10 de agosto de 18

Protegiendo El Amor

Cantares 8:1-14

 

En el mundo antiguo, un hermano era muy protectivo sobre su hermana, o sus hermanas.  Los hijos de Jacob mataron a una cuidad entera, porque un pr’ncipe met’a con su hermana Dina, de manera indebida.

 

A–os mas temprano cuando Abraham buscaba una esposa para su hijo, Isaac, el hermano de Rebeca sali— corriendo para ver quien estaba hablando con su hermana, y dando le regalos.

 

GŽnesis 24:29-30     Y Rebeca ten’a un hermano que se llamaba

Lab‡n, el cual corri— afuera hacia el hombre, a la fuente.

 

Y cuando vio el pendiente y los brazaletes en las manos de su hermana, que dec’a: As’ me habl— aquel hombre, vino a Žl; y he aqu’ que estaba con los camellos junto a la fuente.

 

Nosotros sabemos ya que Lab‡n cuidaba de su hermana, mayormente por razones econ—micas, pausa, pero era un buen detalle, que el hermano mayor, era muy pendiente de los hombres que buscaban un contacto con su hermana.

 

1) !!Oh, si tś fueras como un hermano m’o que mam— los pechos de mi madre!  Entonces, hall‡ndote fuera, te besar’a,

Y no me menospreciar’an.

 

Esta es la mujer de la poema, hablando de su amante con la cercan’a de un hermano.  En la historia de JosŽ, el gobernaba en a Egipto, hab’a una cercan’a entre Žl y su hermano Benjam’n, que era el śnico de la misma madre.

 

Y la mujer en este contexto, deseaba asegurar su relaci—n con su esposo amado.  Normalmente cuando tienes a un hermano, es para toda la vida.  Pero a veces los matrimonios no duran tanto.

 

2) Yo te llevar’a, te meter’a en casa de mi madre;

Tś me ense–ar’as, y yo te har’a beber vino adobado del mosto de mis granadas.

Esto dijo ella antes.  Llevar lo a la casa de su madre era como hacer le parte de la familia.

3) Su izquierda estŽ debajo de mi cabeza, y su derecha me abrace.

 

Ella confiaba en la fuerza de su hombre para sostenerla.  Y esto es algo f‡cil de aplicar a Cristo y su iglesia.

 

O a la mujer soltera, la viuda o la divorciada, se puede confiar en que est‡ cuidada por el Se–or.

 

Y cuando Juan ca’a como muerto, recibiendo la revelaci—n en el libro del Apocalipsis, se notaba algo semejante.

 

Apocalipsis 1:17     Cuando le vi, ca’ como muerto a sus pies.

Y Žl puso su diestra sobre m’, diciŽndome: No temas; yo soy el primero y el śltimo;

 

Y tambiŽn Daniel cuando Žl no se pudo mas.

 

Daniel 10:9-10 Pero o’ el sonido de sus palabras; y al o’r el

sonido de sus palabras, ca’ sobre mi rostro en un profundo sue–o, con mi rostro en tierra. Y he aqu’ una mano me toc—, e hizo que me pusiese sobre mis rodillas y sobre las palmas de mis manos.

 

Gran parte del amor que tenemos con Cristo es su protecci—n sobre nosotros, la verdad de que no tenemos que vivir en temor de nada de este mundo.

 

4) Os conjuro, oh doncellas de JerusalŽn, que no despertŽis ni hag‡is velar al amor, hasta que quiera.

 

Esta es la tercera y ultima vez que ella dijo esto.  Es que esa mujer era fuerte, se entend’a la importancia de que una muchacha se mantendr’a su puridad hasta que llegase al matrimonio.

 

Mas tarde se van a hablar de dos clases de mujer.  Una que es como un muro, que sabe c—mo cuidar de su pureza, y la otra, que es como una puerta, en las palabras de esta historia, y que va a necesitar la ayuda de sus padres, y hasta de sus hermanos, para proteger la de sus propios errores.

 

Estudiando este libro breve, me enterŽ de iglesias en que si un joven desea conocer una muchacha preciosa de la iglesia para considerar casando se con ella,

 

la primera cosa que tiene que hacer es pasar por el discipulado con uno de los ancianos por un a–o, para descubrir si realmente es un candidato serio.

 

Y si el muchacho piense que esto es demasiado, la familia dir’a a Žl, Áadi—s!, te quedas descalificado ya.

 

Si ella realmente no era tan importante para ti, te puedes buscar en otro lado.

 

5) ŔQuiŽn es Žsta que sube del desierto,

    Recostada sobre su amado?

    Debajo de un manzano te despertŽ;

    All’ tuvo tu madre dolores,

    All’ tuvo dolores la que te dio a luz.

 

Ahora la mujer sube del desierto a algo mejor, a un huerto, a una vida fruct’fera.

 

Es como que llegaron a un lugar bien conocido, de la familia de Žl.

 

Su relaci—n ha extendida a la familia de ella, y la familia de Žl.

 

Y ella est‡ recostada sobre su amado, porque gran parte de su confianza viene de su relaci—n con Žl.

 

Y ella quiere estar segura de esa relaci—n, confiada de que jam‡s se va a acabar.  Por esto desde siempre el mundo ha tenido los votos matrimoniales, las promesas formales, las ceremonias, los anillos, y los documentos de matrimonio.

 

6) Ponme como un sello sobre tu coraz—n, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.

 

Su amor ha intensificado tanto, que ser’a imposible imaginar separar se de Žl.  Los dos ten’an que tener cuidado de no formar amistades muy cercanas con personas del sexo opuesto, para no provocar los celos turbulentos.

 

Su amistad era ahora como un fuego ardiente.

 

Y esto es f‡cil de aplicar a la relaci—n de Cristo con su iglesia.  Antes que nada, sabemos que ese amor es permanente y duradero.  Cristo nos lleva no como marca sobre su brazo sino como heridos sobre sus palmas. 

Y ese amor jam‡s va a terminar.

 

Romanos 8:38-39 Por lo cual estoy seguro de que ni la

muerte, ni la vida, ni ‡ngeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podr‡ separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesśs Se–or nuestro.

 

Y hasta Job dijo que su relaci—n con su Se–or era mas fuerte que la muerte.

 

Job 13:15 He aqu’, aunque Žl me matare, en Žl esperarŽ;

 

Pablo ya estaba muerto en tŽrminos de las vanidades de este mundo.

 

G‡latas 2:20   Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya

no vivo yo, mas vive Cristo en m’; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me am— y se entreg— a s’ mismo por m’.

 

Pablo ya no pudo gloriarse en sus logros carnales como antes.

 

G‡latas 6:14   Pero lejos estŽ de m’ gloriarme, sino en la

cruz de nuestro Se–or Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a m’, y yo al mundo.

 

Y toda esa entrega era por el amor, que Pablo tenia para Cristo, y para su iglesia, como dijo en el primero de Corintios.

1 Corintios 13:1-3   Si yo hablase lenguas humanas y

angŽlicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o c’mbalo que reti–e.

 

Y si tuviese profec’a, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy.

 

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

Cuando hay hermanos que han perdido el entusiasmo por la fe Cristiana, es precisamente por esto, es porque han perdido su primer amor, que era antes como brasas de fuego.

 

7) Las muchas aguas no podr‡n apagar el amor, ni lo ahogar‡n los r’os.  Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor, de cierto lo menospreciar’an.

 

Ese amor no se compra con dinero.  pausa Lastimosamente, en muchos casos, las personas se casan por razones econ—micas.  Y esto puede ser no solamente para los que se casan sino para sus familias.

 

Sabemos que cuando Jacob se casaba por la primera vez, no era con su amada Raquel, sino con Lea, su hermana, por enga–o del padre, que quiso sacar provecho econ—mico de la situaci—n.

 

Y ya por siglos en las familias reales, los matrimonios eran arreglados por razones pol’ticas o econ—micas.

 

Y ese libro de amor est‡ condenando todo esto.  Dios hizo el matrimonio para el amor profundo, y duradero de dos personas, no para buscar dinero para uno, o para sus familias.

 

En las culturas musulmanes esto aun est‡ pasando.  Una muchacha est‡ casada, a veces con un hombre bastante mas viejo que ella, para sacar provecho econ—mico.

 

Hoy en d’a aun entre nosotros hay otros que se casan por razones de inmigraci—n, pero esto tambiŽn es un abuso tremendo, si el amor profundo no est‡ presente.

 

8) Tenemos una peque–a hermana, que no tiene pechos;

ŔQuŽ haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?

 

ŔAhora quien est‡ hablando? pausa

Ha habido mucha especulaci—n ya por siglos sobre esa parte, pero creo que son los hermanos de la mujer, cuando ella era mas joven.  Se hablaron de ellos en el primer capitulo.

 

Cantares 1:6   No reparŽis en que soy morena,

Porque el sol me mir—.

Los hijos de mi madre se airaron contra m’;

Me pusieron a guardar las vi–as;

Y mi vi–a, que era m’a, no guardŽ.

 

Su relaci—n con sus hermanos no era muy buena, ni se llaman hermanos sino lo hijos de mi madre.

Su relaci—n no andaba bien, posiblemente porque ellos la trataba como propiedad, o como una sierva.

 

ŇManda la a la vi–a, para que sea lejos de problemasÓ

 

Los hermanos ten’an un interŽs en ella, pero posiblemente motivado por razones econ—micas, deseando recibir grandes propiedades si ella se casaba bien, en su pureza.

 

Es bueno si los hermanos toman un interŽs en la pureza de sus hermanas, es algo que se falta mucho en nuestros tiempos.

 

Pero creo que ellos lo hizo con motivos de ego’smo.

 

8-10) Tenemos una peque–a hermana, que no tiene pechos;

ŔQuŽ haremos a nuestra hermana cuando de ella se hablare?

 

Si ella es muro, edificaremos sobre Žl un palacio de plata; si fuere puerta, la guarneceremos con tablas de cedro.

 

Yo soy muro, y mis pechos como torres, desde que fui en sus ojos como la que halla paz.

 

Aun cuando ella estaba muy joven, inmadura, ellos estaban planeando su protecci—n.  Y esto no tiene nada de malo.

 

Pero hay que hacer lo con amor santo, y no por razones de ego’smo.

 

Se entendieron que las muchachas son diferentes.  Unas son como un muro, y pueden defender se mas naturalmente.

 

Otras como una puerta, y van a necesitar mas protecci—n.

 

Pero esa mujer era como muro, que sab’a proteger su pureza sin mucha protecci—n de sus hermanos.

 

Y de todos modos, su relaci—n con ellos no era muy buena, tal vez conociendo que sus motivos eran econ—micos.

 

11) Salom—n tuvo una vi–a en Baal-ham—n, la cual entreg— a guardas, cada uno de los cuales deb’a traer mil monedas de plata por su fruto.

 

El due–o de la vi–a esperaba su ganancia, esto era normal.  Los que cuidaban la vi–a ten’an un buen trabajo, si pudieron administrar lo bien.   Pero a veces eran malvados.

 

Dios hablaba de su iglesia como una vi–a, tanto en el libro de Isa’as, como en el nuevo testamento.  Y los jud’os, como los administradores eran malvados.

 

Lucas 20:9-16  Comenz— luego a decir al pueblo esta par‡bola:

Un hombre plant— una vi–a, la arrend— a labradores, y se ausent— por mucho tiempo.

 

Y a su tiempo envi— un siervo a los labradores, para que le diesen del fruto de la vi–a; pero los labradores le golpearon, y le enviaron con las manos vac’as.

 

Volvi— a enviar otro siervo; mas ellos a Žste tambiŽn, golpeado y afrentado, le enviaron con las manos vac’as.

 

Volvi— a enviar un tercer siervo; mas ellos tambiŽn a Žste echaron fuera, herido.

 

Entonces el se–or de la vi–a dijo: ŔQuŽ harŽ? EnviarŽ a mi hijo amado; quiz‡ cuando le vean a Žl, le tendr‡n respeto.

 

Mas los labradores, al verle, discut’an entre s’, diciendo: Este es el heredero; venid, matŽmosle, para que la heredad sea nuestra.

 

Y le echaron fuera de la vi–a, y le mataron. ŔQuŽ, pues, les har‡ el se–or de la vi–a?

 

Vendr‡ y destruir‡ a estos labradores, y dar‡ su vi–a a otros. Cuando ellos oyeron esto, dijeron: !!Dios nos libre!

 

La econom’a de una vi–a era algo que todos pudieron entender.

Los ricos dejaban todo en las manos de otros, pero si no eran fieles en su trabajo las consecuencias pudieron estar dr‡sticas.

 

Y as’ es con los lideres de la iglesia, la iglesia amada siendo propiedad del Se–or.

 

12) Mi vi–a, que es m’a, est‡ delante de m’; las mil ser‡n tuyas, oh Salom—n, y doscientas para los que guardan su fruto.

 

 

Ella tambiŽn tenia su propiedad, pero la puso en manos de su esposo.  Y esto es como nosotros reconociendo que todo lo que tenemos, familia, trabajo, dinero o tiempo, es realmente propiedad de nuestro Se–or.

 

13) Oh, tś que habitas en los huertos, los compa–eros escuchan tu voz; h‡zmela o’r.

 

Esto habla de la pareja, separada, solamente por distancia.

 

Pero ella pudiera mandar le mensajes por correo.

 

Y es como Cristo, f’sicamente lejos de la iglesia a la diestra de su Padre.  Pero su iglesia est‡ en contacto con Žl por medio de las oraciones y las alabanzas.

 

14) Apresśrate, amado m’o, y sŽ semejante al corzo, o al cervatillo, sobre las monta–as de los aromas.

 

Y unas de las oraciones que ella tiene es del regreso de su amado, regresando como que cuando eran j—venes, y ella hablaba de Žl como un cervatillo.

 

Y finalmente esto es como la iglesia deseando la segunda vendida del Se–or, para acabar completamente con la maldad de este mundo y estar con nosotros para siempre.

 

Como en casi el ultimo veros de la biblia diceÉ

 

Apocalipsis 22:20    El que da testimonio de estas cosas dice:

Ciertamente vengo en breve. AmŽn; s’, ven, Se–or Jesśs.

 

------------------------- Conclusi—n ------------------------

 

ŔBueno, que fue el prop—sito de este libro extra–o, de que casi no se predican en la iglesia hoy en d’a?

 

En casi toda la Biblia, la relaci—n entre Dios y su iglesia est‡ representada como el amor profundo entre un hombre y su mujer.

 

Se escucha brevemente de esto en el libro de Efesios.

 

Efesios 5:25-32 Maridos, amad a vuestras mujeres, as’

como Cristo am— a la iglesia, y se entreg— a s’ mismo por ella,

 

para santificarla, habiŽndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra,

a fin de present‡rsela a s’ mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

 

As’ tambiŽn los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a s’ mismo se ama.

 

Porque nadie aborreci— jam‡s a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como tambiŽn Cristo a la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.

 

Por esto dejar‡ el hombre a su padre y a su madre, y se unir‡ a su mujer, y los dos ser‡n una sola carne.

 

Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.

 

Todo este libro ha sido presentado como par‡bola.  Cristo empleaba las par‡bolas para presentar cosas del reino, hablando de cosas que ya conocemos, como plantas, o p‡jaros o tierras.

 

Y gran parte del poder de este libro de Cantares ha sido la manera en que Salom—n empleaba algo que conocemos, el matrimonio, el amor rom‡ntico, para abrir neutras mentes la naturaleza del amor profundo que Dios tiene para su iglesia.

 

Y si esto es tu deseo, hermana, hermano, conocer mas profundamente ese gran misterio del amor que Dios tiene para nosotros, y experimentar lo, como una realidad, y no solamente como una colecci—n de doctrinas aprendidas,

puedes pasar en unos momentos y oraremos para ti.

 

Vamos a orar