28 de julio de 19
La Ramera Peor
Ezequiel 23:1-49
Introducci—n
Hace unos d’as en Espa–a, un hombre entraba en la casa de su ex
amante, mat— el hijo que ellos ten’an juntos, y despuŽs se quit— su propia
vida.
Era otra tragedia triste que parece comśn ahora en Europa. Es que el matrimonio, all‡ no es muy de
moda. Las parejas se unan, porque
conviene. A veces tienen hijos, a
veces no.
Pero cuando algo cambia, y uno desea separar se del otro, se pueden
terminar en la violencia. La
persona que antes era la amante, en toda lujuria, de repente se convierte en
una amenaza mortal.
Esto es ahora muy comśn all‡.
Y la sociedad no sabe c—mo responder. A veces cambian las leyes, a veces tienen sus momentos de
silencio, o sus marchas en las calles, pero sigan sorprendidos por la cantidad
de lo que ellos llaman, Ňcr’menes de generoÓ.
Aunque es muy dif’cil entender estas trajerais, el capitulo de hoy
puede ofrecer algo de luz sobre el tema.
Pero tengo que advertirles, que es un capitulo largo, en que el Esp’ritu
Santo, a prop—sito hablar‡ en vulgaridades alarmantes.
Muchos pastores rehśsan hasta leer este cap’tulos en sus
iglesias. Otros, como yo, decidan
que si Dios quiere hablar en su casa, nosotros no somos nadie para intentar
controlar lo.
Y con esto podemos empezar.
1-3) Vino a m’ palabra de Jehov‡,
diciendo: Hijo de hombre, hubo dos mujeres, hijas de una madre, las cuales
fornicaron en Egipto; en su juventud fornicaron. All’ fueron apretados sus
pechos, all’ fueron estrujados sus pechos virginales.
A veces hay hermanos bien metidos en el pecado, y realmente no van a escuchar
ninguna forma de reprensi—n. En
estos casos Dios puede emplear par‡bolas extremas.
Es que en este capitulo, Dios habla de Israel las diez tribus del
norte y de Jud‡, las dos tribus del sur, como dos hermanas, que eran
prostitutas, desde su juventud.
Es que el profeta, en este capitulo, recibe la panorama de la historia
del pueblo de Dios, desde la perspectiva de Dios mismo. Aqu’ los sentimientos, los heridos que
Dios ha sufrido, est‡n claramente presentados.
Y puede so–ar a nosotros como vulgaridades, pero esto es a prop—sito.
4) Y se llamaban, la mayor, Ahola, y
su hermana, Aholiba; las cuales llegaron a ser m’as, y dieron a luz hijos e
hijas. Y se llamaron: Samaria, Ahola; y JerusalŽn, Aholiba.
Samaria era el capital del norte, y JerusalŽn el capital del sur. Hemos mencionado en el pasado que en el
sur, que era la familia de David, a cada rato ten’an un rey bueno, pero jam‡s
en el norte.
As’ que por un tiempo, la hermana del sur era la mejor.
Era as’ en el libro de Oseas.
Oseas 11:12 Me
rode— Efra’n de mentira, y la casa de
Israel de enga–o. Jud‡ aśn gobierna con Dios, y es fiel con los
santos.
5) Y Ahola cometi— fornicaci—n aun
estando en mi poder; y se enamor— de sus amantes los asirios, vecinos suyos, vestidos de pśrpura, gobernadores y
capitanes, j—venes codiciables todos ellos, jinetes que iban a caballo.
Y se prostituy— con ellos, con todos
los m‡s escogidos de los hijos de los asirios, y con todos aquellos de quienes
se enamor—; se contamin— con todos los ’dolos de ellos.
La hermana del norte estaba fascinada con los asirios. En vez de confiar en su Dios, se
confiaba en sus alianzas con los paganos.
Para Dios, esto era un gran insulto. Dios era suficiente para rescatar la y proteger la, pero
ella estaba poco a poco olvidando de su Dios, cada vez mas fascinada con los
del mundo.
Y parece como que Santiago en el nuevo testamento estaba empleando esa
alegor’a cuando dijo a los hermanosÉ
Santiago 4:4 !!Oh
almas adślteras! ŔNo sabŽis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
8-10) Y no dej— sus fornicaciones de
Egipto; porque con ella se echaron en su juventud, y ellos comprimieron sus
pechos virginales, y derramaron sobre ella su fornicaci—n. Por lo cual la entreguŽ en mano de sus
amantes, en mano de los hijos de los asirios, de quienes se hab’a enamorado.
Ellos descubrieron su desnudez,
tomaron sus hijos y sus hijas, y a ella mataron a espada; y vino a ser famosa
entre las mujeres, pues en ella hicieron escarmiento.
La hermana del norte se ca’a primero. Y como en los cr’menes de genero en Espa–a, y en otras
partes, lo que era su amante, su fascinaci—n de lujuria, se convert’a en su
ruina y su destrucci—n.
11) Y lo vio su hermana Aholiba, y
enloqueci— de lujuria m‡s que ella; y sus fornicaciones fueron m‡s que las
fornicaciones de su hermana.
JerusalŽn en el sur, lejos de aprender algo de los errores de su
hermana, se terminaba peor que su hermana, y por esto podemos concluir que ella
era, la ramera peor.
Y no olvide, hermanos, estamos estudiando el pueblo de Dios, y la
percepci—n de Dios mismo, de Žl.
12) Se enamor— de los hijos de los
asirios sus vecinos, gobernadores y capitanes, vestidos de ropas y armas
excelentes, jinetes que iban a caballo, todos ellos j—venes codiciables.
En cada generaci—n hay hermanos, hermanas que andan fascinadas por la
apariencia del mundo, y muchos de los dŽbiles se caigan.
13-16) Y vi que se hab’a contaminado;
un mismo camino era el de ambas. Y
aument— sus fornicaciones; pues cuando vio a hombres pintados en la pared,
im‡genes de caldeos pintadas de color,
ce–idos por sus lomos con talabartes, y tiaras de colores en sus
cabezas, teniendo todos ellos apariencia de capitanes, a la manera de los
hombres de Babilonia, de Caldea, tierra de su nacimiento, se enamor— de ellos a
primera vista, y les envi— mensajeros a la tierra de los caldeos.
Antes de estar destruidos por los de Babilonia, el pueblo de Dios
estaba muy fascinado con ellos.
Como que enamorada con ellos por primera vista.
Se miraron al mundo, sus colores, su fuerza, y todo era muy
emocionante. pausa
Y claro, esto era el principio de su ruina.
17-18) As’, pues, se llegaron a ella
los hombres de Babilonia en su lecho de amores, y la contaminaron, y ella
tambiŽn se contamin— con ellos, y su alma se hasti— de ellos. As’ hizo patentes sus fornicaciones y
descubri— sus desnudeces, por lo cual mi alma se hasti— de ella, como se hab’a
ya hastiado mi alma de su hermana.
Todo esto era una traici—n a su Dios, viendo que en vez de estar
contenta con el todo poderoso, esa
ramera peor, buscaba su satisfacci—n, con la llamada del mundo.
19) Aun multiplic— sus fornicaciones,
trayendo en memoria los d’as de su juventud, en los cuales hab’a fornicado en
la tierra de Egipto.
A veces hay hermanos, que en vez de odiar los pecados del pasado, se
tratan de recordar los, como que se pudieron revivir algo sucio.
Matthew Henry, el gran comentarista, dijo que esto es el perro,
regresando a su vomito.
20) Y se enamor— de sus rufianes, cuya
lujuria es como el ardor carnal de los asnos, y cuyo flujo como flujo de
caballos. As’ trajiste de nuevo a
la memoria la lujuria de tu juventud, cuando los egipcios comprimieron tus
pechos, los pechos de tu juventud.
Es grafico, es casi vulgar, pero es la manera en que Dios deseaba
comunicar sus sentimientos sobre esa gran traici—n.
22-23) Por tanto, Aholiba, as’ ha
dicho Jehov‡ el Se–or: He aqu’ que yo suscitarŽ contra ti a tus amantes, de los
cuales se hasti— tu alma, y les harŽ venir contra ti en derredor; los de
Babilonia, y todos los caldeos, los de Pecod, Soa y Coa, y todos los de Asiria
con ellos; j—venes codiciables, gobernadores y capitanes, nobles y varones de
renombre, que montan a caballo todos ellos.
24) Y vendr‡n contra ti carros,
carretas y ruedas, y multitud de pueblos. Escudos, paveses y yelmos pondr‡n
contra ti en derredor; y yo pondrŽ delante de ellos el juicio, y por sus leyes
te juzgar‡n.
Esto es lo que dije, sobre algo de entendimiento del los cr’menes de
genero, como se los llaman en Espa–a.
Cuando la gente rechazan los compromisos del santo matrimonio, ni
pensando en la bendici—n de Dios, sus amantes pueden convertirse en sus
enemigos mortales.
Y hay hasta amonestaciones en contra de esto en el nuevo testamento.
Hebreos 13:4 Honroso
sea en todos el matrimonio, y el
lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adślteros los
juzgar‡ Dios.
25) Y pondrŽ mi celo contra ti, y
proceder‡n contigo con furor; te quitar‡n tu nariz y tus orejas, y lo que te
quedare caer‡ a espada. Ellos tomar‡n a tus hijos y a tus hijas, y tu remanente
ser‡ consumido por el fuego.
El adulterio es un crimen grave en los ojos de Dios. En los ojos de los hombres modernos, el
adulterio es como una infracci—n menor, que ni si consideran como un crimen.
Pero gran parte de la historia del mundo el adulterio era un crimen
aun en los pa’ses que no conocieron a Dios. Y la mujer pudiera perder su nariz y sus orejas.
Pero en la ley de Dios, el hombre y la mujer perdieron sus vidas, juntamente.
26-27) Y te despojar‡n de tus
vestidos, y te arrebatar‡n todos los adornos de tu hermosura. Y harŽ cesar de ti tu lujuria, y tu
fornicaci—n de la tierra de Egipto; y no levantar‡s ya m‡s a ellos tus ojos, ni
nunca m‡s te acordar‡s de Egipto.
El pecado es muy destructivo.
Dios es paciente, pero su paciencia tiene limites, y en este caso, su
pueblo, norte y sur, se llegaron al extremo de los limites.
28-29) Porque as’ ha dicho Jehov‡ el
Se–or: He aqu’, yo te entrego en mano de aquellos que aborreciste, en mano de
aquellos de los cuales se hasti— tu alma; los cuales proceder‡n contigo con odio, y tomar‡n todo el
fruto de tu labor, y te dejar‡n desnuda y descubierta; y se descubrir‡ la
inmundicia de tus fornicaciones, y tu lujuria y tu prostituci—n.
Cuando un hermano, una hermana, bautizada, decide que se prefiere
ahora la lujuria del mundo, en vez del Dios de la majestad, se puede terminar
buen golpeada por el mundo.
El mundo no tendr‡ misericordia de un hermano regresando a el. Y insultando a Dios as’, Dios no tiene
que extender su protecci—n siempre a los traidores.
Otra vezÉ
Santiago 4:4 !!Oh
almas adślteras! ŔNo sabŽis que la
amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.
Y no es nada placentera, vivir con Dios como tu enemigo.
31) Estas cosas se har‡n contigo
porque fornicaste en pos de las naciones, con las cuales te contaminaste en sus
’dolos. En el camino de tu hermana
anduviste; yo, pues, pondrŽ su c‡liz en tu mano.
La hermana del norte tenia que tragar una copa, un c‡liz de la
indignaci—n de Dios. Lejos de aprender
algo de esto, la ramera peor,
copiaba y hasta intensificaba sus traiciones, y por consecuencia, tenia que
tomar del misma o c‡liz.
32) As’ ha dicho Jehov‡ el Se–or:
Beber‡s el hondo y ancho c‡liz de tu hermana, que es de gran capacidad; de ti
se mofar‡n las naciones, y te escarnecer‡n.
Esa copa era grande, llena de sufrimientos, y por la falta de
arrepentimiento, ella tenia que tragar todo.
33) Ser‡s llena de embriaguez y de
dolor por el c‡liz de soledad y de desolaci—n, por el c‡liz de tu hermana
Samaria.
Tan grave serian los castigos, que ella seria como borracha de alarma
y de horror.
34) Lo beber‡s, pues, y lo agotar‡s, y
quebrar‡s sus tiestos; y rasgar‡s tus pechos, porque yo he hablado, dice Jehov‡
el Se–or.
A veces cuando una mujer es incontrolablemente histŽrica, se puede
hasta arrancar algo se su pelo, pero en este caso, ella iba a tomar piezas
afiladas de la copa, para cortar su propio cuerpo.
35) Por tanto, as’ ha dicho Jehov‡ el
Se–or: Por cuanto te has olvidado de m’, y me has echado tras tus espaldas, por
eso, lleva tś tambiŽn tu lujuria y tus fornicaciones.
Y esto es lo que pasa cuando los hermanos o las hermanas regresan al
mundo. Es que no se puede intentar
disfrutar las vanidades del mundo, y al mismo tiempo pensar en su Dios.
Y por esto es necesario olvidar de su Dios, echando lo tras sus
espaldas, pausa, convirtiendo se en
su enemigo.
36-37) Y me dijo Jehov‡: Hijo de
hombre, Ŕno juzgar‡s tś a Ahola y a Aholiba, y les denunciar‡s sus
abominaciones?
Porque han adulterado, y hay sangre en
sus manos, y han fornicado con sus ’dolos; y aun a sus hijos que hab’an dado a
luz para m’, hicieron pasar por el fuego, quem‡ndolos.
Dios est‡ realmente enumerando sus quejas en este capitulo. Y es unos de los poco cap’tulos de las
escrituras que no tiene casi nada de perd—n ni de esperanza.
Por esto hay muchos predicadores que prefieren evitar esa parte de la
Biblia. Pero todo esto est‡ aqu’
con un prop—sito
38-39) Aun esto m‡s me hicieron:
contaminaron mi santuario en aquel d’a, y profanaron mis d’as de reposo. Pues habiendo sacrificado sus hijos a
sus ’dolos, entraban en mi santuario el mismo d’a para contaminarlo; y he aqu’,
as’ hicieron en medio de mi casa.
Es que estaban intensificando sus abominaciones. Como hemos observado, el pecado de la contienda,
o la pornograf’a u otro vicio, est‡ intensificado, mucho, si lo haces en el d’a
de reposo, o cerca de la casa de Dios.
40) Adem‡s, enviaron por hombres que viniesen
de lejos, a los cuales hab’a sido enviado mensajero, y he aqu’ vinieron; y por
amor de ellos te lavaste, y pintaste tus ojos, y te ataviaste con adornos; y te
sentaste sobre suntuoso estrado, y fue preparada mesa delante de Žl, y sobre
ella pusiste mi incienso y mi aceite.
Otra vez, todo lo que se debe ofrecer a Dios, en su servicio, esa ramera peor, daba a sus amantes del
mundo.
42) Y se oy— en ella voz de compa–’a
que se solazaba con ella; y con los varones de la gente comśn fueron tra’dos
los sabeos del desierto, y pusieron pulseras en sus manos, y bellas coronas
sobre sus cabezas. Y dije respecto
de la envejecida en adulterios: ŔTodav’a cometer‡n fornicaciones con
ella, y ella con ellos?
Esto es el colmo. Es una
cosa ver una mujer, joven, delgada, guapa caminando en la calle como
prostituta, agarrando al atenci—n de muchos hombres.
Pero es mil veces mas triste ver una mujer, avanzada en la edad,
agobiada por sus a–os de adiciones, y sus golpes, tal vez media coja, en la
calle tratando de entrar en la competencia con las rameras mas j—venes.
Pero as’ Dios ha presentado esa ramera
peor, envejecida en adulterios.
44) Porque han venido a ella como
quien viene a mujer ramera; as’ vinieron a Ahola y a Aholiba, mujeres
depravadas.
Hay muchos hermanos, y hermanas, j—venes en nuestros tiempos, que por
su fascinaci—n del mundo han tirado a Dios tras sus espaldas, para buscar su
felicidad afuera.
Es duro, pero es correcto poner les en la categor’a de estas dos Ňmujeres
depravadasÓ.
45) Por tanto, hombres justos las
juzgar‡n por la ley de las adślteras, y por la ley de las que derraman sangre;
porque son adślteras, y sangre hay en sus manos.
ŔY quienes son estos hombres justos? Algunos crean que son los profetas. Otros crean que los de Babilonia, en
toda su crueldad e idolatr’a, eran los justos en comparaci—n con ellas.
46) Por lo que as’ ha dicho Jehov‡ el
Se–or: Yo harŽ subir contra ellas tropas, las entregarŽ a turbaci—n y a rapi–a,
y las turbas las apedrear‡n, y las
atravesar‡n con sus espadas; matar‡n a sus hijos y a sus hijas, y sus casas
consumir‡n con fuego.
48) Y harŽ cesar la lujuria de la
tierra, y escarmentar‡n todas las mujeres, y no har‡n segśn vuestras
perversidades.
Los castigos graves son grabados para ser un ejemplo, a todos los que
van a seguir. Si tiene valor
alguno es para llenar nos del temor de Dios, que es el principio de la
sabidur’a.
49) Y sobre vosotras pondr‡n vuestras
perversidades, y pagarŽis los pecados de vuestra idolatr’a; y sabrŽis que yo
soy Jehov‡ el Se–or.
ŔComo que ellas ten’an que pagar por sus propios pecados? ŔAcaso no es el trabajo de Dios
perdonar? pausa
Es cierto que hay perd—n con Dios, pero solamente para los que se
arrepientan. El perd—n sin
arrepentimiento es el enga–o del diablo, que ha destruido a muchos.
======================== Conclusi—n =======================
Bueno, pausa,
son muy pocos los pastores que han intentado predicar todo este capitulo, que
no tiene nada de la esperanza.
Pero entre los que han intentando hacer lo, es normal buscar algo de luz
al fin de este tśnel oscuro.
En el nuevo testamento, podemos encontrar lo
que algunos han llamado una hija de Aholiba, una hija de la ramera peor,
y la aplicaci—n actualmente vino de una monja del siglo noveno.
Lucas 7:36-47 Uno de los fariseos rog— a Jesśs que comiese
con Žl. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sent— a la mesa.
Entonces una mujer de la ciudad, que era
pecadora, al saber que Jesśs estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un
frasco de alabastro con perfume; y estando detr‡s de Žl a sus pies, llorando,
comenz— a regar con l‡grimas sus pies, y los enjugaba con sus cabellos; y
besaba sus pies, y los ung’a con el perfume.
Cuando vio esto el fariseo que le hab’a
convidado, dijo para s’: Este, si fuera profeta, conocer’a quiŽn y quŽ clase de
mujer es la que le toca, que es pecadora.
Esa mujer, era como hija de Aholiba, una que
ha vivido como ramera.
Entonces respondiendo Jesśs, le dijo: Sim—n,
una cosa tengo que decirte. Y Žl le dijo: Di, Maestro.
Un acreedor ten’a dos deudores: el uno le
deb’a quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con quŽ
pagar, perdon— a ambos. Di, pues, Ŕcu‡l de ellos le amar‡ m‡s?
Respondiendo Sim—n, dijo: Pienso que aquel a
quien perdon— m‡s. Y Žl le dijo: Rectamente has juzgado.
Y vuelto a la mujer, dijo a Sim—n: ŔVes esta
mujer? EntrŽ en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas Žsta ha regado
mis pies con l‡grimas, y los ha enjugado con sus cabellos.
No me diste beso; mas Žsta, desde que entrŽ,
no ha cesado de besar mis pies.
No ungiste mi cabeza con aceite; mas Žsta ha
ungido con perfume mis pies. Por
lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque am— mucho; mas
aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
Esa ramera, no tenia que tragar la
copa, el c‡liz, de Ahola, y su hermana, Aholiba, porque Cristo Jesśs, lo iba a
tragar para ella.
Y esto es el evangelio, la luz, al fin de
este tśnel oscuro.
Vamos a Orar