8 de marzo de 20

Respetando La Cosecha

Juan 4:1-54

 

Aun estamos muy temprano en el ministerio de Cristo, en estos cap’tulos, pero podemos observar ahora, la manera en que Cristo empezaba a ense–ar a sus disc’pulos, la necesidad de respetar la cosecha.

 

1-3) Cuando, pues, el Se–or entendi— que los fariseos hab’an o’do decir: Jesśs hace y bautiza m‡s disc’pulos que Juan

(aunque Jesśs no bautizaba, sino sus disc’pulos),

sali— de Judea, y se fue otra vez a Galilea.

 

El movimiento de Juan Bautista era una irritaci—n a los fariseos, una amenaza a su control total de la religi—n en la regi—n.

 

Pero ahora lo que Cristo hizo seria aun peor, en los ojos de ellos.

 

Y Cristo no deseaba estorbar los, demasiadamente, antes del tiempo.  Sino que su deseo era emplear su tiempo, con gran sabidur’a.

 

Y Cristo mismo no bautizaba, sino sus disc’pulos.  Esto tambiŽn era sabio, porque iban a tener miles de personas deseando estar bautizados y Cristo no pudo atender a todos.

 

Y si Cristo bautizaba a algunos, entonces muchos iban a pensar que estar bautizado por el Se–or, era mas valioso que el bautismo de Pedro, o de Juan.

 

Era mas sabio, manejar la cosecha as’.

 

4) Y le era necesario pasar por Samaria.

 

Samaria era lo que se quedaba de Israel del norte, como estudiamos en los profetas.  Pero por las guerras y las conquistas, los samaritanos eran una mezcla de jud’os y paganos.

 

Creyeron en partes de la Biblia, pero con una confusi—n de supersticiones y de otros conceptos.

 

En fin, hab’a un odio intenso entre los jud’os normales, y los que formaban la cultura de los samaritanos.

5) Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo JosŽ.

 

Era un lugar lleno de historias antiguas, pero era ahora bajo el control de los samaritanos, y los jud’os normales normalmente no eran bienvenidos en estos lugares.

 

6) Y estaba all’ el pozo de Jacob. Entonces Jesśs, cansado del camino, se sent— as’ junto al pozo. Era como la hora sexta.

 

La hora sexta era el medio d’a, para ellos.  Y Cristo era cansado, tenia sed.  Aunque era Dios en carne, era hombre, y sufr’a de nuestras debilidades, pero sin pecado.

 

TambiŽn se oraba mucho, en la noche, y no siempre recibi— el sue–o adecuado.

 

Hebreos 4:15   Porque no tenemos un sumo sacerdote que no

pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo segśn nuestra semejanza, pero sin pecado.

 

7) Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesśs le dijo: Dame de beber.

 

Ella vino al medio d’a, cuando normalmente la gente no sal’an, bajo el sol.  Pero como veremos, era una mujer no de muy buena reputaci—n.

 

Pero Cristo empezaba una conversaci—n con ella.  Por varias razones.  Actualmente Cristo tenia sed, pausa, pero tambiŽn Cristo estaba empezando a pensar mas y mas en la cosecha, que su Padre deseaba ver, de la gente de toda etnia, regresando a la fe pura.

 

8) Pues sus disc’pulos hab’an ido a la ciudad a comprar de comer.

 

Entonces Cristo estaba solo, al lado del pozo famoso, con una mujer de los samaritanos, con que un jud’o normalmente ni hablar’a, y aun menos entrar en una discusi—n sobre cosas teol—gicas.

 

9) La mujer samaritana le dijo: ŔC—mo tś, siendo jud’o, me pides a m’ de beber, que soy mujer samaritana? Porque jud’os y samaritanos no se tratan entre s’.

 

Es posible que ella ha sido victima del racismo de los jud’os en el pasado, o ella o alguien entre sus conocidos, pero su curiosidad estaba despertada.

 

10) Respondi— Jesśs y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quiŽn es el que te dice: Dame de beber; tś le pedir’as, y Žl te dar’a agua viva.

 

En Cristo, Dios estaba mandando un gran don a un mundo perverso, rebelde e ignorante.  Aqu’ Cristo estaba poniendo en practica el verso famoso que tuvimos la semana pasada.

 

Juan 3:16 Porque de tal manera am— Dios al mundo, que ha dado

a su Hijo unigŽnito, para que todo aquel que en Žl cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

 

10) Respondi— Jesśs y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quiŽn es el que te dice: Dame de beber; tś le pedir’as, y Žl te dar’a agua viva.

 

Cristo tambiŽn estaba empezando a revelar a ella su identidad, y que tenia para ella algo sumamente valioso.

 

11) La mujer le dijo: Se–or, no tienes con quŽ sacarla, y el pozo es hondo. ŔDe d—nde, pues, tienes el agua viva?

 

Respetosamente lo llamaba Se–or, pero para deshogar se un poco, de los maltratos del pasado, ella estaba burlando un poco de lo que Cristo dijo.

 

Pero como siempre, en el evangelismo, Cristo continuaba con la paciencia.

 

12) ŔAcaso eres tś mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron Žl, sus hijos y sus ganados?

 

Continuando con sus criticas, se acusaba a Cristo de un poco de arrogancia.  ŇEsto es el gran pozo de Jacob, pero tu quieres hablar de otra agua superior, mas excelente.  Acaso te crees mejor que nuestro padre JacobÓ.

 

Muchos creen que los samaritanos ni eran justificados en llamar Jacob su padre, eran tan mezclados con conceptos paganos y con las supersticiones, casi como la santa muerte en nuestros tiempos.

 

Pero en la paciencia, Cristo estaba extendiendo la, el amor de Dios, y una invitaci—n valios’sima.

13-14) Respondi— Jesśs y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volver‡ a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le darŽ, no tendr‡ sed jam‡s; sino que el agua que yo le darŽ ser‡ en Žl una fuente de agua que salte para vida eterna.

 

Cristo no dejaba que la conversaci—n se vuelva fea, sino que se continuaba con la verdad, amando a esa pobre mujer. 

 

Y como con Nicodemo, en el capitulo anterior, se hablaba de un cambio que era necesario, completamente necesario, para realmente entender los asuntos de Dios.

 

15) La mujer le dijo: Se–or, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aqu’ a sacarla.

 

Ella estaba dispuesta a dialogar, pero aun estaba burlando de Žl un poco.

 

Pero Cristo tomaba su respuesta como una oraci—n, que ella realmente estaba pidiendo por el agua viva, aun cuando no entend’a todo lo que estaba involucrado.

 

Mas tarde veremos en este mismo libroÉ

 

Juan 7:37-38   En el śltimo y gran d’a de la fiesta, Jesśs se

puso en pie y alz— la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a m’ y beba.

 

El que cree en m’, como dice la Escritura, de su interior correr‡n r’os de agua viva.

 

16) Jesśs le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven ac‡.

 

Cuando estamos evangelizando, es inevitable que el asunto del pecado sea presentado.  Y esa mujer era una gran pecadora.

 

Pero aun en todo su pecado, y con sus burlas, Cristo la amaba.  ŔAmen?

 

17) Respondi— la mujer y dijo: No tengo marido. Jesśs le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.

 

No nos da muchos detalles, pero tener cinco maridos, aun en Holywood, es mucho.  Seguramente hab’a infidelidades, adulterios, fornicaciones, y enga–os constantes en su vida.

Y ahora mismo ella estaba viviendo con uno que no era su esposo.  Tal vez ella aun estaba casada con otro.

 

En nuestros tiempos, a lo mejor muchos preguntar’an, ŇŔQue tiene de malo vivir con uno sin estar casado?Ó

 

Pero es un gran pecado en la Biblia.  Siempre ha sido y siempre ser‡, y es una forma de pecado que deje un mal ejemplo a los j—venes.

 

19) Le dijo la mujer: Se–or, me parece que tś eres profeta.

 

Ahora Cristo y esa mujer no son extra–os, sino que tienen algo de una relaci—n.  Cristo estaba enterado de su pasado de esc‡ndalos, pero aun expresaba un interŽs en ella.

 

Y conociendo su pasado, era evidente a ella, que Cristo tenia poderes sobre naturales.

 

20) Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros dec’s que en JerusalŽn es el lugar donde se debe adorar.

 

A veces los vil pecadores, tienen muchas opiniones fuetes sobre la religi—n.

 

Pero era bueno inquirir sobre lo que es correcto en las alabanzas, porque esto era el gran problema de los samaritanos.  Aun estaban atrapados en mucha idolatr’a.

 

21-22) Jesśs le dijo: Mujer, crŽeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en JerusalŽn adorarŽis al Padre.   Vosotros ador‡is lo que no sabŽis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvaci—n viene de los jud’os.

 

Es cierto que hab’a un conflicto hist—rico entre los jud’os y los samaritanos sobre el lugar del templo.

 

Y esto ya estaba por siglos.  Pero Cristo dice que ni era tan relevante ahora, porque todo esto iba a cambiar, de hecho ella estaba hablando con el verdadero templo, como iba a descubrir en poco tiempo.

 

23) Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorar‡n al Padre en esp’ritu y en verdad; porque tambiŽn el Padre tales adoradores busca que le adoren.

 

Aqu’ hay mucho.  Existan adoradores que son verdaderos, y hay adoradores que son falsos. 

Existe una forma de adoraci—n que Dios simplemente no va a recibir.  Lo vimos en el principio de Isa’as.

 

Isa’as 1:11-20 ŔPara quŽ me sirve, dice Jehov‡, la multitud

de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabr’os.

 

ŔQuiŽn demanda esto de vuestras manos, cuando ven’s a presentaros delante de m’ para hollar mis atrios?

 

No me traig‡is m‡s vana ofrenda; el incienso me es abominaci—n; luna nueva y d’a de reposo, el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.

 

No toda ofrenda es aceptable.

 

14 Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas.

 

15 Cuando extend‡is vuestras manos, yo esconderŽ de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquŽis la oraci—n, yo no oirŽ; llenas est‡n de sangre vuestras manos.

 

Tampoco Dios recibir‡ toda forma de oraci—n.

               16 Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de

vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huŽrfano, amparad a la viuda.

 

18 Venid luego, dice Jehov‡, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve ser‡n emblanquecidos; si fueren rojos como el carmes’, vendr‡n a ser como blanca lana.

 

Si quisiereis y oyereis, comerŽis el bien de la tierra;  si no quisiereis y fuereis rebeldes, serŽis consumidos a espada; porque la boca de Jehov‡ lo ha dicho.

 

Es importante para cada creyente, entender la diferencia ente la adoraci—n aceptable, y la que es inaceptable, y solamente puedes encontrar las respuestas en las escrituras, no en las tradiciones.

 

Cristo dijo a esa mujer que la salvaci—n vino de los jud’os, porque ellos ten’an las escrituras, y de ellos vino el salvador, pero aun los jud’os estaban reprendidos cuando su alabanza era falsa.

 

Mateo 15:7-8   Hip—critas, bien profetiz— de vosotros Isa’as,

               cuando dijo:

 

Este pueblo de labios me honra;

               Mas su coraz—n est‡ lejos de m’.

 

Porque ellos se levantaban sus tradiciones en el lugar del mandamiento de Dios.

 

24) Dios es Esp’ritu; y los que le adoran, en esp’ritu y en verdad es necesario que adoren.

 

La fe Cristiana no necesita muchos adornos, ni templos grandes, ni velas, ni incienso, ni vestiduras religiosas, ni un sin fin de sacramentos.

 

Es simple, porque enfocamos en lo que es espiritual, y tratamos de ver lo que es la verdad, B’blicamente hablando.

 

Salmos 51:6    He aqu’, tś amas la verdad en lo ’ntimo,

Y en lo secreto me has hecho comprender sabidur’a.

 

Ahora lo importante es lo que pasa dentro de ti, y no los asuntos externos de la religi—n.

 

Cristo expresaba esto de manera fuerte con los fariseos.

 

Mateo 23:25-27 !!Ay de vosotros, escribas y fariseos,

hip—critas! porque limpi‡is lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro est‡is llenos de robo y de injusticia.

 

!!Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que tambiŽn lo de fuera sea limpio.

 

 

!!Ay de vosotros, escribas y fariseos, hip—critas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro est‡n llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.

 

Y los fariseos jam‡s iban a recibir su exhortaci—n, aparte de unos cuantos.

 

Pero esa pobre mujer con una vida de desastres, estaba entendiendo todo.

 

25-26) Le dijo la mujer: SŽ que ha de venir el Mes’as, llamado el Cristo; cuando Žl venga nos declarar‡ todas las cosas.  Jesśs le dijo: Yo soy, el que habla contigo.

 

Aun con todas las supersticiones y corrupciones, sobre esto del Mes’as que iba a venir, se ten’an raz—n.  Y Cristo hizo la gran revelaci—n, y ella le cre’a.

 

27) En esto vinieron sus disc’pulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: ŔQuŽ preguntas? o, ŔQuŽ hablas con ella?

 

En aquella cultura no se hablaba con mujeres as’ sobre los asuntos teol—gicos, especialmente con una samaritana.

 

Pero los disc’pulos ya entendieron su Maestro suficientemente para no preguntar.  Pensaron que seguramente Cristo tenia sus razones.

 

28-29) Entonces la mujer dej— su c‡ntaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ŔNo ser‡ Žste el Cristo?

 

Se fue al pozo para sacar agua, y ahora ni tenia su c‡ntaro, sino que se regresaba, llena de agua viva.  Y ella misma era ahora gran agente de la cosecha.

 

30) Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a Žl.

 

A lo mejor, en estos momentos Cristo estaba orando por ella, y por toda la cuidad, de samaritanos, que normalmente eran enemigos de los jud’os.

 

31) Entre tanto, los disc’pulos le rogaban, diciendo: Rab’, come.

 

Tal vez ten’an una buena comida que era caliente, y ellos sab’an que Cristo no ha comido nada por gran parte del d’a.

 

32) El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabŽis.

 

Es que para Cristo, la comida f’sica no era la mas importante, aunque tenia hambre, respetando la cosecha, deseaba ver a la gente salvada.

 

33) Entonces los disc’pulos dec’an unos a otros: ŔLe habr‡ tra’do alguien de comer?

 

Los disc’pulos estaban mas enfocados en sus necesidades corporales, y Cristo tenia que ense–ar les a enfocar mas en la cosecha.

 

34-34) Jesśs les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envi—, y que acabe su obra.   ŔNo dec’s vosotros: Aśn faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aqu’ os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya est‡n blancos para la siega.

 

A lo mejor toda la cuidad estaba llegando para conocer a Cristo y escuchar sus palabras.

 

Era demasiadamente emocionante para pensar solamente en la comida.

 

36-38) Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega.

 

Ayer, en las calles, pude observar a nuestros hermanos, hermanas, respetando la cosecha.  Hablando con la gente, invitando les a venir y a conocer a Cristo.

 

Si lo haces en las calles, o invitando a nuevos a los servicios, o a una reuni—n de los hombres, de las damas, o de los j—venes, es importante vivir respetando la cosecha.

 

Por esto estamos aqu’, para avanzar la gran cosecha que Cristo empezaba.

 

38) Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habŽis entrado en sus labores.

 

Cuando salgamos a las calles, a veces se encuentre personas dispuesta a escuchar porque hay abuelas en otro pa’s, padres, hermanos orando d’a y noche por una oveja descarriada aqu’.

 

Y nosotros terminamos cosechando lo que otros han sembrado.

 

39-42) Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Žl por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho.  Entonces vinieron los samaritanos a Žl y le rogaron que se quedase con ellos; y se qued— all’ dos d’as.  Y creyeron muchos m‡s por la palabra de Žl, y dec’an a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos o’do, y sabemos que verdaderamente Žste es el Salvador del mundo, el Cristo.

 

Vienen a nosotros reportes de lejos, de China y de Indonesia y otra partes en que los nuevos hermanos quieren escuchar predicaciones por hasta doce horas seguidas.

 

Y por algo semejante Cristo estaba orando, y no pudo pensar tanto en la comida.

 

43-44) Dos d’as despuŽs, sali— de all’ y fue a Galilea.

Porque Jesśs mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra.

 

Cristo tenia poco tiempo, y tenia que aprovechar de cada momento.  ŔY tu?

 

45) Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que hab’a hecho en JerusalŽn, en la fiesta; porque tambiŽn ellos hab’an ido a la fiesta.

 

La reputaci—n de Cristo ya estaba creciendo.

 

46) Vino, pues, Jesśs otra vez a Can‡ de Galilea, donde hab’a convertido el agua en vino. Y hab’a en Capernaum un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo.

 

Regresaba al lugar del primer milagro para exhortar y ayudar a los que empezaron a creer all’.

 

47) Este, cuando oy— que Jesśs hab’a llegado de Judea a Galilea, vino a Žl y le rog— que descendiese y sanase a su hijo, que estaba a punto de morir.

 

Vino un hombre rico, poderoso, y pensaba que la śnica esperanza de su hijo era una visita de Cristo.

48) Entonces Jesśs le dijo: Si no viereis se–ales y prodigios, no creerŽis.

 

ÁVino un hombre rogando ayuda, y Cristo lo reprend’a!

 

ŔPero porque?  pausa

 

Hay varias razones.

 

49) El oficial del rey le dijo: Se–or, desciende antes que mi hijo muera.

 

ŔAcaso Cristo no pudo levantar lo de los muertos?

 

ŔAcaso Cristo no pudo sanar de larga distancia?

 

50) Jesśs le dijo: Ve, tu hijo vive. Y el hombre crey— la palabra que Jesśs le dijo, y se fue.

 

El hombre finalmente cre’a, pero no vino a Cristo como el salvador del mundo, sino como uno que tal vez pudiera ayudar en un momento de crisis.

 

51-54) Cuando ya Žl descend’a, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive.

Entonces Žl les pregunt— a quŽ hora hab’a comenzado a estar mejor. Y le dijeron: Ayer a las siete le dej— la fiebre.

El padre entonces entendi— que aquella era la hora en que Jesśs le hab’a dicho: Tu hijo vive; y crey— Žl con toda su casa. Esta segunda se–al hizo Jesśs, cuando fue de Judea a Galilea.

 

ŔCual fue el problema, porque era reprendido en el principio?

 

A travŽs de los a–os, hermanos, ver‡s personas que vienen a la iglesia solamente porque tienen problemas, tal vez de la salud, o problemas legales, o problemas de inmigraci—n.

 

Pero no tienen la menor deseo de conocer a Cristo, profundamente, ni de obedecer a su palabra ni de respetar su cosecha.  Quieren usar a Cristo como unos usan a los hechiceros.

 

Solamente desean una ayuda r‡pida, para regresar lo mas r‡pido posible a su vida de idolatr’a.  Y si esto es tu caso, queremos orar para ti, terminando el servicio, porque est‡s en gran peligro.

Vamos a orar