a Fara—n, e hicieron como Jehov‡ lo hab’a mandado. Y ech— Aar—n su vara delante de Fara—n y de sus siervos, y se hizo culebra.

 

Esto es el principio de la batalla de poderes.

 

11-12) Entonces llam— tambiŽn Fara—n sabios y hechiceros, e hicieron tambiŽn lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos; pues ech— cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras; mas la vara de Aar—n devor— las varas de ellos.

 

Tenemos aqu’ lo que parece una victoria peque–a, la vara de Aar—n devor— las varas de ellos.

 

Pero hay aqu’ un punto contundente.  Es muy claro ya, que Fara—n es un perdedor, porque su confianza est‡ en los hechiceros.

 

Y es posible que estos hechiceros aun ten’an un gran resentimiento en contra de los jud’os.

 

Porque siglos atr‡s, JosŽ tenia que interpretar el sue–o de otro Fara—n, porque sus grandes hechiceros simplemente no pudieron ofrecer ayuda alguna.

 

Casi el mismo pasaba en el libro de Daniel.  El gran rey Nabucodonosor tenia un sue–o que ni pudo recordar, y los hechiceros no pudieron ayudar, solamente Daniel, el profeta de Dios, pudo revelar y explicar su sue–o extra–o.

 

 

 

 

Pero el punto es claro, los que andan confiando en los hechiceros, si no se arrepientan con toda prisa, ser‡n destruidos por Dios.  As’ que este rey ya ha perdido la batalla.

 

13) Y el coraz—n de Fara—n se endureci—, y no los escuch—, como Jehov‡ lo hab’a dicho.

 

Claro, no se va a creer, es un gran perdedor, que puso su confianza en los hechiceros.  Pero ni modo, la batalla tenia que continuar.

 

14-15) Entonces Jehov‡ dijo a MoisŽs: El coraz—n de Fara—n est‡ endurecido, y no quiere dejar ir al pueblo.  Ve por la ma–ana a Fara—n, he aqu’ que Žl sale al r’o; y tœ ponte a la ribera delante de Žl, y toma en tu mano la vara que se volvi— culebra, y dile: Jehov‡ el Dios de los hebreos me ha enviado a ti, diciendo: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva en el desierto; y he aqu’ que hasta ahora no has querido o’r.

 

Podemos ver ya, como MoisŽs estaba tomando la postura de un dios delante de Fara—n, tiene poder de rega–ar y de ordenar.

 

17) As’ ha dicho Jehov‡: En esto conocer‡s que yo soy Jehov‡: he aqu’, yo golpearŽ con la vara que tengo en mi mano el agua que est‡ en el r’o, y se convertir‡ en sangre.

 

El rey se fue muy de ma–ana, a lo mejor para adorar al gran r’o, porque esto era la fuente de casi toda su riqueza.

 

Y como sorpresa, all’ estaba MoisŽs, intensificando la batalla.

 

18) Y los peces que hay en el r’o morir‡n, y heder‡ el r’o, y los egipcios tendr‡n asco de beber el agua del r’o.

 

Era una gran amenaza, porque sin la bendici—n del r’o, la vida egipcia seria una miseria.

 

19) Y Jehov‡ dijo a MoisŽs: Di a Aar—n: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus r’os, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus dep—sitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la regi—n de Egipto, as’ en los vasos de madera como en los de piedra.

 

Los poderes mostrados ya eran cada vez mas grandes.

20) Y MoisŽs y Aar—n hicieron como Jehov‡ lo mand—; y alzando la vara golpe— las aguas que hab’a en el r’o, en presencia de Fara—n y de sus siervos; y todas las aguas que hab’a en el r’o se convirtieron en sangre.

 

En esto hab’a gran simbolismo.  Esto actualmente pasaba, era un gran milagro, pero tambiŽn se llevaba simbolismo.

 

Egipto ya estaba empezando a sangrar, delante del poder de Dios.  Lo de MoisŽs ya no era unos locos viejos rogando por un poco de misericordia.  La salida, el Žxodo, ya no era una petici—n, ni un ruego, era una orden.

 

Y por mas que este rey perdedor decid’a resistir a este mandato, mas le iba a costar.

 

20) Y MoisŽs y Aar—n hicieron como Jehov‡ lo mand—; y alzando la vara golpe— las aguas que hab’a en el r’o, en presencia de Fara—n y de sus siervos; y todas las aguas que hab’a en el r’o se convirtieron en sangre.

 

Cuando MoisŽs era ni–o, muchos ni–os hebreos perdieron sus vidas en el r’o, y esto de la sangre, era un anuncio de que mas tarde este rey, y sus soldados iban a perder sus vidas en un mar rujo, rojo como esa sangre.

 

Hay mucho simbolismo de sangre en el libro de Apocalipsis.

 

Apocalipsis 8:8-9    El segundo ‡ngel toc— la trompeta, y como

una gran monta–a ardiendo en fuego fue precipitada en el mar; y la tercera parte del mar se convirti— en sangre.

 

Y muri— la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.

 

Cuando aparece la sangre, es una advertencia de grandes juicios.  Como durante la vida de NoŽ, hab’a mucho derramamiento de sangre, y el mundo entero se ca’a bajo el juicio de Dios.

 

Otra vezÉ

Apocalipsis 16:6     Por cuanto derramaron la sangre de los

santos y de los profetas, tambiŽn tœ les has dado a beber sangre; pues lo merecen.

 

ContinuandoÉ

 

21) Asimismo los peces que hab’a en el r’o murieron; y el r’o se corrompi—, tanto que los egipcios no pod’an beber de Žl. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto.

 

Antes, lo de MoisŽs era mayormente palabras, pero ahora vemos hechos.  Y esto hechos estaban impactando las vidas de todos.

 

Ahora todo el mundo sabia que algo no estaba bien, y seguramente todo el mundo estaba hablando de esto.

 

22) Y los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; y el coraz—n de Fara—n se endureci—, y no los escuch—; como Jehov‡ lo hab’a dicho.

 

El comentarista Mathew Henry, dijo que si estos hechiceros inœtiles pudieron lavar el agua, quitando la sangre, seria algo.

 

Pero si solamente se pudieran convertir la poca agua que se quedaba en sangre, no era nada de valor.  Claramente era obra del diablo que lejos de quitar la maldici—n de Dios, solamente puede intensificar la.

 

23-24) Y Fara—n se volvi— y fue a su casa, y no dio atenci—n tampoco a esto.  Y en todo Egipto hicieron pozos alrededor del r’o para beber, porque no pod’an beber de las aguas del r’o.

 

El rey no dio atenci—n a esto, porque su confianza estaba en los hechiceros.  Por esto sabemos que era un gran perdedor.

 

Hermanos Dios est‡ muy, pero muy en contra de los hechiceros.

En el capitulo 21 de este mismo libro, unos cap’tulos despuŽs de los diez mandamientos, Dios dir‡É

 

ƒxodo 22:18    A la hechicera no dejar‡s que viva.

 

Era ilegal tener hechiceros en el pueblo de Dios, y si tu has confiado en los hechiceros, quiero orar para ti, terminando el servicio porque en los ojos de Dios, es algo serio, y es algo sumamente repugnante.

 

Ahora, una ley mas al respetoÉ

 

 

Lev’tico 20:27 Y el hombre o la mujer que evocare esp’ritus

de muertos o se entregare a la adivinaci—n, ha de morir; ser‡n apedreados; su sangre ser‡ sobre ellos.

 

La pena de la muerte no era solamente para los hechiceros, sino tambiŽn era para sus clientes. 

 

25) Y se cumplieron siete d’as despuŽs que Jehov‡ hiri— el r’o.

 

Antes vimos a los hebreos, sufriendo, haciendo ladrillos sin paja.  Su vida de repente era algo incomodo.  pausa

 

Pero ahora, la vida de los egipcios era incomoda, tratando de encontrar un poquito de agua, solamente para vivir, y para continuar sus negocios.

 

Y como se puede ver en este ultimo verso Dios lo dejaba as’ por una semana, esta condici—n de miseria, para los que confiaban en los hechiceros.

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Hay algunos que realmente no creen que estos hechiceros, ten’an poderes sobrenaturales, que su obra no era nada mas que un enga–o.  Pero esto es ingenuo.  Estos malvados tienen poderes del diablo.

 

Si lo estudias puedes ver que ha habido curanderos poderosos en Brasil, que curaban a veces cien personas cada d’a, sin costos pero era sumamente peligroso para los que confiaban en los hechiceros.

 

Es que hay testimonios de que cuando un creyente se fue a estos criminales, se perdieron todo su deseo de orar o de aprender de la palabra de Dios.  Recibieron una forma de sanidad, pero el costo era demasiado caro.

 

No te metas con estas cosas hermano, jam‡s.  Te pongas a tu alma en gran peligro.

 

TambiŽn ahora existe en los filipinas lo que se llama la cirug’a s’quica, en que se abran el estomago con sus manos, ni limpios, y sacan cosas, produciendo una sanidad.  Pero dejando te espiritualmente da–ado, tal vez para siempre.

 

No lo arriesgas, cayendo en la trampa de los que conf’an en los hechiceros.      Vamos a Orar