9 de febrero de 20

Tu Herencia Es Firme

Ezequiel 48:1-35

Introducci—n

Hoy, hemos llegado al fin de este gran libro de Ezequiel, despuŽs de un poco mas de un a–o de estudio.

 

Y los que han estado con nosotros por mas tiempo saben que ya hemos cumplido todos los profetas mayores, de Jerem’as, de Daniel, de Isa’as, y ahora Ezequiel.

 

Y al mismo tiempo, hemos cumplido la mayor’a de los profetas menores.  Creo que hay solamente uno mas, que no hemos estudiado.

 

As’ que con el mensaje de hoy, llegaremos a unas conclusiones sobre esa parte negra de la historia del pueblo de Dios.

 

1) Estos son los nombres de las tribus: Desde el extremo norte por la v’a de Hetl—n viniendo a Hamat, Hazar-en‡n, en los confines de Damasco, al norte, hacia Hamat, tendr‡ Dan una parte, desde el lado oriental hasta el occidental.

 

Aqu’ Dan est‡ mencionado como el primero.  Pero en los tiempos de JosuŽ Dan ere el ultimo en la lista de herederos.

 

Y esto es para confirmar que un nuevo tiempo estaba llegando, confirmado por las palabras de Cristo cuando dijoÉ

Mateo 19:30    Pero muchos primeros ser‡n postreros, y

postreros, primeros.

 

Iban a regresar, pero nada seria como antes.

 

Ahora recordando el contexto de Ezequiel y todos los profetas, en los tiempos de Samuel, el pueblo expresaban su deseo de tener un rey, no simplemente unos jueces, como Samuel.  Su deseo era copiar las naciones paganas de su alrededor.

 

Dios les daba reyes, y era, al fin de cuentas un desastre.

 

David era muy noble, Salom—n muy sabio, pero los dos abusaban su poder.  Pero Salom—n, con sus muchas esposas, por sus relaciones internacionales, abri— su sociedad a la plena idolatr’a.

Estudiando los libros del primero y del segundo de Reyes y de Cr—nicas, te puedes observar al pueblo de Dios descendiendo mas y mas a la iniquidad.

 

Y el fin de todo esto era el cautiverio, en que el pueblo otra vez fue esclavizado en Babilonia, lo que se quedaba.  Diez de las tribus ya estaban en exilio por asiria.

 

As’ que era un desastre total, y aunque hab’an unos fieles al Se–or, todos sufr’an por la apostas’a.

 

En el tiempo de los profetas grandes, se perdieron toda su herencia.  Sus tierras eran confiscadas, y como hemos visto en este libro de Ezequiel, hasta su templo estaba completamente derrumbado.

 

Y esto fue el templo glorioso de Salom—n, una de la maravillas del mundo antiguo.

 

Y todo esto era la historia de la perdida de su herencia divina.  Y en Babilonia, aparte de las promesas de Dios, no hab’a evidencia alguna de que iban a recuperar nada.

 

2) Junto a la frontera de Dan, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, tendr‡ Aser una parte.

 

3) Junto al l’mite de Aser, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Neftal’, otra.

 

4) Junto al l’mite de Neftal’, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, ManasŽs, otra.

 

5) Junto al l’mite de ManasŽs, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Efra’n, otra.

 

6) Junto al l’mite de Efra’n, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, RubŽn, otra.

 

7) Junto al l’mite de RubŽn, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Jud‡, otra.

 

Se perdieron todo, pero en este capitulo final, tenemos promesas sobre c—mo iban a repartir las tierras otra vez, como despuŽs de salir de Egipto, siglos antes.

 

Iban a recuperar todo, pero no hab’a evidencias de esto en sus vidas actuales en Babilonia.  Por vista, solamente ve’an perdidas.  Pero por fe, ten’an la promesa de la recuperaci—n total.

8) Junto al l’mite de Jud‡, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, estar‡ la porci—n que reservarŽis de veinticinco mil ca–as de anchura, y de longitud como cualquiera de las otras partes, esto es, desde el lado del oriente hasta el lado del mar; y el santuario estar‡ en medio de ella.

 

9) La porci—n que reservarŽis para Jehov‡ tendr‡ de longitud veinticinco mil ca–as, y diez mil de ancho.

 

Ten’an aqu’ un plan, una promesa de un templo, una cuidad santa, que como veremos terminando ni tendr’a el nombre JerusalŽn, sino que recibir‡ otro nombre.

 

Y todo esto, actualmente dividir‡ el pueblo en dos partes.  Una parte, creyendo en la revelaci—n de Dios, va a regresar para reconstruir, como en el tiempo de Nehem’as y de Esdras.

 

Otra parte, como siempre existe, la otra parte vivir‡ por vista y no por fe en la promesa de Dios.  Y esa gran parte va a quedar se en Babilonia, intentando prosperar por ellos mismos.  Pero los fieles andan por fe, en la promesa de Dios.

2 Corintios 5:6-8    As’ que vivimos confiados siempre, y

sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Se–or

 

(porque por fe andamos, no por vista);

 

pero confiamos, y m‡s quisiŽramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Se–or.

 

Los que caminaban por fe, sab’an que su herencia era segura, que su herencia era firme.

 

10) La porci—n santa que pertenecer‡ a los sacerdotes ser‡ de veinticinco mil ca–as al norte, y de diez mil de anchura al occidente, y de diez mil de ancho al oriente, y de veinticinco mil de longitud al sur; y el santuario de Jehov‡ estar‡ en medio de ella.

 

Todo esto es un poco ir—nico.  Es que no ten’an nada.  No ten’an la menor evidencia, aparta de la palabra, de que se pudriera tener su libertad ni de los Babilonios.  Pero aqu’ el Esp’ritu Santo, estaba dando detalle tras detalle sobre c—mo iban a dividir su herencia otra vez.  Su herencia era firme.

Y tenemos que recordar, ya terminando, que esto no era el œnico animo que El Esp’ritu les daba.

 

En los cap’tulos anteriores Dios les promet’a un coraz—n nuevo, y un esp’ritu nuevo, capaz de obedecer.

 

Se promet’a que los huesos secos iban a levantar se otra vez y vivir.

 

Se promet’a la victoria sobre Gog y Magog, las fuerzas mas potentes que el mundo pudiera levantar.

 

Pero nada de esto estaba confirmada por lo que se pudiera ver.  Por vista, no tenia nada, pero por fe, ten’an todo.

 

Y como Cristo nos ha ense–ada, a veces tenemos que vivir, por la palabra.

 

Mateo 4:4 El respondi— y dijo: Escrito est‡: No s—lo de pan

vivir‡ el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

 

11-12) Los sacerdotes santificados de los hijos de Sadoc que me guardaron fidelidad, que no erraron cuando erraron los hijos de Israel, como erraron los levitas, ellos tendr‡n como parte sant’sima la porci—n de la tierra reservada, junto al l’mite de la de los levitas.

 

Esta es una parte interesante de aplicaci—n.  Durante las grandes apostas’as de la cultura, cuando casi todos van a los conceptos y las creencia que son claramente en contra de la palabra de Dios, habr‡ hermanos dŽbiles, que ir‡n con el error.  Y no digo que no son hermanos, pero si son dŽbiles.

 

Pero otros ser‡n como estos hijos de Sadoc, que van a mantener se firmes al lado de la santidad, aun cuando no es nada popular, aun cuando esto le va a costar algo.

 

Pero como aqu’, ser‡n reconocidos por Dios, y Dios jam‡s va a olvidar su manera de estar a su lado, cuando todo el mundo estaba en su contra.

 

13-14) Y la de los levitas, al lado de los l’mites de la de los sacerdotes, ser‡ de veinticinco mil ca–as de longitud, y de diez mil de anchura; toda la longitud de veinticinco mil, y la anchura de diez mil.  No vender‡n nada de ello, ni lo permutar‡n, ni traspasar‡n las primicias de la tierra; porque es cosa consagrada a Jehov‡.

Esto es otro principio duradero.  Lo que es santificado a Dios, no puede estar mas tarde, dedicado a cosas profanas del mundo.

 

Y si tu presentes a tus hijos a Dios, tienes que tener cuidado de que no sean mas tarde ofrecidos al mundo.

 

En esta ambiente de apostas’a y corrupci—n, ser‡ tu trabajo de tiempo completo, instruyendo, corrigiendo, y hasta sacrificando algo de tu tiempo querido de medios sociales en el telŽfono, para guiar tus hijos.

 

15) Y las cinco mil ca–as de anchura que quedan de las veinticinco mil, ser‡n profanas, para la ciudad, para habitaci—n y para ejido; y la ciudad estar‡ en medio.

 

Interesante que se emplea aqu’ la palabra profana, pero es solamente para separar la de lo santo del templo.

 

16) Estas ser‡n sus medidas: al lado del norte cuatro mil quinientas ca–as, al lado del sur cuatro mil quinientas, al lado del oriente cuatro mil quinientas, y al lado del occidente cuatro mil quinientas.

 

17) Y el ejido de la ciudad ser‡ al norte de doscientas cincuenta ca–as, al sur de doscientas cincuenta, al oriente de doscientas cincuenta, y de doscientas cincuenta al occidente.

 

18) Y lo que quedare de longitud delante de la porci—n santa, diez mil ca–as al oriente y diez mil al occidente, que ser‡ lo que quedar‡ de la porci—n santa, ser‡ para sembrar para los que sirven a la ciudad.

 

Otra vez estamos en medido de un mont—n de detalles.  Pero como hemos concluido antes en estos ocho cap’tulos finales sobre el templo misterioso, los detalles vienen por dos razones.

 

Primero, en los asuntos de la alabanza santa, el hombre no est‡ dejado a su imaginaci—n.  No todo es aceptable, sino que uno tiene que prestar atenci—n a lo que Dios ha especificado.

 

Y segundo, sin evidencias visuales, la promesa conten’a muchos detalles para convencer al pueblo que esto no era algo que sal’a de la imaginaci—n del profeta, sino que Dios estaba comunicando algo sumamente importante, aun si no era para un templo literal, sino espiritual.

19) Y los que sirvan a la ciudad ser‡n de todas la tribus de Israel.

 

Ahora mas que hablar de un templo, se habla de una cuidad.  Y es la ciudad santa, pero no llevar‡ el nombre de JerusalŽn, sino que tendr‡ otro nombre, como veremos en un momento.

 

20-21) Toda la porci—n reservada de veinticinco mil ca–as por veinticinco mil en cuadro, reservarŽis como porci—n para el santuario, y para la posesi—n de la ciudad.

 

Y del pr’ncipe ser‡ lo que quedare a uno y otro lado de la porci—n santa y de la posesi—n de la ciudad, esto es, delante de las veinticinco mil ca–as de la porci—n hasta el l’mite oriental, y al occidente delante de las veinticinco mil hasta el l’mite occidental, delante de las partes dichas ser‡ del pr’ncipe; porci—n santa ser‡, y el santuario de la casa estar‡ en medio de ella.

 

Otra vez se habla de un pr’ncipe, hombre del gobierno, un l’der, pero no un rey.  ÀPero porque no tienen un rey?  Hay dos razones.

 

Primero, Dios es nuestro rey.

Y segundo, jam‡s pongamos tanto poder y tanta autoridad en las manos de un solo hombre.

 

Si no aprendemos nada mas, por esta Žpoca de los profetas, por lo menos tenemos que aprender que el deseo de tener un rey, y la experiencia de tener reyes humanos, era nada mas y nada menso que un gran fracaso.

 

22) De este modo la parte del pr’ncipe ser‡ la comprendida desde la porci—n de los levitas y la porci—n de la ciudad, entre el l’mite de Jud‡ y el l’mite de Benjam’n.

 

Otra vez, en el plan ideal, el pr’ncipe, el hombre del gobierno, no estaba muy lejos del templo, ni de los levitas.

 

El templo tenia que estar gobernada por la palabra de Dios, y tambiŽn los del gobierno civil.

 

En el capitulo trece del libro de Romanos, dice que los magistrados castigan a los malvados.  ÀPero c—mo van a saber quŽ es malo y que es bueno, sin tener un est‡ndar divino, que ha venido del Rey actual, el Dios tres veces santo.

Ahora otra vez, ÀquŽ est‡ pasando en este capitulo?

 

El pueblo estaba en Babilonia, y no tenia nada.  Se han perdido todo, y ahora eran un pueblo sin herencias.

 

Pero viene la palabra de Dios, para los que tienen o’dos para o’r, y dice, tu herencia es firme.

 

23) En cuanto a las dem‡s tribus, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, tendr‡ Benjam’n una porci—n.

 

24) Junto al l’mite de Benjam’n, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Sime—n, otra.

 

25) Junto al l’mite de Sime—n, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Isacar, otra.

 

26) Junto al l’mite de Isacar, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Zabul—n, otra.

 

27) Junto al l’mite de Zabul—n, desde el lado del oriente hasta el lado del mar, Gad, otra.

 

Cuando JerusalŽn ca’a, ni ten’an las doce tribus, sino que solamente se quedaban dos.  Las dem‡s estaban perdidas.  Esto es lo que se pudiera ver, con sus ojos.

 

Pero la palabra dice que no, sino que todos ser‡n intactas.  Porque tu herencia es firme.

 

28) Junto al l’mite de Gad, al lado meridional al sur, ser‡ el l’mite desde Tamar hasta las aguas de las rencillas, y desde Cades y el arroyo hasta el Mar Grande.

 

29) Esta es la tierra que repartirŽis por suertes en heredad a las tribus de Israel, y estas son sus porciones, ha dicho Jehov‡ el Se–or.

 

Otra vez, la tierra fue repartida por suertes.  Porque Dios no deseaba ver peleas ni enga–os sobre buenas ra’ces.  La tierra es la base de tu dominio en muchos casos.  Y por esto Dios establec’a en su palabra el concepto de la propiedad privada.  Dios no deseaba ver peleas sobre esta propiedad, ni querr’a ver la confiscada por un gobierno corrupto.

 

30) Y estas son las salidas de la ciudad: al lado del norte, cuatro mil quinientas ca–as por medida.

 

Aqu’ estamos entrando en los œltimos detalles y medidas, antes de recibir el nuevo nombre de la cuidad.

 

31) Y las puertas de la ciudad ser‡n segœn los nombres de las tribus de Israel: tres puertas al norte: la puerta de RubŽn, una; la puerta de Jud‡, otra; la puerta de Lev’, otra.

 

32) Al lado oriental cuatro mil quinientas ca–as, y tres puertas: la puerta de JosŽ, una; la puerta de Benjam’n, otra; la puerta de Dan, otra.

 

33) Al lado del sur, cuatro mil quinientas ca–as por medida, y tres puertas: la puerta de Sime—n, una; la puerta de Isacar, otra; la puerta de Zabul—n, otra.

 

34) Y al lado occidental cuatro mil quinientas ca–as, y sus tres puertas: la puerta de Gad, una; la puerta de Aser, otra; la puerta de Neftal’, otra.

 

35) En derredor tendr‡ dieciocho mil ca–as. Y el nombre de la ciudad desde aquel d’a ser‡ Jehov‡-sama.

 

ÀPero que quiere decir esto Jehov‡-sama?  ÁFinalmente tenemos el nuevo nombre de la cuidad santa, pero est‡ presentado en hebreo!

 

Tal vez en tu Biblia hay una nota abajo, que dice ÒJehov‡ est‡ all’Ó.

 

Y con esto, hemos terminado otro gran profeta, despuŽs de un a–o de estudio.

 

======================== Doctrina ========================

 

ÀPero que podemos concluir?

 

Con el nuevo nombre, ÒDios est‡ all’Ó, podeos concluir que no solamente su herencia era intacta, sino que podemos concluir que Dios mismo era el coraz—n de su herencia.

 

Y esto fue presentado mucha veces en el nuevo testamento.  Cristo concluyendo el libro de Mateo dijoÉ

 

Mateo 28:20b   Y he aqu’ yo estoy con vosotros todos los

d’as, hasta el fin del mundo. AmŽn.

 

Cristo con nosotros quiere decir que todo es posible.

 

TambiŽn enÉ

 

Hebreos 13:5   Sean vuestras costumbres sin avaricia,

contentos con lo que tenŽis ahora; porque Žl dijo: No te desampararŽ, ni te dejarŽ.

 

Durante el estudio de Ezequiel, vimos el Esp’ritu de Dios abandonando su templo por la cantidad de iniquidad practicada all‡, pero con Cristo, en Cristo tenemos la promesa de que esto no va a pasar.

 

As’ que aun durante los momentos mas oscuros de la historia del pueblo, los que creyeron la palabra, recibieron grandes promesas de que su herencia era intacta, firme.

 

Pero surge la pregunta.  ÀComo puede un Dios tres veces santo, comprometer se a un pueblo tan propenso a caer otra vez en el lodo?  pausa

 

Y podemos terminar considerando la obediencia de dos hombres.  Y claro uno es mas que hombre.  Primero, en el principio del pueblo, la herencia estaba prometida a Abraham.

 

Y muchos grandes escolares de diferentes escuelas de teolog’a dicen que Dios promet’a la herencia por un pacto incondicional.

 

Pero hay pasajes que pongan esa teor’a en duda.  Por ejemplo, una des la condiciones del pacto de Abraham era la circuncisi—n.

 

GŽnesis 17:14  Y el var—n incircunciso, el que no hubiere

circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona ser‡ cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.

 

Con condiciones tan fuertes, el pacto no parece tan incondicional.  Y MoisŽs casi perdi— su vida por no circuncidar a sus hijos.  Era algo muy importante para Dios.

 

Y si tu aun no ha sido bautizado, ahora es tu momento de considerar lo, ya que la primavera viene.  pausa

 

Pero hay otras evidencias de que el pacto con Abraham no era incondicional.  Cuando Dios dijo a Isaac, el hijo de Abraham que su herencia era firme, Dios daba sus razones.

 

 

 

Hablando con Isaac dijo DiosÉ

 

GŽnesis 26:4-5 MultiplicarŽ tu descendencia como las

estrellas del cielo, y darŽ a tu descendencia todas estas tierras; y todas las naciones de la tierra ser‡n benditas en tu simiente, por cuanto oy— Abraham mi voz, y guard— mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes.

 

Abraham era el padre de todos los que son de la fe.  Y la fe de Abraham no era una fe muerta, sino viva, activa, fruct’fera, obediente. (Y ojala tu feÉ)

 

La herencia de Isaac era firme, porque su padre era fiel.

Y las escrituras dicen que tu, tambiŽn, si estas en Cristo eres de la descendencia de Abraham, como hemos estudiado en G‡latas.

 

G‡latas 3:29   Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente

linaje de Abraham sois, y herederos segœn la promesa.

 

Esto es tu aplicaci—n para hoy d’a, sacada de este capitulo final, lleno de detalles.  En Cristo, tu herencia es firme, aunque no eres una persona perfecta, aunque tienes tus luchas. Tu herencia es firme, en esta vida, y en la venidera.

 

Dios te ha amado con un amor eterno, y en cuanto a la demanda por la justicia, Dios puede mirar atr‡s a la obedec’a de Abraham, que era fiel al pacto.  pausa Pero infinitamente mas importante, Dios puede mirar atr‡s ya a Cristo, que era perfecto en el pacto, muriendo en tu lugar, y Dios puede decir a ti hoy d’a, por medio de su santa palabra, tu herencia, es firme.

 

Vamos a Orar