11 de octubre de 20

Condenando La Verdad

Juan 18:1-40

 

Muy temprano en la Biblia, Abraham recibi— un mandato extra–o de parte de Dios.  DespuŽs de esperar muchos a–os, esperando contra esperanza para su hijo, de Sara, Dios dijo que tenia que ofrecer ese hijo amado, como sacrificios humano.  pausa

 

Y justamente antes de cumplir ese mandato extra–o, se descubrieron que todo era una prueba.

 

GŽnesis 22:10-13     Y extendi— Abraham su mano y tom— el

cuchillo para degollar a su hijo.

 

Entonces el ‡ngel de Jehov‡ le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y Žl respondi—: Heme aqu’.

 

Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu œnico.

 

Entonces alz— Abraham sus ojos y mir—, y he aqu’ a sus espaldas un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos; y fue Abraham y tom— el carnero, y lo ofreci— en holocausto en lugar de su hijo.

 

En este dibujo b’blico, te puedes ver el evangelio, muy temprano en las escrituras.  Cuando el carnero fue ofrecido en lugar de Isaac, era como Cristo, ofrecido en lugar tuyo, y en lugar Mio, como veremos en los cap’tulos que siguen de Juan.

 

Abraham, finalmente no tenia que dar ese sacrificio tan tr‡gico, y doloroso.   Pero tu Padre Celestial, s’ tenia que sufrir el impacto completo de tal ofrenda.

 

Isa’as 53:10   Con todo eso, Jehov‡ quiso quebrantarlo,

sujet‡ndole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiaci—n por el pecado, ver‡ linaje, vivir‡ por largos d’as, y la voluntad de Jehov‡ ser‡ en su mano prosperada.

 

Ahora, regresando a nuestro capitulo.

 

1) Habiendo dicho Jesœs estas cosas, sali— con sus disc’pulos al otro lado del torrente de Cedr—n, donde hab’a un huerto, en el cual entr— con sus disc’pulos.

 

Cristo sabia que esta noche, se iban a venir para detener lo.  Pero no era el momento de huir, ni de escapar, sino que como Daniel, cuando se pusieron la ley en contra de la oraci—n suya, se continuaba en su practica normal, Cristo hizo el mismo.

 

Daniel 6:10    Cuando Daniel supo que el edicto hab’a sido

firmado, entr— en su casa, y abiertas las ventanas de su c‡mara que daban hacia JerusalŽn, se arrodillaba tres veces al d’a, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo sol’a hacer antes.

 

Los grandes de la fe, sigan con su relaci—n con Dios, aun cuando saben que se puede costar le muy caro.  pausa

 

Y por supuesto Daniel fue a los leones por esto, y Cristo a la cruz.

 

2) Y tambiŽn Judas, el que le entregaba, conoc’a aquel lugar, porque muchas veces Jesœs se hab’a reunido all’ con sus disc’pulos.

 

Tenia que ser este lugar, en un huerto.  Como Ad‡n perdi— el dominio en un huerto, condenado la verdad del mandato de Dios, Cristo tenia que recuperar el dominio, otra vez en un huerto.

 

3) Judas, pues, tomando una compa–’a de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue all’ con linternas y antorchas, y con armas.

 

Llegaron con linternas y antorchas si acaso era necesario buscar a Jesœs en los arbustos, toda la noche.  A lo mejor pensaban que Cristo estar’a escondiendo se en su vergŸenza como el primer Ad‡n.

 

Pero las escrituras dice que Cristo como el segundo Ad‡n, o sea el segundo representante, no tenia raz—n de avergonzar se.

 

Cristo viv’a una vida perfecta, siempre obediente.  Y as’ pudo corregir los errores del primer Ad‡n.

4) Pero Jesœs, sabiendo todas las cosas que le hab’an de sobrevenir, se adelant— y les dijo: ÀA quiŽn busc‡is?

 

Nuestro Se–or fue a ellos, enfrentando les, e interrogando les.  Mostrando que Žl estaba en control de la situaci—n.

 

5) Le respondieron: A Jesœs nazareno. Jesœs les dijo: Yo soy. Y estaba tambiŽn con ellos Judas, el que le entregaba.

 

ÒYo soyÓ es una expresi—n muy especial, que acabamos de ver en los viernes, cuando MoisŽs estaba delante del arbusto que quemaba.

 

ƒxodo 3:13-14  Dijo MoisŽs a Dios: He aqu’ que llego yo a los

hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ÀCu‡l es su nombre?, ÀquŽ les responderŽ?

 

Y respondi— Dios a MoisŽs: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: As’ dir‡s a los hijos de Israel: YO SOY me envi— a vosotros.

 

Esto es uno de los nombres de nuestro Dios, que est‡ lleno de poder.

 

6) Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.

 

Era evidente que alguien de gran poder estaba aqu’.  Pero estos ya eran muy duros de coraz—n y se iban a continuar con su locura.

 

7) Volvi—, pues, a preguntarles: ÀA quiŽn busc‡is? Y ellos dijeron: A Jesœs nazareno.

 

Cristo tenia que recibir una respuesta a esa pregunta porque con esto, iba a salvar sus disc’pulos de muchos problemas.

 

8) Respondi— Jesœs: Os he dicho que yo soy; pues si me busc‡is a m’, dejad ir a Žstos;

 

Muy curioso.  A todos estos soldados armados, cuando Cristo dijo dejad ir a Žstos, no era una petici—n, no era una sugerencia, era una orden.  As’ que, obviamente, Cristo estaba en control de la situaci—n.

 

 

8-9) Respondi— Jesœs: Os he dicho que yo soy; pues si me busc‡is a m’, dejad ir a Žstos; para que se cumpliese aquello que hab’a dicho: De los que me diste, no perd’ ninguno.

 

Nadie tenia que morir con Žl esta vez.

 

10) Entonces Sim—n Pedro, que ten’a una espada, la desenvain—, e hiri— al siervo del sumo sacerdote, y le cort— la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco.

 

Esto es un detalle importante.  Hubiera sido muy f‡cil para Cristo escapar de todo esto, pero su tiempo ha llegado.

 

Pedro estaba avanzando, protegiendo al reino santo, pero con las armas carnales.  Y esto ser‡ un punto importante mas adelante en la historia.

 

En otro evangelio, dice que Cristo sanaba la oreja de este siervo.

 

Lucas 22:50-51 Y uno de ellos hiri— a un siervo del sumo

sacerdote, y le cort— la oreja derecha.

Entonces respondiendo Jesœs, dijo: Basta ya; dejad. Y tocando su oreja, le san—.

 

El reino de Cristo no est‡ avanzado por las armas carnales.

 

11) Jesœs entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, Àno la he de beber?

 

Cristo estaba enfrentando su destino con valor.  Claro, va a orar que se quietara la copa amarga, pero al fin y al cabo dijo, Òpero no sea como yo quiero, sino como tœÓ.

 

No fue nada f‡cil, pero lo hizo para ti, y para mi, y sobre todo para la gloria del Padre, pausa, Cristo enfrentaba su destino.

 

12-13) Entonces la compa–’a de soldados, el tribuno y los alguaciles de los jud’os, prendieron a Jesœs y le ataron,

y le llevaron primeramente a An‡s; porque era suegro de Caif‡s, que era sumo sacerdote aquel a–o.

 

Deseaban atar sus manos.  Porque llegando as’ atado, daba la impresi—n de uno que estaba ya condenado.  Es que era urgente pare ellos, condenar la verdad.

 

Y hay dos personas aqu’ que se llaman el sumo sacerdote.  An‡s fue ya jubilado, y su yerno, llevaba ahora le oficio.

 

14) Era Caif‡s el que hab’a dado el consejo a los jud’os, de que conven’a que un solo hombre muriese por el pueblo.

 

Los dos hombres eran malvados.  Vimos en un capitulo antes como se gobernaban no por lo que era justo, sino por lo que conven’a, o sea por lo que era pragm‡tico, por el momento.

 

15-16) Y segu’an a Jesœs Sim—n Pedro y otro disc’pulo. Y este disc’pulo era conocido del sumo sacerdote, y entr— con Jesœs al patio del sumo sacerdote; mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Sali—, pues, el disc’pulo que era conocido del sumo sacerdote, y habl— a la portera, e hizo entrar a Pedro.

 

Pedro, despuŽs de sus celos sin conocimiento, ya fue puesto en una posici—n peligrosa.

 

Por lo menos estaba intentando seguir a su Se–or, y no huir, como muchos otros, pero esto le iba a costar.

 

El punto es que todos juraban que iban a quedar se al lado de Cristo, hasta la muerte se fuera necesario.  pausa

 

Pero cuando vino el momento, se volvieron cobardes.  Y lo que tenemos que aprender de esto es que realmente no sabemos quŽ grande es nuestra fe, hasta que hemos pasado por las pruebas duras.

 

17) Entonces la criada portera dijo a Pedro: ÀNo eres tœ tambiŽn de los disc’pulos de este hombre? Dijo Žl: No lo soy.

 

Tan r‡pido, Pedro negaba, se condenaba la verdad.  Parec’a un pecado peque–o, haciendo lo que conven’a, como era la costumbre del d’a.

 

Pero un pecado puede f‡cilmente llevar uno a otro.

 

Hebreos 3:12-13 Mirad, hermanos, que no haya en ninguno

de vosotros coraz—n malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada d’a, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el enga–o del pecado.

 

El pecado puede enga–ar te, el pecado puede dejar te endurecido para f‡cilmente caer en mas pecados.

18) Y estaban en pie los siervos y los alguaciles que hab’an encendido un fuego; porque hac’a fr’o, y se calentaban; y tambiŽn con ellos estaba Pedro en pie, calent‡ndose.

 

Y tal vez tu andas calentando te con el fuego de los incrŽdulos, sintiendo el calor de su face book, o de su mœsica, u otras formas de entretenimiento mundial.

 

Pero cuidado, calentando te con el fuego del enemigo puede dejar te quemado.

 

19) Y el sumo sacerdote pregunt— a Jesœs acerca de sus disc’pulos y de su doctrina.

 

Ahora el Se–or estaba delante de An‡s, el suegro del sumo, pero era correcto jamar lo sumo sacerdote tambiŽn.

 

Pero este era enemigo de Cristo, enemigos de Dios.

 

Es que fue An‡s que estableci— los cambistas y los vendedores en el templo.  An‡s empezaba una dinast’a de poder que empleaba la fe B’blica para enriquecer se y aumentar su poder pol’tico.

 

Y por esto Cristo no tenia mucho respeto por Žl.

 

19-20) Y el sumo sacerdote pregunt— a Jesœs acerca de sus disc’pulos y de su doctrina.  Jesœs le respondi—: Yo pœblicamente he hablado al mundo; siempre he ense–ado en la sinagoga y en el templo, donde se reœnen todos los jud’os, y nada he hablado en oculto.

 

Cristo entend’a la ley.  Si se deseaban acusar le de algo, ellos ten’an el deber de producir testigos.  Cristo no tenia que testificar en contra de si mismo.

 

21) ÀPor quŽ me preguntas a m’? Pregunta a los que han o’do, quŽ les haya yo hablado; he aqu’, ellos saben lo que yo he dicho.

 

Es probable que hab’an oficiales presentes que escucharon a Cristo y estaban muy impresionados con Žl.

 

Juan 7:45-46   Los alguaciles vinieron a los principales

sacerdotes y a los fariseos; y Žstos les dijeron: ÀPor quŽ no le habŽis tra’do?  Los alguaciles respondieron: !!Jam‡s hombre alguno ha hablado como este hombre!

22) Cuando Jesœs hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba all’, le dio una bofetada, diciendo: ÀAs’ respondes al sumo sacerdote?

 

Puede ser que el que le golpeaba era uno que dijo esto antes,

Ò!!Jam‡s hombre alguno ha hablado como este hombre!Ó  hablando amigablemente de Cristo.

 

Pero ahora para confirmar que estaba con los enemigos, condenado la verdad, se pegaba al Se–or.

 

23) Jesœs le respondi—: Si he hablado mal, testifica en quŽ est‡ el mal; y si bien, Àpor quŽ me golpeas?

 

Cristo mostraba gran paciencia, porque sobre todo esto, Cristo estaba en control.

 

24) An‡s entonces le envi— atado a Caif‡s, el sumo sacerdote.

 

Cristo era demasiado para el viejo corrupto, y por esto le mandaba al yerno.

 

25) Estaba, pues, Pedro en pie, calent‡ndose. Y le dijeron: ÀNo eres tœ de sus disc’pulos? El neg—, y dijo: No lo soy.

 

Y si tu insistes en andar con los mundanos, calentando te con el fuego de sus entretenimientos, puedes tambiŽn terminar negando a tu Se–or, condenando la verdad.

 

26-27) Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro hab’a cortado la oreja, le dijo: ÀNo te vi yo en el huerto con Žl?  Neg— Pedro otra vez; y en seguida cant— el gallo.

 

Que bueno que Cristo dijo esto del gallo, porque finalmente Pedro pudo ver lo que estaba pasando.

 

En otro evangelio dice que se fue para llorar amargamente.

Y esto es lo que pasa cuando un hermano verdadero, se termina, condenando la verdad.

 

28) Llevaron a Jesœs de casa de Caif‡s al pretorio. Era de ma–ana, y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y as’ poder comer la pascua.

 

El pretorio era el lugar de Poncio Pilato. 

 

 

Estos muy puros no deseaban contaminar se entrando en este lugar profano, pero estaban bien, contaminando se con la sangre del inocente.  Cristo dijo enÉ

 

Mateo 5:20 Porque os digo que si vuestra justicia no

fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarŽis en el reino de los cielos.

 

Ahora tendremos el gobernador Romano.  Y Juan aqu’ no est‡ incluyendo los detalles de otros evangelios.  Su libro vino mas tarde, y tenia un prop—sito especial.

 

29) Entonces sali— Pilato a ellos, y les dijo: ÀQuŽ acusaci—n traŽis contra este hombre?

 

Veremos cosas buenas con ese hombre.  No porque era un justo, era un pol’tico practico, pero los imperios grandes siempre trataban de dar la impresi—n de que eran justos, en sus cortes.

 

30) Respondieron y le dijeron: Si Žste no fuera malhechor, no te lo habr’amos entregado.

 

Esto era una gran insulto al gobernador Romano.  Un magistrado justo tiene que tener cargas en contra de uno acusado de un crimen.

 

Aun en la antigŸedad, hab’an reglas de la corte, reglas sobre acusaciones y sobre testigos.

 

31-32) Entonces les dijo Pilato: Tomadle vosotros, y juzgadle segœn vuestra ley. Y los jud’os le dijeron: A nosotros no nos est‡ permitido dar muerte a nadie; para que se cumpliese la palabra que Jesœs hab’a dicho, dando a entender de quŽ muerte iba a morir.

 

Trataban mal al gobernador que estaban tratando de ser razonable.  Antes que nada, Pilato no tenia que salir para animar sus supersticiones.  Pudiera simplemente decir ÒÁSi no quieren entrar, diles que se vayan!Ó

 

Pero no, y era muy temprano de la ma–ana, a lo mejor se despertaban a las esposa de Pilato, de sus pesadillas santas.

 

Era paciente con ellos, pero esto fue el colmo.  pausa

 

Pero estos asesinos no van a dejar le en paz, porque Cristo tenia que morir por la cruz, y no estar apedreado.

Mateo 20:18-19 He aqu’ subimos a JerusalŽn, y el Hijo del

Hombre ser‡ entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenar‡n a muerte; y le entregar‡n a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer d’a resucitar‡.

 

Dios ya tenia su plan, y todo tenia que seguir ese plan.

 

33) Entonces Pilato volvi— a entrar en el pretorio, y llam— a Jesœs y le dijo: ÀEres tœ el Rey de los jud’os?

 

Es una manera interesante de empezar una conversaci—n.

 

34) Jesœs le respondi—: ÀDices tœ esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de m’?

 

Cristo estaba dispuesto a dialogar con Žl, pero tenia que descubrir la intenci—n de su pregunta.

 

35) Pilato le respondi—: ÀSoy yo acaso jud’o? Tu naci—n, y los principales sacerdotes, te han entregado a m’. ÀQuŽ has hecho?

 

Esto, del Mes’as prometido, fue un asunto religioso de los Jud’os, y Pilato realmente no tenia ningœn interŽs en aquellos asuntos.

 

Solamente tenia que tratar de ver si Cristo era una amenaza a Roma, o si era culpable de algœn crimen peligroso.

 

36) Respondi— Jesœs: Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelear’an para que yo no fuera entregado a los jud’os; pero mi reino no es de aqu’.

 

Esto es un punto profundo, que ha producido grandes controversias durante toda la historia de la iglesia.

 

Y tocaremos esto un poco cerrando.  Pero hay que recodar que Pedro empezaba a pelear, f’sicamente, con la espada, pero Cristo no lo permit’a.  No avanzamos por las armas carnales.

 

37) Le dijo entonces Pilato: ÀLuego, eres tœ rey? Respondi— Jesœs: Tœ dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.

 

Esto es el punto central del capitulo.  Cristo es rey de la verdad.  De hecho, Cristo es la verdad en persona.

 

Juan 14:6 Jesœs le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la

vida; nadie viene al Padre, sino por m’.

 

Y lo que pasaba con Pedro, y peor con los fariseos, es que andaban, condenando la verdad.

 

Y esto fue la naturaleza de la condenaci—n de Cristo, el mundo, una vez mas se trataba de condenar la verdad.

 

El diablo, como padre de mentiras, no puede soportar la verdad, y todos los que sirvan o hasta adoran al diablo, tienen que andar, condenado la verdad.

 

38) Le dijo Pilato: ÀQuŽ es la verdad?

Y cuando hubo dicho esto, sali— otra vez a los jud’os, y les dijo: Yo no hallo en Žl ningœn delito.

 

Cuando uno no ha recibido a Cristo, la verdad es un concepto bastante dif’cil.  En la corte se tratan de establecer la verdad, pero para los mundanos, el concepto de la verdad es filos—ficamente inescrutable.

 

Solamente puedes encontrar la verdad en Cristo porque como Pablo dijo de Cristo enÉ

 

Colosenses 2:3 En quien est‡n escondidos

todos los tesoros de la sabidur’a y del conocimiento.

 

Estos tesoros est‡n escondidos, y no puedes encontrar los hasta que hayas venido a Cristo.

 

Y para los pr‡cticos como Pilato, la verdad es inaccesible, por esto se preguntaba, ÀQuŽ es la verdad?, pero no se quedaba para escuchar la respuesta.

 

Y lastimosamente, iba a terminar, condenando a la verdad.

 

39) Pero vosotros tenŽis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ÀQuerŽis, pues, que os suelte al Rey de los jud’os?

 

El gobernador sabia que Cristo tenia a muchos seguidores.  Pero An‡s y su yerno eran muy astutos, y ya ten’an a todos convencidos, de que conven’a, condenar la verdad.

40) Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a Žste, sino a Barrab‡s. Y Barrab‡s era ladr—n.

 

Y Barrabas era mas que ladr—n.  Porque dice en

 

Lucas 23:19    Este hab’a sido echado en la c‡rcel por

sedici—n en la ciudad, y por un homicidio.

 

As’ que una vez condenando la vedad, es muy f‡cil, apoyar al criminal, hasta al asesino, para servir, fielmente, al diablo.

 

Cristo pasaba por todo esto para ti, y ojala puedes recibir le en esp’ritu y en verdad, mientras que aun hay tiempo para ti.

========================= Doctrina =========================

 

Ahora, unas pocas palabras sobre la naturaleza del reino de Cristo.  pausa

 

Estaba en muchas noticias ayer, que AndrŽs Manuel L—pez Obrador, el presidente de MŽxico, est‡ pidiendo al Papa de Roma, que se ofrece sus disculpas por la conquista.  pausa

 

Es una dilema interesante, y relevante a lo que estamos estudiando.

 

Primero, no fue ningœn error llevar la fe Cristiana a otros continentes, pero segundo, s’ era un error forzar a la gente, a la gente ind’gena, convertir se a la fe, al punto de la espada.

 

Estamos llamados a avanzar al reino, pero no por medio de las armas carnales.

 

2 Corintios 10:4-5   Porque las armas de nuestra milicia no

son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucci—n de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.

 

Cristo con sus ense–anzas no era un peligro violento para Roma.  Pero poco a poco, ganando almas por Cristo, los Cristianos tomaban control del imperio romano, sin emplear las armas carnales.

 

No somos del mundo, pero si estamos en el mundo.  Tenemos grandes influencias en el mundo, proclamando la verdad.

 

Podemos tomar posiciones de magistrado, de polic’a, de gobernador, y hacer el trabajo con justicia.

 

Una prueba de esto es lo que dijo Juan BautistaÉ

 

Lucas 3:14 TambiŽn le preguntaron unos soldados,

diciendo: Y nosotros, ÀquŽ haremos? Y les dijo: No hag‡is extorsi—n a nadie, ni calumniŽis; y contentaos con vuestro salario.

 

Juan daba instrucciones especificas para los soldados sobre su trabajo, pero jam‡s dijo que un Cristiano no pudo servir en este oficio.

 

Estamos en el mundo, y Cristo quiere vernos sirviendo como la sal y la luz del, y no simplemente tratando de escapar, o de esconder nos.

 

Y si tu quieres vivir as’, avanzando la verdad y no condenando la verdad, puedes pasar en unos momentos, y oraremos contigo.

 

Vamos a orar