9 de agosto de 19
Alcanzando El Contentamiento
ƒxodo 20:17
Nosotros estamos viviendo en uno de los siglos mas
pr—speros de toda la historia del mundo, aqu’ en este pa’s. Casi todos tienen telŽfonos m—viles, si
los quieren, y la gran mayor’a de los adultos tienen caros.
En muchas familias, ya tienen tres caros o mas. Tienen el aire condicionado, el cable
para mirar un sin fin de programas en la televisi—n.
Y con el Internet, pueden accesar informaci—n que
para nuestros abuelos, seria casi incomprensible.
Pero con todos estos lujos, y con todos los
entretenimientos, muchos sigan incontentos,
porque las cosas de este mundo, y sus muchas vanidades, no pueden satisfacer el
alma humano.
Y cuando deseamos cosas o relaciones que nos son
prohibidas, podemos caer en un mundo de miserias, por esto Dios dijo en el
ultimo de los diez mandamientosÉ
ƒxodo
20:17 No codiciar‡s la
casa de tu pr—jimo, no
codiciar‡s
la mujer de tu pr—jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu pr—jimo.
El mandamiento no dice que es malo desear una casa o
una esposa, sino que el problema viene cuando deseas algo que te est‡
prohibido.
Podemos tomar el gran caso de David, mirando a
BetsabŽ como ejemploÉ
2 Samuel 11:1-2 Aconteci—
al a–o siguiente, en el tiempo
que salen los reyes a la
guerra, que David envi— a Joab, y con Žl a sus siervos y a todo Israel, y
destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rab‡; pero David se qued— en JerusalŽn.
Y sucedi— un d’a, al caer
la tarde, que se levant— David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la
casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba ba–ando, la cual
era muy hermosa.
No tenia nada de malo para David desear una
mujer. No tenia nada de malo
desear una mujer guapa. Pero esa
mujer era esposa de otro.
Si David amaba a su pr—jimo como a si mismo,
entonces se dejar’a en paz la mujer de otro hombre, un buen hombre, uno de sus
soldados, Urias. pausa
Y as’ es la codicia. En vez de vivir contentos,
con lo que Dios nos ha dado, en su providencia, en su soberan’a, deseamos
agarrar, lo que Dios ha dado a otro.
Y por esto, se dicen en las escrituras que la avaricia
es una forma de idolatr’a.
Colosenses 3:5 Haced
morir, pues, lo terrenal en vosotros:
fornicaci—n, impureza,
pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatr’a.
Y es algo que puede arrastrar te al infierno, si no
llegues a cancelar la en tiempo.
Efesios 5:5 Porque
sabŽis esto, que ningœn fornicario, o
inmundo, o avaro, que
es id—latra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.
A veces no pensamos de que la codicia puede ser tan
peligrosa, pero aparece este pecado en las peores listas.
1 Corintios 6:9-10 ÀNo
sabŽis que los injustos no heredar‡n
el reino de Dios? No
errŽis; ni los fornicarios, ni los id—latras, ni los adœlteros, ni los
afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros,
ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredar‡n el reino
de Dios.
Es que llegando al ultimo mandamiento, estamos
regresando al primero, en contra de toda forma de idolatr’a.
Es que cuando no podemos aceptar los bienes que Dios
nos ha dado con gratitud, sino que estamos siempre pensando en mas, o en lo que
otros tienen, estamos rechazando a nuestro Dios y estableciendo a nuestras
lujurias, y concupiscencias, como lo que realmente merecer‡n nuestras
adoraciones.
Dios ya ha prometido dar nos todo lo que
necesitamos.
Hebreos 13:5-6 Sean
vuestras costumbres sin avaricia,
contentos con
lo que tenŽis ahora; porque Žl dijo: No te desampararŽ, ni te dejarŽ; de manera
que podemos decir confiadamente: El
Se–or es mi ayudador; no
temerŽ lo que me pueda hacer el hombre.
Pero para muchos es casi imposible alcanzar el contentamiento, aun
viviendo en unos de los pa’ses mas ricos del mundo. Es que siempre desean mas.
1 Timoteo 6:6-10 Pero
gran ganancia es la piedad
acompa–ada de
contentamiento; porque nada hemos tra’do a este mundo, y sin duda nada podremos
sacar.
As’ que, teniendo sustento
y abrigo, estemos contentos con esto.
Porque los que quieren
enriquecerse caen en tentaci—n y lazo, y en muchas codicias necias y
da–osas, que hunden a los hombres en destrucci—n y perdici—n; porque ra’z de todos los males es el
amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y
fueron traspasados de muchos dolores.
Cuando San Pablo lleg— a la fe, Dios estaba
revelando su culpabilidad debajo de este mandamiento.
ƒxodo
20:17 No codiciar‡s la
casa de tu pr—jimo, no
codiciar‡s
la mujer de tu pr—jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu pr—jimo.
Es que San Pablo, como religioso, se pensaba que era
muy justo, por afuera, irreprensible, dijo en una parte. Pero estaba hundiendo se en su auto
enga–o, hasta que este dŽcimo mandamiento vino exponiendo todo.
Romanos 7:7 ÀQuŽ
diremos, pues? ÀLa ley es pecado? En
ninguna manera. Pero yo no
conoc’ el pecado sino por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la
ley no dijera: No codiciar‡s.
Por ese ultimo mandamiento, San Pablo finalmente se
sent’a la magnitud de su pecaminosidad, y con esto vino la esperanza.
Y despuŽs de llegar a la fe en Cristo, se alcanzaba el contentamiento, lleno
finalmente del amor infinito de Cristo.
Hablando de una ofrenda que Žl estaba recogiendo
para otros dijoÉ
Filipenses 4:11-13 No
lo digo porque tenga escasez, pues he
aprendido a contentarme,
cualquiera que sea mi situaci—n.
SŽ vivir humildemente, y
sŽ tener abundancia; en todo y por todo estoy ense–ado, as’ para estar saciado
como para tener hambre, as’ para tener abundancia como para padecer necesidad.
Todo lo puedo en Cristo
que me fortalece.
Est‡ es la madurez Cristiana, capaz de alcanzar el contentamiento con mucho, o
con poco, y siempre alerto a los peligros, como Salom—n dijo en los proverbios.
Proverbios 30:8-9 Vanidad
y palabra mentirosa aparta de m’;
No me des pobreza ni
riquezas; MantŽnme del pan necesario; No sea que me sacie, y te niegue, y diga:
ÀQuiŽn es Jehov‡?
O que siendo pobre, hurte,
Y blasfeme el nombre de mi
Dios.
Esto tambiŽn es la madurez, y la sabidur’a de la fe.
Pero hay muchos ejemplos de personas, dentro del
reino de Dios, llegando a su ruina, por la codicia.
Judas, Iscariote, vend’a su Se–or, por el amor al
dinero.
Ananias y Safira, codiciando la admiraci—n de la
gente, y amando el dinero a la vez, se mintieron al Esp’ritu Santo y perdieron
sus vidas.
Ya estudiamos la semana pasada la manera en que el
rey Acab, codiciaba una vi–a a la cual no tenia ningœn derecho, y esto le cost—
la vida, a Žl, y a su esposa Jezabel.
Ya hemos hablando de la manera en que David, sufr’a
terriblemente, por su codicia de la esposa de otro.
Y claro, hermanos, tenemos que reconocer que cuando
dice que el hombre no puede codiciar la esposa de otro hombre, que la
implicaci—n est‡ all’ de que una mujer no puede codiciar el esposo de otra
mujer.
ƒxodo
20:17 No codiciar‡s la
casa de tu pr—jimo, no
codiciar‡s
la mujer de tu pr—jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu pr—jimo.
Si deseas, pareja, busca una persona soltera, del
genero, opuesto, por supuesto. (En las generaciones pasadas, ni era necesario
mencionar esto).
Si deseas una casa, un caro bonito, herramientas
œtiles, tienes que trabajar, y ahorrar.
Pero cuando deseas cosas que no pueden ser tuyas, o de deseas relaciones
il’citas, entonces estas jugando con fuego.
Mira lo que pas— con Sans—n.
Jueces 14:1-3 Descendi—
Sans—n a Timnat, y vio en Timnat a
una mujer de las hijas de
los filisteos.
Y subi—, y lo declar— a su
padre y a su madre, diciendo: Yo he visto en Timnat una mujer de las hijas de
los filisteos; os ruego que me la tomŽis por mujer.
Y su padre y su madre le
dijeron: ÀNo hay mujer entre las hijas de tus hermanos, ni en todo nuestro
pueblo, para que vayas tœ a tomar mujer de los filisteos incircuncisos? Y
Sans—n respondi— a su padre: T—mame Žsta por mujer, porque ella me agrada.
Y aqu’ te puedes ver la lujuria idolatra. Es que no le importaba Sans—n, lo que
Dios dijo sobre tales relaciones, porque para el momento, la lujuria era su
dios.
Cristo ense–aba mucho sobre este tema, porque sabia
que esto ha destruido la fe de muchos.
Lucas 16:13-14 Ningœn
siervo puede servir a dos se–ores;
porque o aborrecer‡ al uno
y amar‡ al otro, o estimar‡ al uno y menospreciar‡ al otro. No podŽis servir a
Dios y a las riquezas.
Y o’an tambiŽn todas estas
cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de Žl.
Los fariseos ten’an una apariencia de la fe, pero el
realidad se hund’an en el amor al dinero.
Y el mismo puede pasar con muchos hermanos modernos. pausa
Bueno, antes de cerrar, vamos a hacer unas
aplicaciones sociales. Porque en
las iglesias modernas, si aplican la ley de Dios, que es raro, pero cuando la
aplican, normalmente se aplican solamente a la piedad personal.
Pero la aplicaci—n de la ley de Dios es muy amplia.
Salmos 119:96 A
toda perfecci—n he visto fin;
Amplio sobremanera es tu
mandamiento.
La ley de Dios es muy amplia y tiene aplicaciones a
la cultura, al gobierno y hasta con la econom’a.
En las universidades de este pa’s, muchos profesores
ya proclaman abiertamente que son Marxistas, o socialistas, y hablan mucho de
la Òdesigualdad econ—micaÓ.
Pero sus soluciones a los problemas es robar a un
grupo, para dar a otro.
Y los profesores, o sus pol’ticos son cada vez mas
populares porque muchos en esta sociedad tienen envidia de los que tienen mas.
Y rompiendo este ultimo mandamiento, tratando de
llenar a los j—venes con la envidia y la codicia, se chocan fuertemente con
este dŽcimo mandamiento.
ƒxodo
20:17 No codiciar‡s la
casa de tu pr—jimo, no
codiciar‡s
la mujer de tu pr—jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu pr—jimo.
Pero podemos ver en las ense–anzas de Cristo, que la
Biblia no est‡ al lado de estos modernos y sus huecas sutilezas.
Cristo hablando de las par‡bolas dijoÉ
Mateo 13:12 Porque
a cualquiera que tiene, se le dar‡, y
tendr‡ m‡s; pero al que no
tiene, aun lo que tiene le ser‡ quitado.
ÁPero que va!
ÁEso no suena como la igualdad, ense–ada aqu’ en la universidad de
Irvine!
ÀY que pas— con la par‡bola de las minas? Hablando de su segunda venida Cristo
dijoÉ
Mateo 25:13-30 Velad,
pues, porque no sabŽis el d’a ni la
hora en que el Hijo del
Hombre ha de venir.
14 Porque el reino de los
cielos es como un hombre que yŽndose lejos, llam— a sus siervos y les entreg—
sus bienes.
15 A uno dio cinco
talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y
luego se fue lejos.
ÁMomento!
ÀPorque se daba mas a un siervo que al otro?
Esto no es igualdad. ÁSi Cristo Jesœs estaba ense–ando en la universidad de
California, seria r‡pidamente despedido, no sabiendo nada de la doctrina ÒsantaÓ
de la igualdad!
16 Y el que hab’a recibido
cinco talentos fue y negoci— con ellos, y gan— otros cinco talentos.
17 Asimismo el que hab’a
recibido dos, gan— tambiŽn otros dos.
18 Pero el que hab’a
recibido uno fue y cav— en la tierra, y escondi— el dinero de su se–or.
19 DespuŽs de mucho tiempo
vino el se–or de aquellos siervos, y arregl— cuentas con ellos.
20 Y llegando el que hab’a
recibido cinco talentos, trajo otros cinco talentos, diciendo: Se–or, cinco
talentos me entregaste; aqu’ tienes, he ganado otros cinco talentos sobre
ellos.
21 Y su se–or le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondrŽ; entra en
el gozo de tu se–or.
22 Llegando tambiŽn el que
hab’a recibido dos talentos, dijo: Se–or, dos talentos me entregaste; aqu’
tienes, he ganado otros dos talentos sobre ellos.
23 Su se–or le dijo: Bien,
buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondrŽ; entra en
el gozo de tu se–or.
24 Pero llegando tambiŽn
el que hab’a recibido un talento, dijo: Se–or, te conoc’a que eres hombre duro,
que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve
miedo, y fui y escond’ tu talento en la tierra; aqu’ tienes lo que es tuyo.
26 Respondiendo su se–or,
le dijo: Siervo malo y negligente, sab’as que siego donde no sembrŽ, y que
recojo donde no esparc’.
27 Por tanto, deb’as haber
dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es m’o
con los intereses.
28 Quitadle, pues, el
talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
29 Porque al que tiene, le
ser‡ dado, y tendr‡ m‡s; y al que no tiene, aun lo que tiene le ser‡ quitado.
ÀÀÀQue???
ÀVan a quitar del pobre diablo para dar al rico?
ÀAcaso Cristo no sabia nada de la Òigualdad
econ—micaÓ?
30 Y al siervo inœtil
echadle en las tinieblas de afuera; all’ ser‡ el lloro y el crujir de dientes.
Ojala, hermano, te puedes ver ya, que la Òigualdad
econ—micaÓ, como soluci—n del gobierno no es un concepto B’blico.
Pero para los que aun dudan, vamos a una par‡bola
mas.
Mateo 20:1-15 Porque
el reino de los cielos es semejante a
un hombre, padre de
familia, que sali— por la ma–ana a contratar obreros para su vi–a.
2 Y habiendo convenido con
los obreros en un denario al d’a, los envi— a su vi–a.
Todos estaban de acuerdo con los tŽrminos del
trabajo.
3 Saliendo cerca de la
hora tercera del d’a, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les
dijo: Id tambiŽn vosotros a mi vi–a, y os darŽ lo que sea justo. Y ellos
fueron. Sali— otra vez cerca de
las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.
Y saliendo cerca de la
hora undŽcima, hall— a otros que estaban desocupados; y les dijo: ÀPor quŽ
est‡is aqu’ todo el d’a desocupados?
Le dijeron: Porque nadie
nos ha contratado. El les dijo: Id tambiŽn vosotros a la vi–a, y recibirŽis lo
que sea justo.
Cuando lleg— la noche, el
se–or de la vi–a dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y p‡gales el jornal,
comenzando desde los postreros hasta los primeros.
9 Y al venir los que
hab’an ido cerca de la hora undŽcima, recibieron cada uno un denario.
10 Al venir tambiŽn los
primeros, pensaron que hab’an de recibir m‡s; pero tambiŽn ellos recibieron
cada uno un denario.
11 Y al recibirlo,
murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado
una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga
y el calor del d’a.
13 ƒl, respondiendo, dijo
a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; Àno conviniste conmigo en un
denario?
14 Toma lo que es tuyo, y
vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti.
15 ÀNo me es l’cito
hacer lo que quiero con lo m’o? ÀO tienes tœ envidia, porque yo soy bueno?
Los que trabajaron todo el d’a, se sent’an la
envidia por los que vinieron mas tarde.
Se codiciaban su tasa de pago, por cada hora. Pero el due–o no estaba dispuesto a alimentar su codicia.
Y bajo las ense–anzas de las universidades de este pa’s,
donde se creen mas justos que Cristo, un evento como esto seria la causa de protestas,
de huelgas y a lo mejor de mucha violencia. Porque la gente de nuestros tiempos vivan muy, pero muy
lejos del dŽcimo mandamiento, que diceÉ
ƒxodo
20:17 No codiciar‡s la
casa de tu pr—jimo, no
codiciar‡s
la mujer de tu pr—jimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni
cosa alguna de tu pr—jimo.
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Conclusi—n -----------------------
Finalmente hermano, hermana si deseas alcanzar el contentamiento, ponga el
reino de Dios y su justicia antes de todo, y el contentamiento ser‡ tuyo.
Mateo 6:31-34 No
os afanŽis, pues, diciendo: ÀQuŽ comeremos,
o quŽ beberemos, o quŽ
vestiremos?
Porque los gentiles buscan
todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenŽis necesidad de
todas estas cosas.
Mas buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os ser‡n a–adidas.
As’ que, no os afanŽis por
el d’a de ma–ana, porque el d’a de ma–ana traer‡ su af‡n. Basta a cada d’a su
propio mal.
Y si tu deseas vivir contento con lo que Dios te ha dado, puedes pasar en unos momentos
y oraremos contigo.
Vamos a Orar