18 de diciembre de 16
Eliminando La
Miseria
Mateo 1:20-23
Introducci—n
Ayer en Santa Ana, llegue un poco temprano, para evangelizar con otros
ministerios, y tuve una conversaci—n en la calle con una Se–ora que vino de
Guatemala. Era de una cuidad
ind’gena y hasta conoc’a el dialecto de all‡.
Yo estuve tocando la mśsica de la flauta y ella estaba casi
hipnotizada. Le preguntaba sobre
su pa’s, y si ella estaba all‡ durante la guerra.
Se me dijo que si, y que la guerrilla vino secuestrando a los hombres
y los muchachos, llevando los a formar parte del ejercito. Y dijo que los que no querr’an pelear
en la guerra, fueron asesinados.
Yo respond’ preguntando, ŇŔPero Mar’a, todo est‡ calmado ahora en su pa’s
verdad?Ó
Ella dijo que ya no hab’a guerra, pero aun hay una terrible
delincuencia. Dice que a veces
ella puede regresar para visitar, pero aun no se puede caminar por la calle con
el dinero en la bolsa, porque vienen los desgraciados para robar te.
Me explic— como que uno tenia que esconder a su dinero en diferentes
lugares, de su ropa, pero no en la bolsa.
Pero que triste, que aun hay tanta miseria en su pueblo de origen.
Pero mucho peor de todo esto es lo que est‡ pasando ahora en
Venezuela.
En jueves el gobierno dio el orden de cambiar todos los billetes de
cien Bol’vares, por otro dinero en efectivo. Pero los otros billetes no eran listos. Y la gente quedaban sin dinero en
efectivo.
Hubo saqueos y disturbios como consecuencia, y hasta varias personas
perdieron sus vidas.
El gobierno de los Estados unidos ya anunci— que nadie debe de viajar
a Venezuela, porque est‡ al borde del colapso.
En los hospitales, no hay medicamentos, y hay personas en grave
peligro con enfermedades curables, pero simplemente no tienen los materiales
normales de un hospital.
Pero el peor reporte, que salio este semana de all’, es que hay muchos
padres y madres, que ahora est‡n regalando sus hijos a otros, porque
simplemente no pueden suplir sus necesidades mas b‡sicas. No pueden mirar mas en los ojos de sus
ni–os, cuando se pidan pan. pausa
Pero mil veces mas grave de todo esto son las guerras del medio
oriente, de Alepo, de Siria, de Turqu’a, de Yemen y ahora Egipto. Cientos de miles de personas han perdido
sus vidas en un medio oriente que est‡ sin estabilidad. pausa
Mi prop—sito en mencionar todo esto es una pregunta, una objeci—n que
a veces los incrŽdulos tienen, tocante a nuestra fe B’blica y Cristiana.
Cuando ellos miran a todo lo que est‡ pasando, provocado por los
desgraciados de este mundo, se pidan..
Objeci—n: C—mo pueden ustedes creer en un Dios bueno,
que supuestamente hizo este mundo, este mundo tan corrompido, tan
lleno de miseria.
Como pudo un Dios bueno hacer un mundo tan lleno de desgraciados. pausa
Para ellos esta parece una buena pregunta. Y supongo que es una buena pregunta para los que no conocen
lo mas b‡sico de las doctrinas b’blicas porque su respuesta est‡ en la primera
pagina de la Biblia.
GŽnesis 1:31 Y vio
Dios todo lo que hab’a hecho, y he
aqu’ que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la ma–ana el d’a
sexto.
Cuando Dios hizo el mundo, todo era bello, seguro, bueno en gran
manera. Dios no hizo un mundo
lleno de destrucci—n o de asesinos.
Dios no hizo un mundo lleno de enfermedades o de pobrezas.
La maldad que podemos ver en el mundo moderno vino como consecuencia
del pecado del hombre. De hecho,
la miseria, es simplemente una s’ntoma de algo mas profundo, la corrupci—n del
coraz—n humano, por el pecado.
Ad‡n y Eva empezaban viviendo en un para’so,
pero no eran contentos siendo criaturas, sino deseaban ser como dioses,
conforme a la informaci—n falsa del diablo.
Una vez pecando, trajeron graves
consecuencias sobre todo.
Dios respondi—, como tenia que responder.
GŽnesis 3:16-19 A la mujer dijo: MultiplicarŽ en gran
manera los dolores en tus pre–eces; con
dolor dar‡s a luz los hijos; y tu deseo ser‡ para tu marido, y Žl se
ense–orear‡ de ti.
Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la
voz de tu mujer, y comiste del ‡rbol de que te mandŽ diciendo: No comer‡s de
Žl; maldita ser‡ la tierra por tu causa; con dolor comer‡s de ella todos los
d’as de tu vida.
Espinos y cardos te producir‡, y comer‡s
plantas del campo. Con el sudor de
tu rostro comer‡s el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste
tomado; pues polvo eres, y al polvo volver‡s.
Las consecuencias del pecado eran terribles,
hasta la tierra fue maldecida.
Dios respondi— a la trasgresi—n con
consecuencias porque Dios es justo. pausa
Pero la justicia no es su śnico
atributo.
La Biblia ense–a, y ha sido la experiencia
de millones de hermanos, que Dios es amor. Y esto es precisamente lo que celebremos en la navidad.
1 Juan 4:9-10 En esto se mostr— el amor de Dios para con
nosotros, en que Dios envi— a su Hijo
unigŽnito al mundo, para que vivamos por Žl. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que Žl nos am— a nosotros, y envi— a su Hijo en propiciaci—n por
nuestros pecados.
Lo bello de la Navidad es que Dios no nos
dej— en la oscuridad y en la miseria, sino que nos mand— un salvador, un
redentor.
Juan 3:16 Porque
de tal manera am— Dios al mundo, que ha
dado a su Hijo unigŽnito, para que todo
aquel que en Žl cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Dios no nos dej— en la condici—n de Ad‡n y
Eva, castigados sin remedio, sino que Dios prometi— mandar a uno que pudo
rescatar nos de nuestros pecados.
Y en la primera navidad, se puede ver el
principio, del cumplimento de la promesa.
Un hombre con el nombre JosŽ, estaba
planeando casar se con su novia amada, pero de repente ella estaba
embarazada. Y JosŽ pensaba que si
ella estaba embaraza por otro, era mejor no casar se con ella.
Pero la verdad era otra, como fue revelado
del cielo.
Mateo 1:20-23 Y pensando Žl en esto, he aqu’ un ‡ngel del
Se–or le apareci— en sue–os y le dijo: JosŽ,
hijo de David, no temas recibir a Mar’a tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Esp’ritu Santo es.
Y dar‡ a luz un hijo, y llamar‡s su nombre
JESňS, porque Žl salvar‡ a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteci— para que se cumpliese lo
dicho por el Se–or por medio del profeta, cuando dijo:
He aqu’, una virgen concebir‡ y dar‡ a luz
un hijo, Y llamar‡s su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
Y hermano, cuando tenemos a Dios con
nosotros, podemos o escapar de la miseria, o por lo menos aguantar bien lo que
est‡ pasando, hasta que viene el remedio.
Romanos 8:32 El que
no escatim— ni a su propio Hijo,
sino que lo entreg— por todos nosotros, Ŕc—mo no nos dar‡ tambiŽn con
Žl todas las cosas?
En el fondo, la navidad es un despliegue de del amor de Dios. Dios ha tenido un amor profundo para su
pueblo, y estaba dispuesto hacer lo necesario para salvar nos del pecado.
Aunque Cristo es su hijo amado, estaba dispuesto a derramar su ira
intensa sobre su hijo, para salvar a ti, y para salvar a mi.
Isa’as 53:10 Con todo
eso, Jehov‡ quiso quebrantarlo,
sujet‡ndole a padecimiento. Cuando haya puesto su vida en expiaci—n por
el pecado, ver‡ linaje, vivir‡ por largos d’as, y la voluntad de Jehov‡ ser‡ en
su mano prosperada.
Cuando Ad‡n y Eva, derrumbaba al mundo a la miseria, a la maldici—n,
Dios no estaba dispuesto a dejar el mundo as’, pudriendo en la maldici—n, sino
que mand— a su hijo, para llevar nuestra maldici—n en su cuerpo.
G‡latas 3:13 Cristo
nos redimi— de la maldici—n de la
ley, hecho por nosotros maldici—n (porque est‡ escrito: Maldito todo
el que es colgado en un madero.
Esto es el gozo verdadero de la Navidad. Aunque Dios es justo, y Dios tiene que castigar al pecado,
la justicia no es su śnico atributo, sino que Dios es amor.
1 Juan 4:8 El que no ama, no ha
conocido a Dios;
porque Dios es amor.
Dios tiene un amor profundo, infinito, inquebrantable para todos los
que est‡n salvados en Cristo.
Romanos 8:35-39 ŔQuiŽn nos
separar‡ del amor de Cristo?
ŔTribulaci—n, o angustia, o persecuci—n, o hambre, o desnudez, o
peligro, o espada? Como est‡
escrito:
Por causa de ti somos muertos todo
el tiempo; Somos
contados como
ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos m‡s que vencedores por medio de
aquel que nos am—. Por lo
cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ‡ngeles, ni principados,
ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podr‡ separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesśs Se–or
nuestro.
Desafortunadamente, el amor de Cristo, es tan bello, tan glorioso, tan
valioso, que est‡ bajo ataque por los que distorsionen las doctrinas de la
Biblia.
Y quiero terminar, aclarando algo cŽntrico a la doctrina de la
salvaci—n en Cristo.
En esta semana, vino a mis casa dos mormonas, muchachas esta vez. Mi casa es muy cerca de un edificio de
los Mormones, y a cada cuando vienen los misioneros tocando a la puerta.
Y yo siempre habl— con ellos.
Esta vez, por primera vez, vinieron dos muchachas, bien preparadas. Y habl‡bamos mucho.
Y unos de los peores errores de ellos, o de los testigos de Jehov‡ u
otro grupo es la doctrina de que Cristo vino, para hacer posible la salvaci—n
de los hombres. Y esta doctrina
fatal, es f‡cil de refutar con nuestro texto de hoy, un texto Navide–o.
Mateo 1:20-23 Y pensando Žl en esto, he aqu’ un ‡ngel del
Se–or le apareci— en sue–os y le dijo: JosŽ,
hijo de David, no temas recibir a Mar’a tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Esp’ritu Santo es.
Y dar‡ a luz un hijo, y llamar‡s su nombre
JESňS, porque Žl salvar‡ a su pueblo de sus pecados.
Todo esto aconteci— para que se cumpliese lo
dicho por el Se–or por medio del profeta, cuando dijo:
He aqu’, una virgen concebir‡ y dar‡ a luz
un hijo, Y llamar‡s su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.
El texto dice claramente que Cristo vino para salvar. No para hacer posible la salvaci—n,
sino para actualmente salvar.
Y no dice que Cristo vino para salvar a cada persona, sino que vino
para salvar a su pueblo, y lo hace con todo Žxito.
ŔPor quŽ esto es tan importante?
Los que ense–an que Cristo vino solamente para hacer posible la
salvaci—n, ofrecen una salvaci—n, al fin de cuentas, depende del hombre.
Y la refutaci—n no est‡ solamente aqu’ en Mateo, sino que aparece en
todos lados. Esta es la buena
nueva, el evangelio, que Cristo vino para actualmente salvar, y hacer lo con
todo Žxito.
Lo podemos ver muy claro en la historia de Zaqueo.
Lucas 19:1-10 Habiendo entrado Jesśs en Jeric—, iba
pasando por la ciudad. Y sucedi— que un var—n llamado Zaqueo,
que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quiŽn era Jesśs; pero no
pod’a a causa de la multitud, pues era peque–o de estatura.
Y corriendo delante, subi— a un ‡rbol
sic—moro para verle; porque hab’a de pasar por all’. Cuando Jesśs lleg— a aquel lugar, mirando hacia arriba, le
vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose
yo en tu casa.
Entonces Žl descendi— aprisa, y le recibi—
gozoso. Al ver esto, todos
murmuraban, diciendo que hab’a entrado a posar con un hombre pecador.
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al
Se–or: He aqu’, Se–or, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Jesśs le dijo: Hoy ha venido la salvaci—n a esta
casa; por cuanto Žl tambiŽn es hijo de Abraham.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y
a salvar lo que se hab’a perdido.
Es muy importante notar el comentario final que Cristo a–adi— a esta
historia. Cristo no vino solamente
para ofrecer la lavaci—n a Zaqueo sino que vino para salvar lo. Y lo hizo con todo Žxito.
Otro ejemplo.
San Pablo no estaba buscando una manera de
servir a la iglesia Cristiana, sino que la querr’a destruir. Pero cuando vino el amor de Dios a su
vida, Dios con nosotros, estaba convertido, de manera muy dr‡stica.
Cristo no vino para hacer posible la
salvaci—n de San Pablo, sino para llevar lo acabo con todo Žxito, como Pablo
revel— en su testimonio.
Hechos 22:6-9 Pero aconteci— que yendo yo, al llegar cerca
de Damasco,
como a mediod’a, de repente me
rode— mucha
luz del cielo; y ca’ al suelo,
y o’ una voz
que me dec’a: Saulo, Saulo,
Ŕpor quŽ me
persigues?
Yo entonces respond’: ŔQuiŽn eres, Se–or? Y
me dijo: Yo soy Jesśs de Nazaret, a quien tś persigues.
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad
la luz, y se espantaron; pero no entendieron la voz del que hablaba conmigo.
Y mas tarde Pablo escribi— sobre lo que pas—
y lo expres— muy bien.
1 Timoteo 1:15 Palabra fiel y digna de ser recibida por
todos: que Cristo Jesśs vino al mundo para salvar
a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.
Es necesario rechazar las doctrinas de los Mormones, de los Testigos
de Jehov‡, y de cualquier grupo que viene diciendo que Cristo vino, solamente
para ofrecer, la oportunidad de una salvaci—n, una salvaci—n que finalmente,
depende del hombre.
Ahora bien, no me malentiendan, esto no es
para negar la responsabilidad del hombre, de creer, y de arrepentir se de sus
pecados, esto est‡ completamente necesario.
Pero ningśn hombre va a ni considerar toso esto, hasta que el Esp’ritu
Santo, Dios con Nosotros, ha venido, iluminando su mente, su coraz—n, de la
realidad del amor de Cristo.
Hasta que viene el gran don navide–o de la
iluminaci—n, todo esto estar‡ simplemente una locura, para la persona perdida.
1 Corintios 2:14 Pero el hombre natural no percibe las
cosas que son del Esp’ritu de Dios, porque
para Žl son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir
espiritualmente.
Romanos 8:7 Por
cuanto los designios de la carne son
enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni
tampoco pueden.
Esto est‡ diciendo que la mente del hombre carnal, no puede ni
imaginar sujetando se a los preceptos de Dios.
La salvaci—n es mucho mas que una decisi—n humana, es un milagro
divino.
2 Corintios 5:17 De
modo que si alguno est‡ en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aqu’ todas son hechas
nuevas.
------------------------- Doctrina ---------------------
Un punto de doctrina, antes de cerrar.
Objeci—n:
Tal vez alguien est‡ pensando, ŇBueno tu hablas de Cristo viniendo
para quitar la miseria. Yo
soy creyente en el Se–or, pero me parece que la miseria aun est‡ conmigoÓ.
Respuesta:
Es cierto que Dios va a permitir asuntos inc—modos en nuestras
vidas. Y esto tiene varias
razones. Dios aun est‡ obrando en
nosotros.
A veces las aflicciones vienen para madurar nos y para purificar nos,
especialmente cuando somos nuevos en la fe.
Apocalipsis 3:19 Yo
reprendo y castigo a todos los que
amo; sŽ, pues, celoso, y arrepiŽntete.
A veces las aflicciones, lejos de ser evidencias de la ausencia del
amor de Dios, son evidencia de la presencia del amor de Dios.
Hebreos 12:6 Porque
el Se–or al que ama, disciplina,
Y azota a todo el que recibe por hijo.
Si usted es padre, sabe que cuando tienes que aplicar la disciplina,
no es algo eterno, sino que es algo pasajero, que puede pasar cuando su hijo ha
aprendido. Es el mismo con Dios.
Imag’nate si alguien te dejo vivir gratis o de manera muy barata en
una casa que ellos ten’an.
Pero la casa era un poco sucio y necesitaba muchas reparaciones. Si te tomaba la oferta, seguramente tu
esposa dir’a, ŇÁMira! ÁEsa casa es casi inhabitable, tendremos que hacer muchos
cambios y reparaciones, si queremos vivir aqu’ c—modamente!Ó
Y as’ est‡ con el Esp’ritu Santo, Dios con nosotros.
El ha vino para vivir dentro de nosotros, pero mirando a nuestras
vidas puede decir, ÁEsa casa es casi inhabitable, y tendremos que hacer muchos
cambios y reparaciones, si queremos vivir aqu’ c—modamente!
Y los cambios que hace El Esp’ritu, aparecen en formas de aflicciones
y tribulaciones, produciendo la santidad.
Efesios 1:4-5 Segśn nos
escogi— en Žl antes de la
fundaci—n del mundo, para que fuŽsemos santos y sin mancha delante de
Žl, en amor habiŽndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio
de Jesucristo, segśn el puro afecto de su voluntad.
Dios ha decidido vivir dentro de ti, pero para vivir all‡ c—modamente,
es posible que unos cambios ser‡n necesarios.
------------------------ Conclusi—n ---------------------
El mensaje, en conclusi—n es un mensaje de amor. La navidad es un gran despliegue del
amor que Dios tiene para sus hijos, las personas que ha decidido salvar, y
purificar, con todo Žxito.
1 Juan 3:1 Mirad cu‡l amor nos ha
dado el Padre, para
que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce,
porque no le conoci— a Žl.
Vamos a orar.