3 de junio de 18

Tu Ayuda Est‡ Disponible

Isa’as 50:1-11

Introducci—n

 

Estamos en una porci—n de Isa’as, que habla mucho de nuestro Rey, nuestro Se–or y Salvador, Cristo Jesœs.

 

De hecho, muchos han escrito libros sobre estos pasajes con nombres como ÒEl Evangelio de Isa’asÓ, aunque normalmente se piensa de los evangelios situados el nuevo testamento.

 

En una parte del libro de Hechos, el ap—stol Felipe hablaba con un eunuco de Candace, reina de Etiopia, que estaba leyendo en estas partes, y el hombre preguntaba, Àde quiŽn dice el profeta esto; de s’ mismo, o de algœn otro?

 

Y Felipe empez— a predicar Cristo, y el eunuco estaba bautizado.

 

Pero la gente ya han preguntando por siglos, de estos pasajes, Àde quiŽn dice el profeta esto; de s’ mismo, o de algœn otro?

 

Est‡ hablando de Cristo, pero en un sentido est‡ hablando de nosotros tambiŽn, que a veces somos llamado el cuerpo de Cristo, o sea su iglesia.

 

1) As’ dijo Jehov‡: ÀQuŽ es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudiŽ? ÀO quiŽnes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aqu’ que por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre.

 

El capitulo se abre hablando de un divorcio.  ÀPero porque?

Es que con todos sus problemas, el pueblo se sent’a abandonado, vendido.

 

Y desde el principio el hombre ha sido propenso a echar la culpa de sus problemas a otros.

 

Y muchos tratan de echar la culpa a Dios, por sus problemas.  ÀSi Dios realmente me ama, si Dios realmente controla todo lo pasa, como es que ando sufriendo?

 

ÀComo es que siento como que ando en la pura oscuridad?

 

 

1) As’ dijo Jehov‡: ÀQuŽ es de la carta de repudio de vuestra madre, con la cual yo la repudiŽ? ÀO quiŽnes son mis acreedores, a quienes yo os he vendido? He aqu’ que por vuestras maldades sois vendidos, y por vuestras rebeliones fue repudiada vuestra madre.

 

Tratando de echar la culpa a Dios, la gente dijeron que Dios olvid— de ellos.  Que Dios divorciaba a su esposa.

O que vend’a a sus hijos. ÁPero era una calumnia!

 

En una ley controversial, de Deuteronomio un hombre pudo divorciar su esposa.

 

Deuteronomio 24:1    Cuando alguno tomare mujer y se casare

con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribir‡ carta de divorcio, y se la entregar‡ en su mano, y la despedir‡ de su casa.

 

La controversia entraba sobre la expresi—n Òalguna cosa indecenteÓ.  ÀHablaba esto de una inmoralidad grave, o algo insignificante?

 

Los fariseos y otros discut’an mucho sobre esto, hasta que vino Cristo, poniendo fin a todas las dudas.

 

Mateo 19:3-8   Entonces vinieron a Žl los fariseos,

tent‡ndole y diciŽndole: ÀEs l’cito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?

 

ƒl, respondiendo, les dijo: ÀNo habŽis le’do que el que los hizo al principio, var—n y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejar‡ padre y madre, y se unir‡ a su mujer, y los dos ser‡n una sola carne?

 

As’ que no son ya m‡s dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios junt—, no lo separe el hombre.

 

Le dijeron: ÀPor quŽ, pues, mand— MoisŽs dar carta de divorcio, y repudiarla?

 

El les dijo: Por la dureza de vuestro coraz—n MoisŽs os permiti— repudiar a vuestras mujeres; mas al principio no fue as’.

El matrimonio es un pacto.  Y para destruir el pacto una persona tenia que estar gravemente infiel.

 

El pueblo del tiempo de Isa’as, trataba de echar la culpa a Dios, divorciando a su pueblo, sin causa seria.

 

Pero Dios dice que no era as’, Dios estaba dispuesto a ayudar, y los que avanzaban la columna no pudieron producir la evidencia del divorcio.

 

Y Dios, en amor, va a defender se a si mismo aun mas.

 

2) ÀPor quŽ cuando vine, no hallŽ a nadie, y cuando llamŽ, nadie respondi—? ÀAcaso se ha acortado mi mano para no redimir? ÀNo hay en m’ poder para librar? He aqu’ que con mi reprensi—n hago secar el mar; convierto los r’os en desierto; sus peces se pudren por falta de agua, y mueren de sed.

 

El pueblo, como un ni–o en su carne, quejaban de una falta de ayuda, de parte de su Dios.

 

Pero en realidad ellos estaban rechazando su ayuda.

 

Dios estaba mandando profeta tras profeta, el testamento antiguo est‡ lleno de profetas que ellos no escucharon.

 

Es mas, en muchos casos se mataron a los profetas que Dios mand— a ellos para ayudar, y poner sus vidas en orden.

 

Esteban predicando tambiŽn en el libro de Hechos preguntaba.

 

Hechos 7:52    ÀA cu‡l de los profetas no persiguieron

vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida del Justo, de quien vosotros ahora habŽis sido entregadores y matadores.

 

Dios mandaba ayuda.  Su ayuda estaba disponible, pero ellos mataban a sus profetas casi cada vez, y finalmente se mataron a Cristo.

 

Y podemos hacer una aplicaci—n aqu’ a nosotros mismos.

 

Hermanos a veces es muy, muy dif’cil, aceptar la responsabilidad por nuestros problemas.

 

 

Y llegando a la santa cena, hoy d’a, para recibir la ayuda disponible, debemos de estar confesando, nuestros pecados a Dios, no echando la culpa a Žl, sino recibiendo la ayuda de un Padre perfecto y amoroso.

 

Pero hay otra calumnia en este verso segundo.

 

2) ÀPor quŽ cuando vine, no hallŽ a nadie, y cuando llamŽ, nadie respondi—? ÀAcaso se ha acortado mi mano para no redimir? ÀNo hay en m’ poder para librar? He aqu’ que con mi reprensi—n hago secar el mar; convierto los r’os en desierto; sus peces se pudren por falta de agua, y mueren de sed.

 

TambiŽn, el pueblo en su sufrimiento, acusaba a su Dios de una falta de poder.  Pensando ÒBueno si Dios no me ayude a mi manera y en mi tiempo, es porque no se puede.  Es que mi Dios simplemente no tiene los recursos adecuados para hacer lo necesario.

 

Pero creo que todos saben que puesto as’, es una blasfemia horrible.  Dios ha mostrado su poder una y otra vez, y si las cosas no pasan de una manera conforme a nuestros deseos, jam‡s es correcto concluir que Dios no tiene el poder de hacer algo adecuado.

 

Hermano, tu ayuda est‡ disponible.  Pero tienes que venir a tu Dios en humildad, y en obediencia.

 

Miqueas 6:8    Oh hombre, Žl te ha declarado lo que es

bueno, y quŽ pide Jehov‡ de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.

 

Realmente no es tan complicado.

 

3) Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta.

 

Esto es una continuaci—n del vers’culo dos hablando del poder de Dios.

 

Secando el mar rojo, Dios quito agua de una gran ‡rea, y los peces all’ se murieron.

 

Una de las plagas de Egipto produc’a la pura oscuridad sobre Egipto.  Y cuando Cristo muri— en la cruz, ca’a la oscuridad por tres horas.  Y esto era algo sobrenatural.

 

Marcos 15:33   Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas

sobre toda la tierra hasta la hora novena.

 

En fin, Dios tiene todo el poder necesario.  Tu ayuda est‡ disponible.  Solamente tienes que venir a Dios en humildad, pidiendo la ayuda.

 

4) Jehov‡ el Se–or me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertar‡ ma–ana tras ma–ana, despertar‡ mi o’do para que oiga como los sabios.

 

Como pidi— el eunucoÉ

 

Àde quiŽn dice el profeta esto; de s’ mismo, o de algœn otro?

 

Habla de Cristo, pero esto tiene muchas aplicaciones.

 

Cristo, como nuestro ejemplo, vino como disc’pulo del Padre.  Cristo, como hombre estaba aprendiendo, levantando temprano, con el o’do abierto para aprender la palabra de Dios.

 

Sus detractores estaban sorprendidos porque no se fue a las escuelas de ellos.

 

Juan 7:14-15   Mas a la mitad de la fiesta subi— Jesœs al

templo, y ense–aba.  Y se maravillaban los jud’os, diciendo: ÀC—mo sabe Žste letras, sin haber estudiado?

 

Dijeron que no hab’a estudiado.  Pero era mentira, Cristo estudiaba diariamente, pero no en las escuelas corruptas de ellos.

 

4) Jehov‡ el Se–or me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertar‡ ma–ana tras ma–ana, despertar‡ mi o’do para que oiga como los sabios.

 

Como el joven pastor Daniel nos dijo, la semana pasada, hay lugar para ti, y para mi, para ayudar a los cansados, a los que sufren, pero para hacer esto, tenemos que vivir como estudiantes diligentes de la palabra de Dios.

 

As’ que para contestar al eunuco de hechos, esto habla de Cristo, pero de nosotros tambiŽn.

 

La ayuda est‡ disponible pero Dios va a ayudar por medio de hermanos, hermanas, j—venes que conocen la palabra.

5) Jehov‡ el Se–or me abri— el o’do, y yo no fui rebelde, ni me volv’ atr‡s.

 

Cristo tenia una tarea bastante dif’cil.  Y si tu hermano, hermana quieres servir a Dios, no ser‡ nada f‡cil.  Aun sirviendo en tu casa como padres, es dif’cil en estos tiempos oscuros.  Pero tu ayuda est‡ disponible.

 

5) Jehov‡ el Se–or me abri— el o’do, y yo no fui rebelde, ni me volv’ atr‡s.

 

Sirviendo al Se–or, habr‡ frustraciones.  Habr‡ dificultades.  Y la persona que no es rebelde, no va a quejar se siempre, murmurando en contra de las providencias de Dios.

 

Y lo expreso as’ a prop—sito.  Para sobrevivir en el camino, tienes que reconocer que Dios ha programado todos los Žxitos, y todos los fracasos de nuestro trabajo.

 

Nada pasa por accidente.  Y como Cristo sufri—, no abriendo su boca, a veces nosotros tenemos que hacer el mismo, para sobrevivir, y recibir la ayuda necear’a.

 

Filipenses 2:14-15   Haced todo sin murmuraciones y

contiendas, para que se‡is

irreprensibles y sencillos, hijos de

Dios sin mancha en medio de una

generaci—n maligna y perversa, en medio

de la cual resplandecŽis como luminares

en el mundo.

 

6) Di mi cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escond’ mi rostro de injurias y de esputos.

 

Ahora, sabemos que estamos hablando de profec’as de Cristo, siglos antes de su sufrimiento.

 

Mateo 26:67-68 Entonces le escupieron en el rostro, y le

dieron de pu–etazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profet’zanos, Cristo, quiŽn es el que te golpe—.

 

Esto es lo que Cristo sufri—, en amor para ti.  Tu ayuda siempre ha sido disponible.

 

 

 

Marcos 14:65   Y algunos comenzaron a escupirle, y a

cubrirle el rostro y a darle de pu–etazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas.

 

Esto era una gran humillaci—n.  Pero Cristo lo sufri— para ti, y para mi, y esto es lo que recordamos en la santa cena, que es una memorial, pero es mucho mas que una memorial.  En la santa cena tambiŽn, recibir‡s tu ayuda disponible.

 

7) Porque Jehov‡ el Se–or me ayudar‡, por tanto no me avergoncŽ; por eso puse mi rostro como un pedernal, y sŽ que no serŽ avergonzado.

 

Cristo sabia que lo que hizo era correcto.  No hab’a duda.

En la noche anterior de su muerte, tenia que luchar en oraci—n, paro tambiŽn para Žl, la ayuda era disponible.

 

Lucas 22:41-43 Y Žl se apart— de ellos a distancia como de

un tiro de piedra; y puesto de rodillas or—,  diciendo: Padre, si quieres, pasa de m’ esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.  Y se le apareci— un ‡ngel del cielo para fortalecerle.

 

Cristo sabia que en JerusalŽn, iba a enfrentar horrores, pero era correcto lo que tenia que sufrir, y puso su rostro como un pedernal, que es una expresi—n de determinaci—n.

 

8) Cercano est‡ de m’ el que me salva; ÀquiŽn contender‡ conmigo? JuntŽmonos. ÀQuiŽn es el adversario de mi causa? AcŽrquese a m’.

 

Cuando sabes, sin duda alguna, que lo que haces es correcto, puedes contestar todos tus detractores.

 

Cuando estudiamos la apologŽtica, o sea c—mo defender la fe, en contra de los que critican o burlan de lo que creemos, podemos crecer mucho en la confianza, de que podemos refutar los argumentos de quien sea.

 

Podemos preguntar con San PabloÉ

 

1 Corintios 1:20     ÀD—nde est‡ el sabio? ÀD—nde est‡ el

escriba? ÀD—nde est‡ el disputador de este siglo? ÀNo ha enloquecido Dios la sabidur’a del mundo?

 

 

9) He aqu’ que Jehov‡ el Se–or me ayudar‡; ÀquiŽn hay que me condene? He aqu’ que todos ellos se envejecer‡n como ropa de vestir, ser‡n comidos por la polilla.

 

Es evidente que San Pablo estaba pensando en estos pasajes muy conocidos entre los Jud’os, cuando escribi— el libro de Romanos.

 

Romanos 8:31-34 ÀQuŽ, pues, diremos a esto? Si Dios es

por nosotros, ÀquiŽn contra nosotros?

 

El que no escatim— ni a su propio Hijo, sino que lo entreg— por todos nosotros, Àc—mo no nos dar‡ tambiŽn con Žl todas las cosas?

 

ÀQuiŽn acusar‡ a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

 

ÀQuiŽn es el que condenar‡? Cristo es el que muri—; m‡s aun, el que tambiŽn resucit—, el que adem‡s est‡ a la diestra de Dios, el que tambiŽn intercede por nosotros.

 

En la muerte, y la resurrecci—n de Cristo, nosotros tenemos ya la gran victoria.

 

Y si es as’, Àporque hay tantos hermanos, hermanas, j—venes que andan sintiendo derrotados? 

 

En la gran mayor’a de los casos, est‡n hermanos muy pero muy ocupados.  Tan ocupados que casi no tienen el tiempo de avanzar en la palabra. 

 

Otras cosas ya son las prioridades de sus vidas.  Su ayuda est‡ disponible, pero no es su deseo, aprovechar se de lo que Dios nos ha dado.

 

Mientras los que s’ pasan tiempo en la palabra, en casa, con sus hijos, o con su pareja, los que son persistentes en la oraci—n, en su asistencia, pueden andar, mayormente, no siempre pero normalmente con un sentimiento de la victoria.

 

Hermanos, en Cristo, no somos las victimas de las circunstancias, sino que somos vencedores, y mas que vencedores.  ÀAmen?

 

10) ÀQuiŽn hay entre vosotros que teme a Jehov‡, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, conf’e en el nombre de Jehov‡, y ap—yese en su Dios.

 

Con ese verso, podemos reconocer, que aun los hermanos fuertes en la fe, pueden pasar por graves aflicciones.

 

Muchos saben algo de las luchas en las cortes, o los problemas de inmigraci—n, o de la salud, o de miembros de la familia que andan mal.

 

Y en estos tiempos hay un sentimiento de que andamos en tinieblas y que carece la luz en nuestras vidas.

 

Pero por medio de todo esto tenemos que confiar en el nombre de nuestro Dios.  Tenemos que pasar tiempo con otros hermanos, recibiendo ayuda de animo, y de oraci—n.  O como hemos visto con la ofrenda para hermano Iroel, en Guatemala, a veces hay hasta ayuda econ—mica.

 

Pero de una manera u otra, Dios va a ayudar a sus hijos, cuando llegamos a Žl, en la humildad, y en el arrepentimiento, cuando esto sea necesario.

 

Por esto, repito, que si es necesario, confiesa tus pecados al Se–or, en silencio, preparando te por la Santa Cena, y tus pecados ser‡n perdonados.

 

Ultimo verso.

 

11) He aqu’ que todos vosotros encendŽis fuego, y os rode‡is de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendr‡ esto; en dolor serŽis sepultados.

 

Este ultimo vers’culo est‡ hablando a otro grupo.  Es como en otros cap’tulos aqu’ cerca, hemos visto come terminan diciendoÉ

 

Isa’as 48:22 No hay paz para los malos, dijo Jehov‡.

 

11) He aqu’ que todos vosotros encendŽis fuego, y os rode‡is de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendr‡ esto; en dolor serŽis sepultados.

 

Podemos hablar de este fuego, como el Òfuego extra–oÓ que mat— a los hijos de Aaron. 

 

Esto est‡ hablando de los que est‡n en pacto con Dios, pero realmente no prefieren la palabra de Dios.

 

No es su deseo acercar al fuego del Esp’ritu Santo, sino que tienen sus propios fuegos, o se teas, que son antorchas enga–osas.

 

Puede ser un entendimiento que viene del mundo o hasta de los hechiceros, los astr—logos o los brujos, que est‡n fuertemente condenados en la palabra de Dios.

 

ÀPero cual es el punto?

 

11) He aqu’ que todos vosotros encendŽis fuego, y os rode‡is de teas; andad a la luz de vuestro fuego, y de las teas que encendisteis. De mi mano os vendr‡ esto; en dolor serŽis sepultados.

 

Como el tiempo de Isa’as, siempre hay personas en las iglesias, que aunque est‡n en pacto con Dios, realmente no tienen nada realmente de respeto por la palabra de Dios.

 

Es que tienen otras formas de iluminaci—n, supuestamente, que han encontrado en el mundo, o en otras religiones, o por medio de las sectas, o peor, por medio del ocultismo.

 

Pero si forman parte del pueblo de Dios, y no tienen nada de amor por la palabra de Dios, y por las doctrinas de la fe Cristina, es nuestra obligaci—n informar les que est‡n en gran peligro.

 

Y si esto es tu caso, si has perdido tu amor por las cosas del Se–or, quiero orar para ti terminando el servicio.

 

========================== Conclusi—n =====================

 

Hemos visto en este capitulo, que es comœn, en la carne, echar la culpa de nuestros problemas sobre otros.  Ad‡n ech— la culpa de sus errores sobre su esposa, y tambiŽn indirectamente a Dios mismo, por habar le dado una mujer semejante a ella.

 

Pero Dios no lo tomar‡ bien, cuando rehusamos asumir la responsabilidad por nuestros pecados.  Es imposible entrar en el arrepentimiento, si no podemos reconocer nuestra culpa.

 

Quiero terminar con un dicho que realmente irritaba a nuestro Dios. Viene del libro de Ezequiel.

Por mucho tiempo yo no entend’a ese refr‡n, pero creo que ahora es un poco mas claro.

 

Ezequiel 18:2-3 ÀQuŽ pens‡is vosotros, los que us‡is

este refr‡n sobre la tierra de Israel, que dice: Los padres comieron las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera?

 

Vivo yo, dice Jehov‡ el Se–or, que nunca m‡s tendrŽis por quŽ usar este refr‡n en Israel.

 

ÀCual fue el problema de esto?  ÀPorque Dios lo encontraba tan insoportable?

 

Es que el pueblo dijo, ÒSi, nosotros tenemos problemas, estamos bajo disciplina, pero no por nada que nosotros hemos hecho, era por nuestros padres, ellos se pecaron, y por esto, nosotros estamos sufriendoÓ.

 

ÀLo vez hermanos?  Es verdad que sus padres pecaron, pero ellos mismo eran muy culpables tambiŽn, pero en vez de aceptar sus propias rebeliones en arrepentimiento, echaron la culpa de todo sobre sus padres.

 

Esto seria como nosotros echando toda la culpa a Ad‡n, y Ad‡n puntando el dedo a Eva, y Eva condenando a la serpiente.

 

Pero para recibir la ayuda ofrecida en la Sant Cena, tenemos que venir en honestidad, confesando que nosotros hemos pecado, y nosotros hemos sido el problema, y que queremos recibir el perd—n, y todo el poder que viene con el perd—n. 

 

Tenemos que venir como humildes, pidiendoÉ

 

la ayuda disponible.

 

Vamos a orar!