8 de diciembre de 19

Invitados Al Lugar Sant’simo

Ezequiel 41:1-26

Introducci—n

 

En muchas partes de la Biblia, se hablan de un templo.  ÀPero que fue el prop—sito del templo, en realidad?

 

Sencillamente, hay un deseo de tener el Dios santo, en comuni—n y uni—n con su pueblo.

 

En el para’so de EdŽn, Ad‡n y Eva ten’an esa experiencia.  Dios estaba con ellos en uni—n y comuni—n, y hablaron plenamente con Žl.

 

GŽnesis 3:8    Y oyeron la voz de Jehov‡ Dios que se

paseaba en el huerto, al aire del d’a; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehov‡ Dios entre los ‡rboles del huerto.

 

Ahora era muy tarde.  Se escondieron de su Dios, y la situaci—n era grave por consecuencia de su rebeli—n.  Tan grave que eran expulsados del huerto, y no hab’a manera de regresar.

GŽnesis 3:22-24 Y dijo Jehov‡ Dios: He aqu’ el hombre

es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome tambiŽn del ‡rbol de la vida, y coma, y viva para siempre.

 

Y lo sac— Jehov‡ del huerto del EdŽn, para que labrase la tierra de que fue tomado.

 

Ech—, pues, fuera al hombre, y puso al oriente del huerto de EdŽn querubines, y una espada encendida que se revolv’a por todos lados, para guardar el camino del ‡rbol de la vida.

 

Era muy tr‡gico.  Estaban excluidos del dulce uni—n y comuni—n que antes se experimentaban con su Dios.  Estaban seres ca’dos, y su descendencia tambiŽn iba a nacer como seres ca’dos, todos, menos Cristo Jesœs.  Y realmente no hab’a nada que ellos pudieron hacer para corregir la situaci—n.

Esto pas— al principio de la Biblia, y llegando al fin de la Biblia, hab’a otra exclusi—n contundente.

 

Apocalipsis 22:14-15 Bienaventurados los que lavan sus

ropas, para tener derecho al ‡rbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.

 

Mas los perros estar‡n fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los id—latras, y todo aquel que ama y hace mentira.

 

Otra situaci—n tr‡gica, para los que no tienen el acceso al ‡rbol de la vida.

 

1-4) Me introdujo luego en el templo, y midi— los postes, siendo el ancho seis codos de un lado, y seis codos de otro, que era el ancho del tabern‡culo.  El ancho de la puerta era de diez codos, y los lados de la puerta, de cinco codos de un lado, y cinco del otro. Y midi— su longitud, de cuarenta codos, y la anchura de veinte codos.

 

Y pas— al interior, y midi— cada poste de la puerta, de dos codos; y la puerta, de seis codos; y la anchura de la entrada, de siete codos.  Midi— tambiŽn su longitud, de veinte codos, y la anchura de veinte codos, delante del templo; y me dijo: Este es el lugar sant’simo.

 

Ezequiel era un sacerdote antes de ser profeta, y tenia mucha preparaci—n y ense–anza en esto.

 

Pero no pudo trabajar como sacerdote, siendo tan lejos del templo en JerusalŽn.  Y ahora, el templo actual estaba en escombros.

 

Pero en estos cap’tulos finales del libro, Dios le mostraba un templo profŽtico, presentado en palabras apocal’pticas, un templo enorme, en mucho detalle, pero sin orden alguna de estar construido.

 

Estaba invitado a observar el lugar sant’simo, donde moraba la presencia de Dios.

 

Pero el lugar sant’simo era bien protegido, por muros gruesos, y nadie pudiera entrar jam‡s a ese lugar, sin una invitaci—n especifica de parte del Sant’simo.

 

 

5-7) DespuŽs midi— el muro de la casa, de seis codos; y de cuatro codos la anchura de las c‡maras, en torno de la casa alrededor.

 

Las c‡maras laterales estaban sobrepuestas unas a otras, treinta en cada uno de los tres pisos; y entraban modillones en la pared de la casa alrededor, sobre los que estribasen las c‡maras, para que no estribasen en la pared de la casa.

 

Y hab’a mayor anchura en las c‡maras de m‡s arriba; la escalera de caracol de la casa sub’a muy alto alrededor por dentro de la casa; por tanto, la casa ten’a m‡s anchura arriba. Del piso inferior se pod’a subir al de en medio, y de Žste al superior.

 

El edificio era bell’simo, un dise–o perfecto.  Y hermanos, tenemos que recordar, que muchos cap’tulos antes, Ezequiel era tambiŽn invitado a venir al templo, in visiones.

 

Pero no era tan bello.

 

Ezequiel 8:5-10 Y me dijo: Hijo de hombre, alza ahora

tus ojos hacia el lado del norte. Y alcŽ mis ojos hacia el norte, y he aqu’ al norte, junto a la puerta del altar, aquella imagen del celo en la entrada.

 

6 Me dijo entonces: Hijo de hombre, Àno ves lo que Žstos hacen, las grandes abominaciones que la casa de Israel hace aqu’ para alejarme de mi santuario? Pero vuŽlvete aœn, y ver‡s abominaciones mayores.

 

7 Y me llev— a la entrada del atrio, y mirŽ, y he aqu’ en la pared un agujero.

 

8 Y me dijo: Hijo de hombre, cava ahora en la pared. Y cavŽ en la pared, y he aqu’ una puerta.

 

9 Me dijo luego: Entra, y ve las malvadas abominaciones que Žstos hacen all’.

 

 

 

 

10 EntrŽ, pues, y mirŽ; y he aqu’ toda forma de reptiles y bestias abominables, y todos los ’dolos de la casa de Israel, que estaban pintados en la pared por todo alrededor.

 

Y hab’a mucho mas que se hicieron, profanando el santo templo de Dios, y acabando con la uni—n y la comuni—n que Dios tenia con su pueblo.

 

Y ahora con el templo destruido, y viviendo muy lejos, en la esclavitud de Babilonia, pausa, eran como Ad‡n y Eva, expulsados de su comuni—n con Dios.

 

Pero en estas visiones finales del libro de Ezequiel, Dios estaba anunciando que no era el fin, no era el momento de perder toda esperanza.

 

8-11) Y mirŽ la altura de la casa alrededor; los cimientos de las c‡maras eran de una ca–a entera de seis codos largos.

 

El ancho de la pared de afuera de las c‡maras era de cinco codos, igual al espacio que quedaba de las c‡maras de la casa por dentro.

 

Y entre las c‡maras hab’a anchura de veinte codos por todos lados alrededor de la casa.

 

La puerta de cada c‡mara sal’a al espacio que quedaba, una puerta hacia el norte, y otra puerta hacia el sur; y el ancho del espacio que quedaba era de cinco codos por todo alrededor.

 

Otra vez, hay muchos detalles aqu’, dif’ciles de leer y asimilar si no somos arquitectos.  Pero en los asuntos de la alabanza, y la comuni—n con Dios, tenemos que reconocer que Dios ha sido muy especifico en lo que desea de nosotros.  Como dijo enÉ

 

Miqueas 6:8    Oh hombre, Žl te ha declarado lo que es

bueno, y quŽ pide Jehov‡ de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

 

Y claro, las escrituras est‡n llenas de detalles sobre estos principios.

 

 

12-19) Y el edificio que estaba delante del espacio abierto al lado del occidente era de setenta codos; y la pared del edificio, de cinco codos de grueso alrededor, y noventa codos de largo.

 

Luego midi— la casa, cien codos de largo; y el espacio abierto y el edificio y sus paredes, de cien codos de longitud.

 

Y el ancho del frente de la casa y del espacio abierto al oriente era de cien codos.

 

Y midi— la longitud del edificio que estaba delante del espacio abierto que hab’a detr‡s de Žl, y las c‡maras de uno y otro lado, cien codos; y el templo de dentro, y los portales del atrio.

 

Los umbrales y las ventanas estrechas y las c‡maras alrededor de los tres pisos estaba todo cubierto de madera desde el suelo hasta las ventanas; y las ventanas tambiŽn cubiertas.

 

Por encima de la puerta, y hasta la casa de adentro, y afuera de ella, y por toda la pared en derredor por dentro y por fuera, tom— medidas.

 

Y estaba labrada con querubines y palmeras, entre querub’n y querub’n una palmera; y cada querub’n ten’a dos rostros; un rostro de hombre hacia la palmera del un lado, y un rostro de le—n hacia la palmera del otro lado, por toda la casa alrededor.

 

Aqu’ hay simbolismo interesante, querubines y palmeras.  Los querubines eran ‡ngeles, fuertes como leones, e inteligentes como hombres.

 

ÀY en donde hemos visto querubines antes, sino guardando la entrada de edŽn, y protegiendo el ‡rbol del la vid.

 

Y muchos creen que estas palmeras representaban el mismo ‡rbol de la vid.

 

GŽnesis 3:24   Ech—, pues, fuera al hombre, y puso al

oriente del huerto de EdŽn querubines, y una espada encendida que se revolv’a por todos lados, para guardar el camino del ‡rbol de la vida.

 

 

Dios es santo, sant’simo, tres veces santo.  Y el hombre ca’do simplemente no tiene manera de reestablecer su relaci—n con un ser tan exaltado.

 

20-22) Desde el suelo hasta encima de la puerta hab’a querubines labrados y palmeras, por toda la pared del templo.

 

Cada poste del templo era cuadrado, y el frente del santuario era como el otro frente.

 

La altura del altar de madera era de tres codos, y su longitud de dos codos; y sus esquinas, su superficie y sus paredes eran de madera. Y me dijo: Esta es la mesa que est‡ delante de Jehov‡.

 

Otro misterio.  Hab’a un altar, pero realmente era una mesa.  Y era construida de madera.  Bueno no se puede quemar sacrificaos sobre un altar de madrea.  ÀQue es esto tratando de decirnos?  pausa

 

Hermanos, en nuestra iglesia no tenemos muchos s’mbolos ni im‡genes.

 

Pero si tenemos una mesa, cuando servimos la santa cena.  Y si tenemos una cruz, que algunos han tomado, hist—ricamente como el ‡rbol de la vida.

 

Ultima parteÉ

 

23-26) El templo y el santuario ten’an dos puertas.

 

Y en cada puerta hab’a dos hojas, dos hojas que giraban; dos hojas en una puerta, y otras dos en la otra.

 

En las puertas del templo hab’a labrados de querubines y palmeras, as’ como los que hab’a en las paredes; y en la fachada del atrio al exterior hab’a un portal de madera.

 

Y hab’a ventanas estrechas, y palmeras de uno y otro lado a los lados del p—rtico; as’ eran las c‡maras de la casa y los umbrales.

 

Hasta aqu’, otro capitulo lleno de destalles, lleno de medidas.

 

 

 

 

======================== Doctrina =======================

 

ÀPero que podemos aprender de un capitulo tan extra–o, y tan simb—lico?  pausa

 

ÁMucho!

 

El hombre fue creado para tener uni—n y comuni—n con su Dios.  Pero su Dios es extremamente santo, y no puede soportar ni la rebeli—n ni el pecado.

 

Y una vez expulsado de la presencia de Dios, no tiene manera alguna, en si mismo, de regresar.  pausa

 

Y aqu’ podemos ver, en estos cap’tulos finales, la gracia de Dios en mandar a su hijo, para abrir una puerta otra vez para nosotros.

 

En este libro, el pueblo no merec’a nada mas que la expulsi—n, y la exclusi—n de la presencia de Dios.  Su templo, como lugar de tener comuni—n con Dios estaba destruido.  pausa

 

Pero en estos cap’tulos finales, Dios estaba mostrando su gracia.

 

Primero en el capitulo 36 dios les promet’a un coraz—n nuevo, asegurando su capacidad de caminar en la santidad.

 

Ezequiel 36:26-28    Os darŽ tambiŽn un coraz—n nuevo, y

pondrŽ un esp’ritu nuevo dentro de vosotros; y quitarŽ de vuestra carne el coraz—n de piedra, y os darŽ un coraz—n de carne.

 

Y pondrŽ dentro de vosotros mi Esp’ritu, y harŽ que andŽis en mis estatutos, y guardŽis mis ordenanzas, y las pong‡is por obra.

 

HabitarŽis en la tierra que di a vuestros padres, y vosotros me serŽis por pueblo, y yo serŽ a vosotros por Dios.

 

Pregunta: ÀQue hicieron ellos para merecer ese nuevo

coraz—n?

 

 

Respuesta: Nada, sino que en esto, la gracia, la

misericordia de Dios estaba magnificada.

 

DespuŽs en el capitulo 37, Dios promet’a levantar los huesos secos, dando vida nueva al pueblo.

 

DespuŽs, en las profec’as de Gog y Magog, Dios promet’a su protecci—n, que seria suficiente en contra de los poderes mas grandes del mundo.

 

Y ahora, en los cap’tulos finales, Dios habla de un templo, un lugar en que estaban invitados a pasar al lugar sant’simo.  Y este templo es Cristo.

 

Juan 2:19-21   Respondi— Jesœs y les dijo: Destruid este

templo, y en tres d’as lo levantarŽ.

 

Dijeron luego los jud’os: En cuarenta y seis a–os fue edificado este templo, Ày tœ en tres d’as lo levantar‡s?

 

Mas Žl hablaba del templo de su cuerpo.

 

======================== Aplicaci—n =======================

In nuestra iglesia hablamos mucho de la ley de Dios.  En este a–o tuvimos los diez mandamientos como el tema de la Escuela B’blica de Vacaciones y tambiŽn predicamos una seria sobre los diez mandamientos en los viernes.

 

La ley es buena.  Pausa   Pero la ley no puede salvar nos.

 

Estamos salvados, rescatados de la expulsi—n, por la gracia de Dios, expresada en la muerte de Cristo...

 

Romanos 4:25   El cual fue entregado por nuestras

transgresiones, y resucitado para nuestra

justificaci—n.

 

Siempre hay una tentaci—n de creer que estamos aceptables con Dios por lo que nosotros hemos hecho, cumpliendo su ley.  Y esto es una tentaci—n que tenemos que resistir.

 

Esto fue el error de los fariseos.

 

Lucas 18:9-14  A unos que confiaban en s’ mismos como

justos, y menospreciaban a los otros, dijo tambiŽn esta par‡bola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano.

El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adœlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.

 

Mas el publicano, estando lejos, no quer’a ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sŽ propicio a m’, pecador.

 

Os digo que Žste descendi— a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, ser‡ humillado; y el que se humilla ser‡ enaltecido.

 

Para tener la uni—n y la comuni—n con Dios, tenemos que evitar el farise’smo, a todo costo.

 

En la historia del hijo prodigo se ve claramente el poder de la gracia de Dios, recibiendo el hijo que fue al mundo perdiendo sus bienes, su tiempo y su reputaci—n.

 

Pero regresando estaba bien recibido.  pausa

Pero no por todos.  El hermano mayor, ya estaba cayendo en el esp’ritu del farisa’smo, pensando de Dios, ÒSe–or, tu me debesÓ.

Lucas 15:25-32 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando

vino, y lleg— cerca de la casa, oy— la mœsica y las danzas; y llamando a uno de los criados, le pregunt— quŽ era aquello.

 

27 ƒl le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.  Entonces se enoj—, y no quer’a entrar. Sali— por tanto su padre, y le rogaba que entrase.

 

Se enoj— porque no estaba viviendo en la gracia, sino en error del merito.

 

29 Mas Žl, respondiendo, dijo al padre: He aqu’, tantos a–os te sirvo, no habiŽndote desobedecido jam‡s, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.  Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para Žl el becerro gordo.

ÀQue estaba diciendo este hijo?  Lo que dice muchos hermanos a su Dios.  ÁSe–or tu me debes!

 

Es la doctrina del merito, en vez de la doctrina de la gracia.

31 ƒl entonces le dijo: Hijo, tœ siempre est‡s conmigo, y todas mis cosas son tuyas.  Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se hab’a perdido, y es hallado.

 

El asunto es un poco profundo, porque todos los que leen sus Biblias van a ver que en el d’a del juicio estaremos juzgados por las obras.

 

Mateo 25:31-40 Cuando el Hijo del Hombre venga en su

gloria, y todos los santos ‡ngeles con Žl, entonces se sentar‡ en su trono de gloria,  y ser‡n reunidas delante de Žl todas las naciones; y apartar‡ los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos.

 

Y pondr‡ las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda.

 

34 Entonces el Rey dir‡ a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundaci—n del mundo.

 

35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la c‡rcel, y vinisteis a m’.

 

Estar‡n juzgados por sus obras.  ÀPero que fue el motivo de sus obras?  ÀLa acumulaci—n de merito?

 

No, sino que sirvieron a otros por su gratitud, por su amor a Dios, y por su amor al pr—jimo.

 

Entonces los justos le responder‡n diciendo: Se–or, Àcu‡ndo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?

 

38 ÀY cu‡ndo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?

 

39 ÀO cu‡ndo te vimos enfermo, o en la c‡rcel, y vinimos a ti?

 

40 Y respondiendo el Rey, les dir‡: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos m‡s peque–os, a m’ lo hicisteis.

 

Estos no ten’an ninguna lista de lo que han hecho para merecer algo con el Se–or.  Cristo tenia la lista, no ellos.  Ellos hicieron todo por el amor, por gratitud.

 

Pero hay otro ejemplo, con otra lista.

 

Mateo 7:21-23  No todo el que me dice: Se–or, Se–or,

entrar‡ en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que est‡ en los cielos.

 

Muchos me dir‡n en aquel d’a: Se–or, Se–or, Àno profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?

 

Y entonces les declararŽ: Nunca os conoc’; apartaos de m’, hacedores de maldad.

 

Ellos estaban clamando por sus obras, su lista, como que estaban diciendo Ò!Se–or, tu me debes, y tienes que pagar!Ó 

 

Como los fariseos, se confiaban en sus obras, como que se pudieron producir merito, en vez de confiar en el sacrificio de Cristo.  Y es resultado era fatal.  pausa

 

Hermano, si tu quieres vivir libre, libre del farise’smo, confiando en lo que Cristo ha hecho de tu parte, puedes pasar en unos momentos y oraremos para ti.

 

Vamos a Orar