27 de julio de 18

Demasiada Bella

Cantares 6:1-13

 

Hace dos d’as en Murcia, en el este de Espa–a, una mujer estaba ingresada, muy grave, en el hospital, porque su esposo la golpeaba duramente con un barro de hierro.

 

Te puedes f‡cilmente confirmar que se han reportado estos casos casi cada semana en Espa–a, de lo que se llama, Òcrimines de generoÓ.

 

All‡ tienen muchas protestas en las calles en contra de  esto, muchos momentos de silencio, pausa, pero pasando el tiempo es cada vez peor.  Es que ellos no tienen soluci—n.

 

Es una trajear’a incomprensible, pero para mi es un poco curioso.

 

En el pa’s han mayormente rechazado la Biblia, aunque tienen muchas tradiciones con la apariencia de alo religioso.  La doctrina de la evoluci—n es grandemente aceptada.

 

As’ que, si gran parte del pa’s est‡ satisfecha creyendo que no somos nada mas que animales, en un universo sin una revelaci—n confiable de Dios. 

 

ÀPorquŽ est‡n tan sorprendidos cuando los hombres se portan como animales?

 

Es que en muchos pa’ses del occidente, se rechazan las ense–anzas de las escrituras, mientras demandan las bendiciones que solamente vienen con una cultura dispuesta a honrar, la revelaci—n de Dios.

 

Hoy, podemos saborear algo del opuesto de lo que est‡ pasando en Espa–a, y en otros lugares que antes honraban a Cristo, y su palabra.

 

1)  ÀA d—nde se ha ido tu amado, oh la m‡s hermosa de todas

las mujeres?

    ÀA d—nde se apart— tu amado,

    Y lo buscaremos contigo?

Estas preguntas vienen de las doncellas de JerusalŽn, las amigas de la amada de este libro.  En el ultimo estudio, su hombre vino a ella, deseando estar con ella.  Pero ella realmente no deseaba estar con Žl, en aquel momento.

Cantares 5:2-6 Yo dorm’a, pero mi coraz—n velaba.

               Es la voz de mi amado que llama:

               çbreme, hermana m’a, amiga m’a, paloma m’a,

               perfecta m’a, Porque mi cabeza est‡ llena de

               roc’o, mis cabellos de las gotas de la noche.

 

Me he desnudado de mi ropa; Àc—mo me he de vestir? He lavado mis pies; Àc—mo los he de ensuciar?

 

Mi amado meti— su mano por la ventanilla,

Y mi coraz—n se conmovi— dentro de m’.

 

Yo me levantŽ para abrir a mi amado,

Y mis manos gotearon mirra,

Y mis dedos mirra, que corr’a

Sobre la manecilla del cerrojo.

 

Abr’ yo a mi amado;

Pero mi amado se hab’a ido, hab’a ya pasado;

Y tras su hablar sali— mi alma.

Lo busquŽ, y no lo hallŽ;

Lo llamŽ, y no me respondi—.

 

ƒl vino, como de un viaje, en la noche, su cabeza llena de roci—, por las brisas del mar, o tal vez por un poco de lluvia, y realmente deseaba estar fuera del fr’o, del mojado y a lado de su amada.

 

Pero ella no quiso.  Y Žl se fue, dejando su flagrancia en la puerta.  En poco tiempo, ella sab’a que esto era un gran error, y se fue buscando lo, para rogar su perd—n.

 

Las doncellas de JerusalŽn hablaban con ella, dejando la calmar se un poco, pero ahora ellas quieren ir con ella.

 

1)  ÀA d—nde se ha ido tu amado, oh la m‡s hermosa de todas

las mujeres?

    ÀA d—nde se apart— tu amado,

    Y lo buscaremos contigo?

 

Muchos han tomado esto como una prueba de que la poema es sobre mas de dos amantes, sino que si las dem‡s doncellas deseaban buscar el amado, seria algo perverso en una relaci—n normal.

 

Pero s’ est‡ realmente hablando de la iglesia y su Cristo, todo tiene mas sentido.  Porque todos est‡n invitados.

 

2) Mi amado descendi— a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios.

En el mundo antiguo, los ricos ten’an sus huertos no solamente para producir legumbres o frutas, sino que el huerto era un lugar de morar, con una tranquilidad.

 

Y aunque Cristo empleaba un huerto para orar la noche antes de su muerte, ahora su huerto es aqu’, en la iglesia, en medio de nosotros.

 

3) Yo soy de mi amado, y mi amado es m’o;

El apacienta entre los lirios.

 

Antes, ella ten’a algo de la inseguridad en esa relaci—n.  Ella vino de una familia de contiendas, y su apariencia estaba muy oscura por pasar tiempo en el sol.

 

Cantares 1:6   No reparŽis en que soy morena,

Porque el sol me mir—.

Los hijos de mi madre se airaron contra m’;

Me pusieron a guardar las vi–as;

Y mi vi–a, que era m’a, no guardŽ.

 

Y en la semana pasada, ella se rechazaba a su amor, cuando Žl realmente deseaba estar con ella.  Esto es algo que a lo mejor pudiera causar unas de estas crimines de genero, de que se escuchan tanto en Espa–a.

 

Pero ahora, habiendo pasado por algo de contienda, algo que pasa en cada matrimonio, ella est‡ mas segura que nunca, de que estaba segura en su relaci—n.

 

3) Yo soy de mi amado, y mi amado es m’o;

El apacienta entre los lirios.

 

Y hermanos, nosotros tambiŽn creciendo en la fe, por estudios y por experiencia, debemos de confiar en el mismo. Yo soy de mi amado, y mi amado es m’o.

 

Cristo dijo de nosotros en Juan 10É

Juan 10:27-30  Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me

siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecer‡n jam‡s, ni nadie las arrebatar‡ de mi mano.  Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.  Yo y el Padre uno somos.

Por doctrinas como esta, y por haber estado reconciliados muchas veces con el Se–or, como la mujer en esta poema, nosotros debemos de tener una gran confianza, una certeza de que nuestra relaci—n con Dios, es firme y permanente.

 

Ahora el amado va a hablar.

 

4) Hermosa eres tœ, oh amiga m’a, como Tirsa;

De desear, como JerusalŽn; imponente como ejŽrcitos en orden.

 

En vez de reprochar la por la otra noche, en vez de descargar su ira, en vez de preguntar adonde se pon’an su vara de hierro, como aquel ÒhombreÓ, entre comillas, en Espa–a, ese hombre solamente expresaba su amor.

 

El estaba comparando la con las ciudades mas bellas, mas deseables de la regi—n.

 

5-7) Aparta tus ojos de delante de m’, porque ellos me vencieron.  Tu cabello es como manada de cabras

Que se recuestan en las laderas de Galaad.  Tus dientes, como manadas de ovejas que suben del lavadero, Todas con cr’as gemelas, y estŽril no hay entre ellas.  Como cachos de granada son tus mejillas detr‡s de tu velo.

 

Aqu’ hay algo sumamente extra–o, y tenemos que tratar de explicar lo con gran reverencia.

 

Lejos de reprochar la, ese hombre estaba repitiendo sus expresiones de amor, de admiraci—n como antes.

 

Pero no sobre las partes intimas para no dar la impresi—n de que solamente se buscaba tiempo, intimo, f’sico.

 

Pero habla como uno que ha sido conquistado, enloquecido, por la apariencia de ella, y de sus ojos.

 

Aparta tus ojos de delante de m’, porque ellos me vencieron.

 

Con toda reverencia, esto est‡ diciendo que cuando Cristo est‡ observando a su iglesia en la santidad, adorando a Dios, sirviendo en su reino, pausa, es como que est‡ enloquecido, de amor.

 

Es como que Cristo estaba diciendo ÒAparta tus ojos de delante de m’, es que eres demasiada bella

 

 

8-9) Sesenta son las reinas, y ochenta las concubinas,

Y las doncellas sin nœmero; Mas una es la paloma m’a, la perfecta m’a; es la œnica de su madre, la escogida de la que la dio a luz.  La vieron las doncellas, y la llamaron bienaventurada; las reinas y las concubinas, y la alabaron.

 

Vimos en el libro de Ester, que se trajeron a muchas mujeres diferentes al rey, cuando Žl se desped’a a su esposa Vasti.

 

Ellas vinieron con sus muchas formas de elegancia, de belleza ex—tica, y de sus personalidades atrayentes.

 

Pero solamente una era correcta para el rey.

 

Y as’ aqu’, y en muchos matrimonios divinos, la mujer es el complemento perfecto, y œnico, o sea la media naranja.

 

ÀHermano, te pudieras mirar en los ojos de tu esposa y decir le que si te pudieras atrasar el reloj tantos a–os y seleccionar de nuevo una esposa, que ella seria la seleccionada, sin pensar, porque ella es la œnica para ti?

 

pausa

 

Si no es as’, tal vez tienes que estudiar este libro de Cantares, mas lentamente en casa.

 

10) ÀQuiŽn es Žsta que se muestra como el alba,

Hermosa como la luna, Esclarecida como el sol,

Imponente como ejŽrcitos en orden?

 

Hermanos, esto es Cristo hablando de su iglesia, y conforme al quinto de Efesios, esto debe de ser tu, hablando de tu esposa.

 

Balaam era un profeta malvado en el libro de Nœmeros, pero mirando al pueblo de Dios, desde arriba dijo.

 

Nœmeros 24:5-8 !!Cu‡n hermosas son tus tiendas, oh Jacob,

Tus habitaciones, oh Israel!

 

Como arroyos est‡n extendidas,

Como huertos junto al r’o,

Como ‡loes plantados por Jehov‡,

Como cedros junto a las aguas.

De sus manos destilar‡n aguas,

Y su descendencia ser‡ en muchas aguas;

 

Enaltecer‡ su rey m‡s que Agag,

Y su reino ser‡ engrandecido.

Dios lo sac— de Egipto;

 

Tiene fuerzas como de bœfalo.

Devorar‡ a las naciones enemigas,

Desmenuzar‡ sus huesos,

Y las traspasar‡ con sus saetas.

 

ÀHermano, puedes decir a tu esposa, hasta la fecha, Òeres guapa, eres formidable, eres demasiada bellaÓ?

 

11) Al huerto de los nogales descend’

A ver los frutos del valle,

Y para ver si brotaban las vides,

Si florec’an los granados.

 

Ahora, ella, reconciliada en su mente, va buscando su amado, pero ahora sin p‡nico, sin la inseguridad de antes, y llena de anticipaci—n.

 

12) Antes que lo supiera, mi alma me puso

Entre los carros de Aminadab.

 

Esto era algo dif’cil de traducir, pero b‡sicamente ella se sent’a muy exaltada en la presciencia de su rey, su amor.

 

Ahora otros hablandoÉ

13) VuŽlvete, vuŽlvete, oh sulamita;

VuŽlvete, vuŽlvete, y te miraremos.

ÀQuŽ verŽis en la sulamita?

Algo como la reuni—n de dos campamentos.

 

Otro verso dif’cil de descifrar, pero est‡ hablando otra vez de su belleza, su majestad delante de su amor.  No para decir que ella tenia algo que ver con los ejŽrcitos de la guerra, sino que, como que ella era un gran poder en la vida de su hombre.

 

------------------------- Aplicaci—n ------------------------

 

El capitulo nos ense–a algo de la madurez en un matrimonio, y la madurez en nuestra relaci—n con Cristo.

 

1) Primero en los matrimonios.

 

Los nuevamente casados, pueden andar con sus cabezas en las nubes, por un rato.

Pero en poco tiempo van a describir que la persona con que se ha casado realmente no es tan perfecta como se han imaginado.

 

Y posiblemente sobre asuntos de dinero, sobre los ni–os, sobre el sexo, habr‡ contiendas.

 

Pero saliendo de estas contiendas, resolviendo los conflictos B’blicamente se pueden terminar aun mas seguros de su relaci—n.  Aun si han pasado por tiempos de conflictos duros.

 

Como vimos œltimamente en el libro de Isa’as.

 

Isa’as 54:8    Con un poco de ira escond’ mi rostro de ti por

un momento; pero con misericordia eterna tendrŽ compasi—n de ti, dijo Jehov‡ tu Redentor.

 

El objetivo es de se salir de cualquier situaci—n con el compromiso, expresado en los votos matrimoniales, con este compromiso aun mas fuerte y duradero.

 

2) En nuestra relaci—n con Cristo.

 

Podemos aprender mucho estudiando la vida de JosŽ en Egipto.

 

JosŽ amaba mucho a sus hermanos, especialmente a Benjamin.  Pero por un tiempo se hablaba muy bruscamente con ellos.  Ellos, claro ellos ni sab’an que era JosŽ.

 

Pero en todo ese tiempo JosŽ estaba al borde del llanto, aunque se trataba de esconder lo.

 

GŽnesis 45:1-4 No pod’a ya JosŽ contenerse delante de todos

los que estaban al lado suyo, y clam—: Haced salir de mi presencia a todos. Y no qued— nadie con Žl, al darse a conocer JosŽ a sus hermanos.

 

Entonces se dio a llorar a gritos; y oyeron los egipcios, y oy— tambiŽn la casa de Fara—n.

 

Y dijo JosŽ a sus hermanos: Yo soy JosŽ; Àvive aœn mi padre? Y sus hermanos no pudieron responderle, porque estaban turbados delante de Žl.

 

Entonces dijo JosŽ a sus hermanos: Acercaos ahora a m’. Y ellos se acercaron. Y Žl dijo: Yo soy JosŽ vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto.

 

ÀCual es el punto?

 

Como JosŽ se escond’a a si mismo de sus hermanos, tratando los duramente, produciendo en ellos un arrepentimiento verdadero, Dios puede hacer el mismo con nosotros.

 

Por medio de las aflicciones, por las providencias espantosas, y desagradables, te puedes concluir, ÒMi Dios est‡ muy lejos, mi Dios realmente no quiere proteger me, ni me ama ahora.Ó

 

Pero en todo el tiempo en que esto est‡ pasando, Dios est‡ al punto de llorar, por su gran amor para ti.  Y en el momento adecuado, Žl se reveler‡ de nuevo, como JosŽ hizo con sus hermanos, proclamando un tiempo de gran celebraci—n.

 

Pero nunca, jam‡s dudes del amor que Dios tiene para ti, hermana, hermano.

 

Jerem’as 31:3  Jehov‡ se manifest— a m’ hace ya mucho tiempo,

diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolonguŽ mi misericordia.

 

Hermano, hermana, como parte de su iglesia, eres en los ojos de Cristo, demasiada bella, y jam‡s ser‡s abandonada.

 

Y si tu quieres sentir ese amor eterno, mas fuertemente en tu vida, puedes pasar en unos momentos, y oraremos para ti.

 

Vamos a orar