4 de agosto de 19

ÁAy De La Ciudad De Sangres!

Ezequiel 24:1-27

Introducci—n

 

Parece que ahora, en este pa’s, hay tiroteos peligrosos cada dos o tres d’as.  Casi no son noticia, est‡n tan comunes.

 

Ayer, se reportaron mucho sobre lo que pas— en un Walmart en El Paso Texas, en que veinte personas perdieron sus vidas.

 

El domingo pasado, en el norte de California, en un festival, mataron a cuatro.

 

Hoy, a la una de la ma–ana, hab’a otro tiroteo, matando a 9 en Ohio, en un lugar en que lo j—venes salgan para festejar.

 

Ni ha pasado 24 horas desde lo de El paso, y hoy vino otro.

 

Se pudiera decir que estamos viviendo en cuidades de sangre ya.

 

En Espa–a, donde no tienen las armas como aqu’, sali— un video de un hombre dando una patada a otra persona esperando uno de los trenes subterr‡neos, y tiraba la persona en frente del tren cuando llegaba.  Gracias a Dios la persona empujada no muri—.  Pero este juego, sat‡nico, es cada vez mas popular donde hay muchos trenes.

 

Es como que la cultura en los pa’ses del occidente est‡ desintegrando con rapidez, cuando las grandes mayor’as de la gente abandonen su fe B’blica.

 

Y en el capitulo de hoy, veremos lo que pasa, cuando un pueblo se quede en esa trayectoria para abajo, por mucho tiempo.

 

1-2) Vino a m’ palabra de Jehov‡ en el a–o noveno, en el mes dŽcimo, a los diez d’as del mes, diciendo:

Hijo de hombre, escribe la fecha de este d’a; el rey de Babilonia puso sitio a JerusalŽn este mismo d’a.

 

Por muchos cap’tulos, Ezequiel profetizaba la certeza de que Dios iba a destruir a JerusalŽn.  El rey de Babilonia ya tenia un grupo ya capturado, con Ezequiel, pero la mayor’a del pueblo estaba en JerusalŽn, para protecci—n.

Y ten’an muchos profetas falsos que anunciaci—n que no ten’an que preocupar, porque el cautiverio seria muy breve.

 

Segśn ellos, Dios Jam‡s permitir’a la ca’da de JerusalŽn, porque su templo estaba all’.

 

Y en estos versos, Ezequiel tenia que grabar la fecha en que el sitio actualmente empezaba, porque Žl estaba en Babilonia, muy lejos de todo esto.

 

3) Y habla por par‡bola a la casa rebelde, y diles: As’ ha dicho Jehov‡ el Se–or: Pon una olla, ponla, y echa tambiŽn en ella agua;

 

La par‡bola de la olla no era nueva.  Los rebeldes dijeron que como la carne tiene su lugar en la olla, ellos ten’an su lugar en JerusalŽn.

 

4-5) junta sus piezas de carne en ella; todas buenas piezas, pierna y espalda; llŽnala de huesos escogidos.

Toma una oveja escogida, y tambiŽn enciende los huesos debajo de ella; haz que hierva bien; cuece tambiŽn sus huesos dentro de ella.

 

En el principio, eran piezas buenas, la gente de Israel, pero algo pasaba, arrastrando casi todos del camino de Dios.

 

6) Pues as’ ha dicho Jehov‡ el Se–or: !!Ay de la ciudad de sangres, de la olla herrumbrosa cuya herrumbre no ha sido quitada! Por sus piezas, por sus piezas s‡cala, sin echar suerte sobre ella.

 

Ellos tambiŽn, moraban en una cuidad de sangres.  Hab’an muchos asesinos, y hasta mataban a sus propios hijos en la alabanza de sus ’dolos.

 

Y como Dios tenia que hacer algo con el mundo del tiempo de NoŽ, por la mucha violencia, tambiŽn tenia que hacer algo con JerusalŽn para acabar con las infamias.

 

En la analog’a de la olla, hab’a algo muy sucio, y por esto habla de herrumbre, que aparece cuando el hierro est‡ corrompido.

 

7) Porque su sangre est‡ en medio de ella; sobre una piedra alisada la ha derramado; no la derram— sobre la tierra para que fuese cubierta con polvo.

 

Cuando se derramaban la sangre, o para comer un animal, o para un sacrificio, se pusieron la sangre en la tierra, cubriendo la con el polvo, para mostrar una reverencia para la vida.

 

Pero en la ciudad de sangres, ni se molestaban con esto, porque en realidad, la vida era muy barata.

 

8) Habiendo, pues, hecho subir la ira para hacer venganza, yo pondrŽ su sangre sobre la dura piedra, para que no sea cubierta.

 

Dios tenia que recompensar esa falta de respeto por la vida.

 

9) Por tanto, as’ ha dicho Jehov‡ el Se–or: !!Ay de la ciudad de sangres! Pues tambiŽn harŽ yo gran hoguera,

multiplicando la le–a, y encendiendo el fuego para consumir la carne y hacer la salsa; y los huesos ser‡n quemados.

 

Y esto es la par‡bola de la olla.  Dios iba a causar la cuidad de hervir, con sufrimientos y con agon’as.

 

Muchos hu’an a JerusalŽn, cerca del templo, para encontrar la protecci—n, pero en realidad todo esto era para su ruina.

 

11) Asentando despuŽs la olla vac’a sobre sus brasas, para que se caldee, y se queme su fondo, y se funda en ella su suciedad, y se consuma su herrumbre.

 

Esto fue el punto.  La corrupci—n, la suciedad no pudo continuar mas, y seria limpiada por fuego.  El fuego iba a acabar con la herrumbre, por fin.

 

12) En vano se cans—, y no sali— de ella su mucha herrumbre. S—lo en fuego ser‡ su herrumbre consumida.

 

Cuando todo llega a su limite, como estamos viendo en este pa’s, Dios tiene que hacer algo para quitar la suciedad.

 

Y como Israel, es mal’simo con nosotros, porque aqu’, como en Europa, hemos conocido bien, la vedad de Dios.

 

13) En tu inmunda lujuria padecer‡s, porque te limpiŽ, y tś no te limpiaste de tu inmundicia; nunca m‡s te limpiar‡s, hasta que yo sacie mi ira sobre ti.

 

La implicaci—n es que hab’a mucha inmoralidad sexual, que era normal con la idolatr’a.  Como hoy mismo en Ohio, a la una de la ma–ana, los j—venes estaban festejando toda la noche, hasta empleando el principio del d’a del Se–or, bebiendo y bailando.  pausa  Se fueron de una calentura de Augusto, a otra forma de calentura, eterna, en muchos casos.

 

14) Yo Jehov‡ he hablado; vendr‡, y yo lo harŽ. No me volverŽ atr‡s, ni tendrŽ misericordia, ni me arrepentirŽ; segśn tus caminos y tus obras te juzgar‡n, dice Jehov‡ el Se–or.

 

Y por supuesto, todo ese tiempo hab’an otros profetas que dijeron, ŇÁOlvida lo, todo est‡ bien, mira, nada puede pasar con nosotros, es que tenemos el templo del Se–or!Ó

 

Como Jerem’as quejaba en su libro...

 

Jerem’as 7:4   No fiŽis en palabras de mentira, diciendo:

Templo de Jehov‡, templo de Jehov‡, templo de Jehov‡ es este.

 

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Bueno esto fue la primera parte, en que la destrucci—n de la cuidad de sangres estaba empezando.  Pero sabiendo que la gran mayor’a ni iban a creer, porque casi se ignoraban la palabra de Dios, el Esp’ritu de Dios hizo algo bien extra–o.

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15-16) Vino a m’ palabra de Jehov‡, diciendo: Hijo de hombre, he aqu’ que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos; no endeches, ni llores, ni corran tus l‡grimas.

 

De repente, Ezequiel iba a perder algo, o alguien, de mucha importancia.  ŔPero porque? El profeta era un siervo fiel, obedeciendo todo lo que el Se–or mandaba.

 

17) Reprime el suspirar, no hagas luto de mortuorios; ata tu turbante sobre ti, y pon tus zapatos en tus pies, y no te cubras con rebozo, ni comas pan de enlutados.

 

Ezequiel iba a perder alguien, alguien muy querida, pero ni pudo expresar su luto.  ŔPero que quiere decir todo esto.?

 

18) HablŽ al pueblo por la ma–ana, y a la tarde muri— mi mujer; y a la ma–ana hice como me fue mandado.

 

ÁDios le quit— su esposa, y el profeta continuaba, fiel!

ŔPero que quiere decir?  Y n—talo, no dice que el diablo le quito la hermana querida, sino Dios la tomaba.  Y lo hizo con un golpe. 

 

A veces cuando un ser querido es enfermo, y tienes tiempo de asimilar todo lo que est‡ pasando, cuando finalmente se muere, uno est‡ dispuesto a expresar su luto, conforme a la cultura donde vive.

 

Pero si se muere de repente, casi no lo puedes asimilar, por algśn tiempo.

 

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Antes de analizar lo que signifique todo esto, tenemos que considerar la realidad de que no es f‡cil, a veces servir a Dios.

 

Cerca de nosotros tenemos pastores famosos que han perdido sus hijos. Greg Laurie, famoso de los calvarios, perdi— su hijo, joven en un accidente automovil’stico.

 

Rick Warren, el famoso de la iglesia Saddleback perdi— su hijo en un suicido.

 

Pero estos dos hombres sigan, sirviendo al Se–or.

 

Y esto es bastante comśn.  Job, perdi— todos sus hijos, cuando el Diablo consegu’a el permiso de Dios de lanzar un ataque en su contra.

 

San Pablo sufr’a un mont—n de ataques, y hasta Dios le dio un mensajero de Satan‡s para mantener su humildad.

 

2 Corintios 12:7-10  Y para que la grandeza de las

revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguij—n en mi carne, un mensajero de Satan‡s que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Se–or, que lo quite de m’.

 

Y me ha dicho: B‡state mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriarŽ m‡s bien en mis debilidades, para que repose sobre m’ el poder de Cristo.

 

 

Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy dŽbil, entonces soy fuerte.

 

Mi hermano menor, anciano de a–os en la iglesia, perdi— una de sus hijas cuando ella tenia quince a–os.   Y aun sigue, Žl con el Se–or.  Y se pudiera multiplicar los ejemplos.

 

En mi caso, doy gracia de que aun tengo mi esposa, pero ella ha sufrido el c‡ncer varias veces.  Y yo recuerdo cuando ella estaba en la cirug’a, yo estaba en Dana Pointe, cerca de la playa, dando un estudio b’blico en la casa de una hermana, que ya ni conozco, ni recuerdo su nombre.  Lo importante para el siervo es seguir fiel en el servicio, pasa lo que pasa.  Pero vamos a regresar al texto.

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19) Y me dijo el pueblo: ŔNo nos ense–ar‡s quŽ significan para nosotros estas cosas que haces?

 

La perdida de la herma querida, la esposa de Ezequiel, impactaba el pueblo.

 

Se pudieron pensar, ŇŔSi Dios hace esto con su siervo fiel, que va a hacer con nosotros?Ó

 

O, pensaron que si el profeta oraba por su esposa, pidiendo que no se muere, y Dios no cambiaba su plan, pausa, Ŕcuanto menos iba Dios a responder si el profeta oraba por ellos?

 

Yo recuerdo una vez mirando una predicaci—n de Billy Graham, en que el evangelista dijo ŇYo merezco el infierno, Billy Graham, el evangelista que predica el evangelio en todas partes del mundo, merece el infierno por sus pecados.Ó

 

Y sus oyentes estaban, at—nitos, pensando, ŇSi el gran evangelista merece el infierno, ŔQuŽ merezco yo?Ó

 

20-21) Y yo les dije: La palabra de Jehov‡ vino a m’, diciendo: Di a la casa de Israel: As’ ha dicho Jehov‡ el Se–or: He aqu’ yo profano mi santuario, la gloria de vuestro poder’o, el deseo de vuestros ojos y el deleite de vuestra alma; y vuestros hijos y vuestras hijas que dejasteis caer‡n a espada.

Para el profeta el deleite de sus ojos, era su buena esposa, ya fallecida.

 

Y para la cuidad de sangres, su gozo era el templo, la cuidad ŇSantaÓ, y los hijos que aun estaban atrapado tras sus muros.

 

22-23) Y harŽis de la manera que yo hice; no os cubrirŽis con rebozo, ni comerŽis pan de hombres en luto.  Vuestros turbantes estar‡n sobre vuestras cabezas, y vuestros zapatos en vuestros pies; no endecharŽis ni llorarŽis, sino que os consumirŽis a causa de vuestras maldades, y gemirŽis unos con otros.

 

El pan de hombres en luto era una buena caridad.  Cuando un hermano se perd’a su esposa de repente, y no tenia animo ni de preparar la comida, otras familias le tra’an algo para comer, en las primeras semanas.

 

Se daban ese pan de luto a Ezequiel cuando se perdi— la hermana, pero el no pudo tocar lo, sino que tenia que trabajar, fielmente, para su Se–or.

 

Y el mensaje para los rebeldes es que ellos tampoco iban a tener el tiempo para expresar su luto.

 

22-23) Y harŽis de la manera que yo hice; no os cubrirŽis con rebozo, ni comerŽis pan de hombres en luto.  Vuestros turbantes estar‡n sobre vuestras cabezas, y vuestros zapatos en vuestros pies; no endecharŽis ni llorarŽis, sino que os consumirŽis a causa de vuestras maldades, y gemirŽis unos con otros.

 

Todo iba a ser un golpe.  Los que estaban en JerusalŽn ni tendr’an dinero ni tempo para llorar.  Y seria ilegal, porque los de Babilonia iban a estar celebrando la ca’da de la cuidad de sangres.

 

Iban a gritar a los hebreos, ŇÁHoy es d’a de celebraciones, y no queremos escuchar a ustedes arruinando todo con sus lagrimas!Ó

 

24) Ezequiel, pues, os ser‡ por se–al; segśn todas las cosas que Žl hizo, harŽis; cuando esto ocurra, entonces sabrŽis que yo soy Jehov‡ el Se–or.

 

Esto era Dios hablando por medio del profeta.  pausa

Es que por la muerte de la esposa del profeta, finalmente se entendieron que todo esto era real.

25-26) Y tś, hijo de hombre, el d’a que yo arrebate a ellos su fortaleza, el gozo de su gloria, el deleite de sus ojos y el anhelo de sus almas, y tambiŽn sus hijos y sus hijas,  ese d’a vendr‡ a ti uno que haya escapado para traer las noticias.

 

Dios iba a mandar un refugiado, para confirmar que todo pasaba conforme a la profec’a.

 

27) En aquel d’a se abrir‡ tu boca para hablar con el fugitivo, y hablar‡s, y no estar‡s m‡s mudo; y les ser‡s por se–al, y sabr‡n que yo soy Jehov‡.

 

Es que Ezequiel era mudo, cuando no estaba anunciando la palabra de Dios, pero esto iba a cambiar por fin.

 

Y mas tarde en este libro, ese refugiado lleg—.

 

Ezequiel 33:21-22    Aconteci— en el a–o duodŽcimo de

nuestro cautiverio, en el mes dŽcimo, a los cinco d’as del mes, que vino a m’ un fugitivo de JerusalŽn, diciendo: La ciudad ha sido conquistada.

 

Y la mano de Jehov‡ hab’a sido sobre m’ la tarde antes de llegar el fugitivo, y hab’a abierto mi boca, hasta que vino a m’ por la ma–ana; y abri— mi boca, y ya no m‡s estuve callado.

 

======================== Conclusi—n =======================

 

Vimos en este capitulo, que Dios es muy serio, en los asuntos del pecado no arrepentido.  DespuŽs de la muerte de Cristo, otro templo estaba destruido, y mucha gente de JerusalŽn se sufr’an, por la misma rebeli—n.

 

Cristo trataba de despertar a la gente, aun llevando su cruz.

 

Lucas 23:27-30 Y le segu’a gran multitud del pueblo, y de

mujeres que lloraban y hac’an lamentaci—n por Žl.

 

Pero Jesśs, vuelto hacia ellas, les dijo: Hijas de JerusalŽn, no llorŽis por m’, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos.

 

Porque he aqu’ vendr‡n d’as en que dir‡n: Bienaventuradas las estŽriles, y los vientres que no concibieron, y los pechos que no criaron.

 

Entonces comenzar‡n a decir a los montes: Caed sobre nosotros; y a los collados: Cubridnos.

 

Para Dios, el Dios verdadero, pausa, el pecado es serio, Dios siendo tanto Santo como Justo.

 

Pero en su misericordia, Dios nos ha dado el remedio al pecado, en la sangre de su hijo, que derramaba su sangre para rescatar nos de la ciudad, malvada de sangres, y poner nos sobre la roca.

 

Y esto es precisamente lo que vamos a celebran en unos momentos, con los elementos de la Santa Cena.

 

Pero como San Pablo nos ense–aba, tenemos que acercar nos a la Santa Cena con cuidado.

 

1 Corintios 11:27-31 De manera que cualquiera que

comiere este pan o bebiere esta copa del Se–or indignamente, ser‡ culpado del cuerpo y de la sangre del Se–or.

 

Por tanto, pruŽbese cada uno a s’ mismo, y coma as’ del pan, y beba de la copa.

 

Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Se–or, juicio come y bebe para s’.

 

Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.  Si, pues, nos examin‡semos a nosotros mismos, no ser’amos juzgados.

 

Estos son los momentos de examinar a nosotros mismos, para ver si realmente deseamos estar libres de nuestros pecados.

 

Vamos a Orar